LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

Prefacio Del Autor

 

1. En buena medida, las verdades del bendito evangelio han sido escondidas bajo una filosofía falsa. En mis primeras indagaciones en el tema de religión, me encontré completamente incapaz de entender las instrucciones orales o escritas de maestros religiosos sin inspiración. A mi parecer resolvían todo sobre religión en estados del intelecto o de la sensibilidad, lo cual mi conciencia me aseguraba que era completamente pasivo o involuntario. Cuando busqué definiciones y explicaciones, quedé convencido de que ellos mismos no se entendían. Me di cuenta del hecho de que rara vez definían sus propias posturas. Entre las palabras que ellos usan muy frecuentemente, encontré muy pocas veces un término definido inteligiblemente. Averigüé en qué sentido se utilizaban los términos "regeneración," "fe," "arrepentimiento," "amor," y demás, pero no obtuve respuesta a lo que no me parecía que la razón y la revelación se sublevaran. Las doctrinas de una naturaleza pecaminosa por sí misma, de una voluntad requerida, de una inhabilidad y de una regeneración física, y de una influencia divina de regeneración, con sus afinidades y dogmas resultantes, me avergonzaban y me confundían en todo momento. Con frecuencia me dije a mí mismo "si estas cosas se enseñan realmente en la Biblia, debo ser un impío." Pero mientras más leía la Biblia, más claramente veía que estas cosas no se encontraban en ninguno de los principios justos de interpretación, como se admiten en el juzgado. No podía más que percibir que la verdadera idea del gobierno moral no tiene lugar en la teología de la iglesia, y que por el contrario, debajo de todo el sistema había suposiciones que todo gobierno era físico opuesto al moral, y que el pecado y la santidad eran más bien atributos naturales en lugar de actos morales voluntarios. Estos errores no estaban establecidos en palabras, pero que no podía errar en ver que eran dados por sentados. Me avergonzaba la distinción entre el pecado original y el pecado actual, y la ausencia total de una distinción entre la depravación física y la depravación moral. Ciertamente, estaba satisfecho de que debía ser un impío o que éstos eran errores que no tenían lugar en la Biblia. Con frecuencia fui advertido contra el razonamiento y la inclinación de mi propio entender. Encontré que los maestros exigentes de religión eran llevados a confesar que no podían establecer la consistencia lógica de su sistema, y que ellos estaban obligados a cerrar sus ojos y creer cuando la revelación parecía entrar en conflicto con sus afirmaciones de la razón. Mas yo no podía tomar ese rumbo. Encontré, o pensé encontrar, que casi todas las doctrinas del cristianismo estaban avergonzadas por estos supuestos mencionados anteriormente. Mas el espíritu de Dios me condujo a través de la oscuridad y me libró del laberinto y la neblina de una filosofía falsa, y puso mis pies en la roca de la verdad, como estoy seguro. Pero hasta el día de hoy, me encuentro que parecen ellos estar en mucha confusión sobre las doctrinas más prácticas del cristianismo. Admitirán que el pecado y la santidad deben ser voluntarios y todavía hablar de regeneración como si consistiera en cualquier cosa excepto un cambio voluntario, y de la influencia Divina en la regeneración como cualquier cosa excepto moral o persuasiva. No parecían estar del todo conscientes de lo que debe seguir y estar implícito en la aceptación de la existencia del gobierno moral, y que el pecado y la santidad deben ser actos libres y voluntarios y estados de la mente. En esta obra he procurado definir los términos utilizados por ministros cristianos, y las doctrinas del cristianismo, como los entiendo, e insistir en sus consecuencias lógicas las aceptaciones cardinales de los escritores teológicos más recientes. Especialmente insto a sus consecuencias lógicas, las dos aceptaciones de que la voluntad es libre, y que el pecado y la santidad son actos libres de la mente. No supondré que he satisfecho a otros con los puntos que he discutido, pero he tenido éxito en por lo menos satisfacerme a mí mismo. Considero la afirmación de que las doctrinas de la teología no pueden preservar una consistencia lógica como peligrosa y ridícula.

2. En un inicio mi plan principal en publicar esta Teología Sistemática fue facilitar a mis alumnos con un tipo de libro de texto en donde muchos puntos y preguntas fueran discutidos con gran importancia práctica, pero hasta donde sé no han sido discutidos en ninguna instrucción teológica existente. También esperaba beneficiar a otras mentes piadosas y estudiosas.

3. He escrito para aquellos que están dispuestos a tomarse la molestia de pensar y formar opiniones de sus propias preguntas teológicas. No ha sido parte de mi meta de dispensar a mis alumnos o a nadie más de la molestia de pensamiento intenso. En caso de haberlo hecho, los temas discutidos hubieran generado un intento abortivo tal.

4. Hay muchas preguntas de gran importancia práctica, y preguntas en las que multitudes están tomando un interés profundo ahora que no puede ser arreglado inteligentemente sin instituir indagaciones fundamentales que involucren la discusión de aquellas preguntas que se ponen en los cimientos de moralidad y religión.

5. La mayoría de los temas en disputa entre cristianos hoy en día están fundados en ideas equivocadas sobre los temas discutidos en este volumen. Si he tenido éxito en establecer las preguntas que he discutido, veremos que en un futuro volumen la mayoría de los temas en desacuerdo entre cristianos hoy en día pueden ajustarse satisfactoriamente con facilidad comparativa.

6. Lo que he dicho sobre "Gobierno Moral" y sobre el "Fundamento de la Obligación Moral" es la clave de todo el tema. Quienquiera que domine y entienda éstos puede fácilmente entender lo demás. Pero quien no posea mi significado de los temas no podrá entender lo demás.

7. Que nadie se desespere en empezar el libro, ni tropiece en las definiciones al pensar que no puede entender un tema tan complicado. Recordemos que lo que sigue es una expansión y una explicación a manera de aplicación de lo que uno encuentra muy condensado en las primeras páginas del libro. Mi hermano, hermana, amigo, estudie, piense, y lea de nuevo. Fuimos hechos para pensar. Les hará bien pensar, desarrollar sus cualidades al estudiar. Dios ha diseñado que la religión deba requerir pensamiento intenso y deba desarrollar minuciosamente nuestras cualidades de pensamiento. La Biblia misma está escrita en un estilo tan condensado como para requerir mucho estudio intenso. Muchos no saben nada de la Biblia o la religión porque no piensan o estudian. No aspiraré a explicar teología para dispensar la labor de pensamiento. No tengo la habilidad ni el deseo de hacerlo.

8. Si alguno de mis hermanos piensa convencerme de mi error, debe primero entenderme y mostrar que ha leído todo el libro, que lo entiende y que está averiguando sinceramente la verdad, escucharé por la gracia de Dios con ambos oídos y entonces juzgaré. Pero no prometeré atender a todos los caballeros que puedan decir u observar lo que estos parlanchines y escritores impertinentes puedan decir o escribir o que puedan tener controversia. Seamos minuciosos. La verdad nos hará bien.

9. Se verá que el presente volumen contiene sólo una parte del curso de Teología Sistemática. Si todo el curso apareciera al público, un volumen seguiría y otro sucedería al presente. Publiqué primero este volumen porque contiene todos los puntos de los que supuestamente he diferido de las opiniones comúnmente recibidas. Como maestro de teología, pensé que debía a la iglesia y el mundo darles mi postura sobre los puntos que había sido acusado por alejarme de las opiniones comunes entre cristianos.

10. Todavía no he podido estereotipar mi postura teológica, ni he dejado de hacerlo. La idea es absurda. Nadie más que una mente omnisciente puede continuar para mantener una identidad precisa de posturas y opiniones. Las mentes finitas, sólo que estén dormidas o atrofiadas por prejuicio, deben avanzar en conocimiento. El descubrimiento de verdad nueva modificará viejos puntos de antiguas posturas y opiniones, y no habrá quizás fin a este proceso con las mentes finitas en cualquier mundo. La verdadera consistencia cristiana no consiste en estereotipos de nuestras opiniones y puntos de vista, y en rehusar hacer cualquier mejora, sólo que al menos debamos ser culpables de cambio, sino consiste en mantener nuestra mente y lenguaje y práctica tan frecuente como rápida en tanto obtenemos más información. Llamo a esto consistencia cristiana porque este curso por sí mismo concede una profesión cristiana. Una profesión cristiana implica la profesión de sinceridad y de disposición para saber y obedecer la verdad. Debe deducirse que la consistencia cristiana implica investigación continua, y un cambio de postura y práctica correspondientes con el conocimiento en aumento. Ningún cristiano, por tanto, y ningún teólogo debe tener miedo a cambiar su punto de vista, su lenguaje o sus prácticas en conformidad con la luz incesante. La prevalencia de tal temor mantendría al mundo, en el mejor de los casos, en un estancamiento perpetuo sobre todos los temas de ciencia, y consecuentemente, todas las mejoras serían excluidas.

Todo intento sin inspiración para enmarcar a la iglesia en un patrón de opinión autorizada que sea considerado como una exposición incuestionable de la palabra de Dios, no solamente es impío en sí mismo, sino también es una suposición tácita de dogma fundamental del papado. La Asamblea de los Clérigos hizo más que suponer la necesidad de un Papa para dar ley a las opiniones de los hombres; supusieron crear uno inmortal, o más bien embalsamar su propio credo y preservarlo como el Papa de todas las generaciones, o es más que decir, que aquellos quienes han adoptado la confesión de fe y el catecismo como un patrón de autoridad de doctrina, han absurdamente adoptado el principio más repugnante del papado, y elevado la confesión y el catecismo al trono papal en el lugar del Espíritu Santo. El que el instrumento enmarcado por esa asamblea deba ser reconocido en el siglo diecinueve como el criterio de la iglesia, o de una rama inteligente de ello, no sólo es sorprendente, sino debo decir que también es totalmente ridículo. Es tan absurdo en teología como sería en una rama de la ciencia, y tan injurioso y atrofiado como absurdo y ridículo. Es mejor tener un Papa vivo que uno muerto. Si debemos tener un expositor autorizado de la palabra de Dios, tengamos uno vivo para no recluir la esperanza de mejorar. "Un perro con vida es mejor que un león muerto" del mismo modo un Papa vivo es mejor que una confesión de fe muerta y estereotipada que sostiene que todos los hombres están destinados a suscribirse a sus dogmas inalterables y a su terminología sin variación.

11. Me mantengo sagradamente sujeto, no para defender estas posiciones en todos los eventos, sino al contrario para sujetar cada una de ellas a la discusión más minuciosa, y para mantenerlas y tratarlas como lo haría con las opiniones de cualquiera; es decir, si sobre una discusión e investigación posteriores no veo causa de cambio, las mantengo bien agarradas, pero si veo un error en cualquiera de ellas, las corregiré o las rechazaré totalmente, como lo demande la luz. Si rehúso o fracaso en hacerlo, necesitaré sonrojarme por mi locura e inconsistencia, pues de nuevo digo, que la verdadera consistencia cristiana implica progreso en conocimiento y santidad y tales cambios en teoría y en práctica como son demandados por la luz incesante.

Sobre las cuestiones estrictamente fundamentales en teología, mis puntos de vista por muchos años no han pasado por cambio, excepto como el tener aprehensiones más claras de ellas que antes, y que ahora deba establecer algunas de ellas, quizás, en cierta medida, de manera diferente a lo que debí haber hecho.

EL AUTOR.

 

 

 

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