LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 36

Santificación

Objeciones Respondidas

 

Consideraré aquellos pasajes de la escritura que para algunos creen contradecir la doctrina que hemos estado estudiando.

 

1 R. 8:6: "Si pecaren contra ti (porque no hay hombre que no peque), y estuvieres airado contra ellos, y los entregares delante del enemigo, para que los cautive y lleve a tierra enemiga, sea lejos o cerca". En este pasaje observo:

1. Que esta actitud en casi el mismo lenguaje se repite en 2 Cr. 6:26 y Ec. 7:20 donde la misma palabra original se usa en la misma forma.

2. Éstos son los pasajes más fuertes que conozco en el Antiguo Testamento y las mismas observaciones son aplicables para los tres.

3. Citaré, para satisfacción del lector, la nota del doctor Adam Clarke sobre este pasaje, y también la de Barclay, el autor célebre y altamente espiritual de An Apology for the True Christian Divinity (Una apología para la divinidad cristiana verdadera). Y permítaseme decir que me parecen que tienen respuestas satisfactorias a la objeción fundada en estos pasajes.

Clarke: "'Si pecaren contra ti'. Esto debe referirse a alguna defección general de la verdad; por algunas clases de culto falso, idolatría o corrupción de la verdad y ordenanzas del Altísimo; en lo que respecta, están aquí establecidas para que sean entregadas en las manos de sus enemigos, y llevadas cautivas, que era el castigo general por idolatría y que se llamaba [versículo 47] actuar con perversidad e impiedad".

"'Si pecaren contra ti (porque no hay hombre que no peque).' La segunda oración, como se traduce aquí, indica la suposición en la primera oración, completamente sin valor, puesto que si no hay hombre que no peque, es inútil decir, si pecaren, pero esta contradicción es quitada, si pecaren contra ti, o si pecaren contra ti, ki ein adam asher lo yecheta; "porque no hay hombre que no peque"; esto es, no hay hombre impecable, ninguno infalible, ninguno que no sea propenso a transgredir. Éste es el verdadero significado de la frase en varias partes de la Biblia, y así nuestros traductores han entendido el original, pues incluso en el versículo 31 de ese capítulo han traducido yecheta, si alguno pecare; lo cual desde luego implica que pudiera o no pudiera hacerlo, y de la misma manera han traducido la misma palabra, si un alma peca, en Lv. 5:1; 6:2; 1 S. 2:25; 2 Cr. 4:22; y en otros textos. La verdad es que el hebreo no tiene la flexión verbal para expresar palabras en el modo permisible u optativo, sino para expresar ese sentido en el tiempo futuro de la conjugación kal".

"Este texto ha sido un bastión sorprendente para todos quienes creen que no hay redención por el pecado en esta vida; que ningún hombre puede vivir sin cometer pecado, y que no puede ser completamente liberado de él hasta que muramos".

"1. El texto no habla de esa doctrina; sólo habla de la posibilidad de pecar de cada persona, y esto debe ser verdad en un estado de prueba".

"2. No hay ningún otro texto en los registros divinos que sea sólo este propósito".

"3. La doctrina está rotundamente en oposición al diseño del evangelio, pues Jesús vino a salvar a su gente de sus pecados, y a destruir las obras del diablo".

"4. Es una doctrina destructiva y peligrosa, y debe ser borrada de todo credo cristiano. Hay muchos que están buscando una excusa por sus crímenes por todos los medios en su poder, y no necesitamos plasmar sus excusas en un credo para completar su engaño al decir que los pecados son inevitables".

Barclay: "…otra objeción es de dos pasajes de la escritura, de mucha significación. Uno es 1 R. 8:46: "porque no hay hombre que no peque". El otro Ec. 7:20: "Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque".

"Respondo:"

"1. Éstos no afirman nada de un pecar diario y continuo, como para nunca ser redimido por él; sino sólo que todos han pecado, que hay algunos que no pecan, aunque no siempre como para nunca dejar de pecar; y en esto yace la pregunta: Sí, en ese lugar de Reyes él habla dentro de dos versículos del regreso de tales con todas sus almas y corazones, lo que implica una posibilidad de dejar el pecado".

"2. Hay un respeto por los tiempos y las dispensaciones de que si debe darse por sentado que en el tiempo de Salomón no hubo quien pecara, no se entendería que no hay nadie ahora, o que es algo no obtenible por la gracia de Dios bajo el evangelio".

"3 Y por último, toda esta objeción se balancea de una interpretación falsa, pues la palabra del hebreo original puede leerse en el modo verbal de potencial como no hay ningún hombre que pueda que no peque, como también en el indicativo, así como del latín antiguo Junius, Tremelius y Vatablus lo tienen y la misma palabra también se utiliza en Sal. 119:11: "En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti". En el modo potencial y no en el modo indicativo: lo cual responde más al alcance universal de las escrituras, el testimonio de la verdad, y el sentido de casi todas los intérpretes, sin duda debe entenderse así y otras interpretaciones deben ser rechazadas como espurias".

Lo que se haya pensado sobre estas percepciones de estos autores para mí es respuesta clara y satisfactoria a la objeción fundada en estos pasajes, que la objeción pueda ser estrictamente verdad bajo la dispensación del Antiguo Testamento, y no prueba nada referente a la obtenibilidad de un estado de santificación completa bajo el Nuevo Testamento. ¡Qué! ¿Acaso la dispensación del Antiguo Testamento no difiere en nada del Antiguo Testamento en sus ventajas para adquisición de santidad? Si fuese verdad, de que nadie bajo la dispensación comparativamente oscura del judaísmo obtuvo un estado de santificación permanente, ¿acaso no prueba que un estado tal no es obtenible bajo el evangelio? Se establece expresamente en la epístola a los Hebreos 7:19 que el antiguo pacto no hizo nada perfecto, más que introducir una mejor esperanza. Bajo el antiguo pacto, Dios claramente prometió que haría un pacto nuevo con la casa de Israel y que escribiría la ley en sus corazones y las gravaría en su mente (Jer. 31:33). Y este nuevo pacto iba a hacerse con la casa de Israel bajo la dispensación cristiana. ¿Entonces qué prueban estos pasajes en el Antiguo Testamento en relación con los privilegios y la santidad de cristianos bajo la nueva dispensación?

No es mi propósito averiguar si algunos de los santos del Antiguo Testamento recibieron el nuevo pacto anticipadamente como para entrar en un estado de santificación permanente. Tampoco indagaré si, admitiendo que Salomón dijo en su tiempo, de que no había un hombre justo en la tierra que viviera y no pecara, lo mismo se pudo con la verdad equivalente haberse afirmado de cada generación bajo la dispensación judía. Se afirma expresamente de Abraham y de muchos santos más del Antiguo Testamento que murieron en fe sin haber recibido lo prometido (He. 11:13). Ahora bien, ¿qué puede significar? No puede ser que no recibieran las promesas, pues para ellos las promesas fueron hechas. No puede significar que no recibieran a Cristo, pues la Biblia expresamente afirma que lo hicieron--que Abraham se gozó de que había de ver el día de Cristo (Jn. 8:56)--que Moisés, y ciertamente todos los santos del Antiguo Testamento, tenían mucho conocimiento de Cristo como un Salvador para ser revelado, como para llevarlos a un estado de salvación. Pero aún no recibieron la promesa del Espíritu, como se derrama bajo la dispensación cristiana. Esto fue lo prometido, primero a Abraham, o a su descendencia, la cual es Cristo. Gá. 3:14, 16: "para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo"; y después a la iglesia cristiana, por todos los profetas. Hch. 2:16-21: "Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo". Hch. 2:38-39: "Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo". "Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare". Hch. 3:24, 26: "Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días". "A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad" y por último, por Cristo mismo, el cual expresamente diseña "la promesa" del Padre. Hch. 1:4-5: "Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, a cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". No recibieron la luz y la gloria de la dispensación cristiana, ni la plenitud del Espíritu Santo. Y se afirma en la Biblia, "para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros [esto es, sin nuestros privilegios]" (He 11:40).

La siguiente objeción está fundada en el Padre Nuestro. En esto Cristo nos ha enseñado a orar "y perdónanos nuestras deudas, como también perdonamos a nuestros deudores" (Mt. 6:12). Aquí se objeta que si una persona debe volverse completamente santificada, ya no podría usar esta cláusula de esta oración, que, se dice, fue claramente designada para usarse por la iglesia al fin del tiempo. Sobre esta oración observo:

1. Cristo nos ha enseñado a orar por la santificación completa en el sentido de santificación perpetua. "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt. 6:10).

2. Él planeó, que deberíamos esperar que esta oración fuese contestada, o que nos burláramos de él al pedirle lo que no creyéramos que fuera compatible con su voluntad, y eso también sabemos que no puede ser concedido consistentemente, que vamos a repetir este insulto a Dios tan seguido como oremos.

3. La petición para el perdón por nuestras ofensas, es clara, debe aplicarse a los pecados pasados, y no a los pecados que estamos cometiendo en el momento que hacemos la oración, pues sería absurdo y abominable orar por el perdón de un pecado que estamos en el acto de cometer.

4. Esta oración propiamente se hizo con respecto de cualquier pecado del que no nos hemos arrepentido, puesto que sería muy abominable a los ojos de Dios orar por el perdón de un pecado del cual no nos arrepentimos.

5. Si hubiese cualquier hora o día en el que un hombre no ha cometido un pecado presente, no se podría consistentemente hacer esta oración en referencia a esa hora o día.

6. Pero al mismo tiempo, sería altamente apropiado para que él haga esta oración en relación a todos sus pecados pasados, y eso también, aunque puede arrepentirse, y confesarlos, y orar por su perdón, mil veces antes. Esto no implica una duda de que si Dios ha perdonado los pecados de los que me he arrepentido, sino sólo es una renovación de nuestro dolor y humillación por nuestros pecados, y un reconocimiento fresco, y de ponernos en su misericordia. Dios puede perdonar cuando nos arrepentimos, antes de pedírselo, y mientras nos aborrecemos a nosotros mismos tanto como para no tener corazón para pedir perdón, pero el habernos perdonado no transmite una petición inapropiada.

7. Y aunque sus pecados pueden ser perdonados, debe aún confesarlos para arrepentirse de ellos, tanto en este mundo como en el mundo venidero. Y es perfectamente idóneo en tanto él viva en el mundo, por decir lo menos, para continuar arrepintiéndose, y repetir la petición del perdón. Para mí, no puedo ver por qué este pasaje deba ser una piedra de tropiezo, puesto que si es inadecuado orar por el perdón de pecados de los cuales me he arrepentido, entonces es impropio orar por perdón de algún modo. Y si esta oración no puede usarse con propiedad en referencia a los pecados pasados de los que ya me he arrepentido, no puede propiamente ser usada para nada, excepto en la suposición absurda de que vamos a orar por el perdón de pecados que estoy ahora cometiendo, y de los que no me he arrepentido. Y si es inadecuado usar esta forma de oración en referencia a los pecados de los que me he arrepentido, es tan impropio como usarlo en referencia a los pecados cometidos hoy o ayer, de los cuales me he arrepentido.

Otra objeción está fundada en Santiago 3:1-2: "Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo". Sobre esto observo:

1. El término referido a maestros aquí puede referirse a maestros, críticos o censores, entiéndase en el sentido bueno o malo. El apóstol exhorta a los hermanos a no ser muchos maestros, porque si lo son, incurrirán en mayor condenación porque, dice, ofendemos muchas veces. El hecho de que todos ofendemos aquí se apremia como una razón por la que no debemos ser maestros, lo cual muestra que el término maestros se utiliza aquí en el sentido malo. No nos hagamos maestros porque si lo somos, recibiremos mayor condenación porque todos somos grandes ofensores. Ahora entiendo que esto es el significado simple de este pasaje, que no se vuelvan muchos (o cualquiera) de ustedes censores o críticos, y se pongan a juzgar y a condenar a otros. Porque en la medida que han pecado, y somos grandes ofensores, recibiremos mayor condenación, si nos ponemos como censores. "Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido" (Mt. 7:2).

2. No me parece que el apóstol conciba afirmar cualquier cosa del carácter presente de él mismo, o de aquellos a quien escribe, ni haber tenido la alusión más remota de la doctrina de santificación completa, sino simplemente una verdad bien establecida en su aplicación a un pecado en particular; que si se vuelven censores, e injuriosamente condenan a otros, en la medida que han cometido muchos pecados, deben recibir mayor condenación.

3. Que el apóstol no planeó para negar la doctrina de la perfección cristiana o la santificación completa como se mantiene en estas lecciones parece evidente por el hecho de que inmediatamente añade al final del versículo 2 diciendo "Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo".

Otra objeción está fundada en 1 Juan 1:8: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros". Sobre esto comento:

1. Aquellos que hacen de este pasaje una objeción a la doctrina de santificación completa en esta vida suponen que el apóstol está aquí hablando de santificación en vez de justificación, mientras que un análisis honesto de este pasaje, si no me equivoco, se verá que es evidente que el apóstol no hace ninguna alusión aquí a la santificación, sino que está hablando solamente de justificación. Un poco de atención a la conexión en la cual este versículo se coloca nos dirá, creo yo, que es evidente. Pero antes de que prosiga a establecer lo que entiendo yo por el significado de este pasaje, considerémoslo en conexión con el que está colocado, en el sentido en el que lo entienden quienes lo citan para el propósito de oponerse a la opinión apoyada en estas lecciones. Entienden ellos al apóstol como afirmando que, si decimos que estamos en un estado de santificación completa y no pecamos, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Ahora si esto es lo que el apóstol quiere decir, se involucra él mismo, en esta conexión, en dos contradicciones plenas.

2. Este versículo es inmediatamente precedido por la aseveración de que "la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado". Ahora sería excepcional si inmediatamente después de esta aseveración el apóstol quisiera decir que no nos limpia de todo pecado, si decimos que lo hace, nos engañamos a nosotros mismos, porque acaba de sostener que la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Si esto fuera lo que quería decir, lo involucra en una contradicción tan palpable como pudo haber expresado.

3. Este modo de ver el tema entonces representa al apóstol en la conclusión del versículo 7 como diciendo la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado, y en versículo 8, como diciendo que si suponemos ser limpiados de todo pecado, nos engañamos a nosotros mismos, de este modo contradecimos plenamente lo que acaba de afirmar. Y en el versículo 9 continúa diciendo que "él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad"; esto es, la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado, pero si decimos que ésta lo hace, nos engañamos a nosotros mismos. Pero "si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad". Ahora toda maldad es pecado. Si somos limpios de toda maldad, somos limpios de pecado. Ahora supóngase que un hombre deba confesar su pecado, y Dios debe en fidelidad y justicia perdonar su pecado, y limpiarlo de toda maldad, y entonces debe confesar y profesar que Dios lo ha hecho; ¿acaso vamos a entender que el apóstol entonces afirmaría que se engaña a sí mismo al suponer que la sangre de Cristo limpia de todo pecado? Pero, como ya he dicho, no entiendo al apóstol como que afirma cualquier cosa con respecto al carácter moral presente de cualquiera, sino como que habla de la doctrina de la justificación.

Esto entonces me parece ser el significado de todo el pasaje. Si decimos que no somos pecadores, es decir, que no tenemos pecado que necesite de la sangre de Cristo, que nunca hemos pecado, y consecuentemente no necesitamos ningún Salvador, nos engañamos a nosotros mismos. Porque hemos pecado y nada más que la sangre de Cristo limpia el pecado, o procura nuestro perdón y justificación. Y ahora, si no negamos, sino confesamos que hemos pecado, "él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad". Pero "si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros" (Jn. 7:10).

Éstos son los pasajes principales que vienen a mi mente y creo que en ellos los opositores de esta doctrina han hecho énfasis. Y como no deseo prolongar la discusión, omitiré el estudio de otros pasajes.

Hay muchas objeciones a la doctrina de la santificación completa además de aquellas derivadas de los pasajes de la escritura que he considerado. Algunas de estas objeciones son sin duda honestamente sentidas, y merecen ser consideradas. Por tanto ahora procederé a verlas como van viniendo a mi mente.

1. Se objeta que la doctrina de la santificación completa y permanente en esta vida tiende a los errores del perfeccionismo moderno. Esta objeción ha sido propuesta por algunos hombres buenos, y no dudo, hecha honestamente. Pero aún no puedo creer que ellos hayan considerado el asunto debidamente. Me parece que un hecho pondría a un lado esa objeción. Es bien sabido que los metodistas de Wesley, como denominación, desde el periodo de inicio de su historia, han mantenido esta doctrina a lo largo y ancho. Ahora si tal es la tendencia de la doctrina, es extraño que esta tendencia nunca se haya desarrollado en esa denominación. Hasta donde sé, los metodistas han estado en gran medida, si no totalmente, exentos de errores sostenidos por perfeccionistas modernos. Perfeccionistas, como un cuerpo, y creo que con muy pocas excepciones, han surgido de esas denominaciones que niegan la doctrina de la santificación completa en esta vida.

Ahora para mí la razón de esto es obvia. Cuando los profesantes de religión, que han estado toda su vida cautivos, empiezan a averiguar denodadamente por la liberación de sus pecados, no han encontrado simpatía ni instrucción concerniente al prospecto de deshacerse de ellos en esta vida. Entonces han ido a la Biblia y ahí han encontrado, en casi todas sus partes, a Cristo que se presenta como el Salvador de sus pecados. Pero cuando proclaman esta verdad, son de inmediato tratados como herejes y fanáticos por sus hermanos hasta que, siendo vencidos por el mal, caen en censura, y han encontrando a la iglesia decidida y completamente equivocada en su oposición a esta verdad tan importante, pierden confianza en sus ministros y la iglesia, y siendo influidos por un espíritu equivocado, Satanás se aprovecha y los lleva al extremo del error y del engaño. Esto creo que es la verdadera historia de muchos de la mayoría de los miembros piadosos de las iglesias calvinistas. Por el contrario, los metodistas están mucho más seguros contra estos errores. Se les enseña que Jesucristo es Salvador de todo pecado de este mundo. Y cuando indagan por la liberación, son dirigidos a Jesucristo como un redentor presente y todo suficiente. Hallar simpatía e instrucción en este gran punto agonizante, la confianza en sus ministros y sus hermanos permanece, y caminar calladamente con ellos.

Me parece imposible que la tendencia de esta doctrina deba ser en los errores peculiares de los perfeccionistas modernos, y sin embargo ninguna instancia ocurre entre todos los ministros metodistas, o miles de sus miembros en cien años.

Y aquí déjenme decir, es mi plena convicción, que sólo hay dos formas en que los ministros de hoy previenen a miembros de sus iglesias de volverse perfeccionistas. Uno es que sufran por vivir tan lejos de Dios que no indaguen acerca de la santidad de corazón; y el otro es más pleno para inculcar la doctrina gloriosa de la consagración entera; y eso es el gran privilegio, como también el deber de los cristianos para vivir en un estado de consagración entera a Dios. Tengo muchas cosas adicionales que decir acerca de la tendencia de esta doctrina, pero ahora esto debe ser suficiente.

Para algunos se dice que es idéntica al perfeccionismo, y se hacen intentos para mostrar en qué son lo mismo los detalles del perfeccionismo antinomiano y nuestros puntos de vista. Sobre esto comento:

(1.) Parece haber sido una política favorita de ciertos escritores controversiales por mucho tiempo en vez de recibir una proposición en campo abierto de un argumento justo y cristiano, para darle un mal nombre, e intentar reprimirlo, no por la fuerza del argumento, sino mediante la demostración que es idéntico o que sostiene una relación cercana con el pelagianismo, antinomianismo, calvinismo, o algún otro ismo, contra el cual ciertas clases de mentes están profundamente prejuiciadas. En la controversia reciente entre lo que se llama la vieja escuela y la nueva escuela de ministros que no han experimentado el dolor de los intentos frecuentes que han reprimido la nueva escuela de divinidad, como es llamada, al llamarla pelagianismo, y otros escritores para mostrar la similitud de las opiniones que existen entre ellas.

Éste es un método muy insatisfactorio de ataque o defensa de cualquier doctrina. No hay duda que existen muchos puntos de acuerdo entre Pelagio y todos los ministros ortodoxos, y también hay muchos puntos de desacuerdo entre ellos. Asimismo, hay muchos puntos de acuerdo entre los perfeccionistas modernos y todos los cristianos evangélicos, como también hay puntos de desacuerdo entre la iglesia cristiana en general. Es verdad que hay algunos puntos de acuerdo entre los suyos y los míos al igual que estamos totalmente en desacuerdo concerniente a aquellos puntos que constituyen sus grandes características. Pero si realmente estuviese de acuerdo en todos los puntos de Agustín, o Edwards o Pelagio, o los perfeccionistas modernos, ni el buen o mal nombre de cualquiera de éstos probaría que mis opiniones son correctas o incorrectas. Permanecería, después de todo, para mostrar que aquellos con quienes estoy en desacuerdo estuviesen bien o mal al fin, por un lado, para establecer aquellos por los que contiendo, o por el otro, para derrocar aquello que mantengo. Es con frecuencia más conveniente dar a una doctrina o un argumento un mal nombre que responder a ella con sobriedad y satisfacción.

(2.) No es raro que seamos culpados por mantener la misma opinión de los perfeccionistas, mientras todavía parezcan estar violentamente opuestos a nuestros puntos de vista, puesto que los han entendido más que otras personas. Se me ha informado por uno de sus dirigentes que él me considera uno de los principales constructores de Babilonia.

Con respecto a los perfeccionistas modernos, aquellos que han estado familiarizados con sus escritos saben que algunos de ellos han ido mucho más allá de la verdad que los otros. Algunos de sus dirigentes, que empezaron con ellos, y adoptaron su nombre, dejaron de adoptar algunos de los errores más abominables, aun manteniendo la autoridad y obligación perpetua de la ley moral; y así se han salvado de muchas de las nociones más objetables y destructivas de la secta. Hay muchos más puntos de acuerdo entre la clase de perfeccionistas y la iglesia ortodoxa, que entre la iglesia y alguna otra clase de ellos. Y hay todavía un número importante de puntos de discrepancia, como todos saben quienes poseen la información correcta sobre este tema.

Aborrezco la práctica de denunciar toda clase de hombres por los errores de algunos de ese nombre. Estoy consciente de que hay muchos que han dado el término de perfeccionista, quienes como verdaderamente aborrecen los extremos del error hacia el cual muchos de ese nombre han caído, como quizá cualquier persona viva.

2. Otra objeción es que las personas no podrían vivir en este mundo si fuesen completamente santificadas. ¡Qué extraño! ¿Acaso la santidad lastima a un hombre? ¿Acaso la conformidad perfecta a todas las leyes de la vida y salud, tan física como moral, la hacen imposible por la que el hombre viva? Si un hombre fuese liberado de su rebelión contra Dios, ¿lo mataría ésta? ¿Acaso parece haber sido cualquier cosa en la santidad de Cristo inconsistente con la vida y la salud? El hecho es que esta objeción está fundada en un error garrafal en cuanto a qué constituye la santificación completa. Quienes sostienen esta objeción suponen que este estado implica un grado continuo y muy intenso de agitación, y muchas cosas que no están implícitas en ella. He pensado que es más bien un estado glorificado en vez de santificado el que la mayoría de los hombres tienen ante sus mentes cuando consideran este tema.

Cuando Cristo estuvo en la tierra, estuvo en un estado santificado pero no en un estado glorificado. "Bástale al discípulo ser como su maestro" (Mt. 10:25). Ahora bien, ¿qué hay ahí en el carácter moral de Jesucristo, como está representado en su vida, que no pueda y no deba ser plenamente copiado en la vida de cada cristiano? No hablo de su conocimiento, sino de su espíritu y temperamento. Pésese bien cada circunstancia de su vida que ha llegado a nosotros y dígase, amado, ¿qué hay ahí que no pueda, por la gracia de Dios, ser copiado para uno? Y creo que ustedes, que una imitación plena de él en todo lo que se relaciona con los estados de su carácter moral, ¿lo haría imposible para que vivan en el mundo?

3. De nuevo, se objeta que debamos volvernos completamente santificados, en el sentido de santificados permanentemente, y que no podríamos saberlo, y no deberíamos poder profesarlo inteligentemente. Respondo: Todo lo que necesita saber o profesar un alma santificada es que la gracia de Dios en Cristo sea suficiente para ella, para que se dé cuenta de que es verdad, como hizo Pablo, de que puede hacer todas las cosas a través de Cristo quien la fortalece y que no espera pecar, sino que por el contrario, se le faculta mediante la gracia para ser considerada muerta al pecado, pero viva para Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor (Ro. 6:11). Un santo no puede saber que nunca pecará de nuevo, puede que se le espere que no peque más debido a su confianza, no por sus propias resoluciones, o fuerza, o logros, sino simplemente por la gracia infinita y fidelidad de Cristo. Puede verse, considerarse, explicarse, apreciarse él mismo como si estuviese muerto en obra y en hecho al pecado, y como si hubiese terminado con él, como si estuviese vivo ante Dios, y esperar a partir de ahí vivir enteramente para Dios, tanto como espera vivir, y puede ser verdad que así vivirá, sin que su ser pueda decir que él sabe que está, en el sentido de permanente y completamente santificado. Esto no sabe, pero puede creer sobre la fuerza de tales promesas como en 1 Ts. 5:23-24: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará". Es también verdad de que un cristiano pueda obtener un estado en el que no caerá más en pecado, en realidad, mientras, al mismo tiempo, no pueda expresar incluso una persuasión cabal de que nunca caerá nuevamente. Lo único que podría decir inteligentemente es: "Dios sabe que espero no pecar más, pero la situación mostrará. Que el Señor me guarde; confío que lo hará".

4. Otra objeción es que la doctrina tiende a orgullo espiritual. Y desde luego es verdad que volverse perfectamente humilde tiende al orgullo. Pero la humildad completa se incluye en la santificación completa. ¿Es verdad que uno debe permanecer en pecado y por supuesto acariciar el orgullo con la finalidad de evitarlo? ¿Es la humildad de ustedes más segura en sus manos, y están más seguros contra el orgullo espiritual, al rehusar recibir a Cristo como su ayudador, del que lo estuvieran al abrazarlo como su pleno Salvador?

He visto varias consideraciones en los escritos recientes y he oído varias sugerencias de varias partes que han hecho más que aumentar el temor que he contemplado por algún tiempo que multitudes de cristianos y ciertamente varios ministros, tienen posturas defectivas de la salvación por fe en Jesucristo. Para la doctrina de la santificación completa en esta vida, como se cree y se enseña por algunos de nosotros, ha sido con frecuencia objetada últimamente, que las oraciones ofrecidas en concordancia con esta creencia, y por un alma santificada, saborearía fuertemente el orgullo espiritual y pretensiones santurronas. He visto esta objeción establecida con toda su fuerza últimamente, en una publicación religiosa en la forma de una supuesta oración, de un alma santificada, el objeto del cual fue claramente para exponer el absurdo horrible, la santurronería, y orgullo espiritual de una oración, o más bien de acción de gracias, hecha en concordancia con la creencia de que uno está completamente santificado. Ahora, debo confesar, que una oración junto con objeciones y observaciones que sugieren la misma idea, han creado en mi mente un grado grande de alarma. Mucho me temo que muchos de nuestros ministros al contender por la doctrinas de gracia, han totalmente perdido de vista el significado del lenguaje que utilizan, y que tienen en realidad más que muy poco entendimiento práctico de lo que se intenta por salvación por gracia, en oposición a la salvación por obras. Si esto no es el caso, no sé cómo responder por su sentir, y por establecer tal objeción como esta a la doctrina de la santificación completa.

Ahora bien, si entiendo la doctrina de salvación por gracia, tanto la santificación como la justificación son causadas por la gracia de Cristo a través de la fe. Si ésta es la verdadera doctrina de la Biblia, ¿qué objeción terrenal puede haber para nuestra confesión, profesión y agradecimiento a Dios por nuestra santificación, no más que nuestra justificación? Claro, es cierto que en nuestra justificación nuestra propia agencia no concierne, mientras que nuestra santificación sí. Pero entiendo la doctrina de la Biblia para ser, que ambas suceden por la gracia a través de la fe, y que no debemos ser antes santificados sin la gracia de Cristo de lo que debamos ser justificados sin ella. Ahora bien, ¿quién finge negar esto? Y sin embargo es verdad, ¿de qué peso es esa clase de objeciones a las cuales aludo? Éstas claramente se vuelven en contra de la idea, sin duda latente y asentada profundamente en la mente, que la santidad real de los cristianos, sea cual sea el grado que exista, de alguna manera, para atribuírsele algo de bondad que origina en ellos mismos y no en la gracia de Cristo. Pero permítaseme preguntar, ¿cómo es posible que los hombres que contemplan, real y prácticamente, las posiciones correctas sobre este tema, puedan por alguna posibilidad sentir, como si se probara concluyentemente la actitud farisea o santurrona para profesar y agradecer a Dios por la santificación? ¿Acaso no es entendido por todos que la santificación es por gracia y que el evangelio ha sido hecho provisión abundante para la santificación de todos los hombres? Esto es ciertamente admitido por quienes han establecido esta objeción. Ahora, si esto es así, ¿cuál es lo más honorable para Dios, confesar y quejarse de que nuestros pecados triunfan y ganan dominio sobre nosotros, o poder verdadera y honestamente agradecerle por habernos dado la victoria sobre nuestros pecados? Dios ha dicho, "Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Ro. 6:14).

Ahora bien, en vista de eso y de las multitudes de promesas similares, supóngase que vamos ante de Dios y decimos: "Ay Señor, has hecho estas grandes y preciosas promesas, pero en realidad no van de acuerdo con nuestra propia experiencia, pues el pecado tiene continuamente dominio sobre nosotros. Tu gracia no es suficiente para nosotros. Somos vencidos de continuo por la tentación a pesar de tu promesa de que en cada tentación nos darías la salida. Tú dijiste que la verdad nos haría libres, pero no somos libres. Somos todavía esclavos de nuestros apetitos y lujurias".

Ahora bien, ¿cuál, pregunto, es lo más honorable para Dios, continuar con una serie de confesiones y acusaciones de mí mismo, que son una completa contradicción a las promesas de Dios, y casi, por decir lo menos, una obra burlesca sobre la gracia del evangelio, o poder, mediante la gracia, confesar que hemos encontrado en ella la verdad en nuestra experiencia, que su gracia es suficiente para nosotros--que como es nuestro día así es nuestra fuerza, y que el pecado no tiene dominio sobre nosotros porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia?

A esto sé que será contestada, que en esta confesión de nuestros pecados no impugnamos la gracia o la fidelidad de Dios en la medida en que todas estas promesas están condicionadas en la fe, y consecuentemente, que la razón de nuestra permanencia en pecado para ser atribuida a nuestra incredulidad, y no es por tanto menosprecio a la gracia de Cristo, sino pido que sea considerado debidamente que la fe misma es la operación de Dios--es ella misma producida por la gracia; y por tanto, el hecho de nuestro ser obligado a confesar nuestra incredulidad es una deshonra a la gracia de Cristo. ¿Es honorable o no honorable para Dios que debamos poder confesar que incluso nuestra incredulidad es vencida, y que podamos testificar desde nuestra propia experiencia que la gracia del evangelio es suficiente para nuestra presente salvación y santificación? Hay sin duda una vasta cantidad de santurronería en la iglesia que mientras se habla de gracia, realmente no significa nada por ella, pues para que un hombre vaya más allá para esperar es convertido, parece para muchas mentes saborear la santurronería. Ahora, ¿por qué es esto a menos que ellos mismos contemplen las nociones de santurronería referentes a la conversión? Muchas personas se sentirían escandalizadas por oír a un hombre en oración incompetentemente agradecer a Dios que hubiese sido convertido y justificado. Y ellos pueden de una vez sentirse escandalizados ante eso, y precisamente sobre el mismo principio, como para escandalizarse si deba incompetentemente agradecer a Dios que había sido santificado por su gracia.

Pero de nuevo, digo, que el mismo hecho de que un hombre se sienta escandalizado por oír a un alma convertida o santificada incompetentemente agradecer a Dios por la gracia recibida muestra que muy en el fondo de su corazón yace oculto la postura de santurronería de la forma de salvación, y que en su mente toda santidad en cristianos es una base de jactancia, y que, si las personas se han vuelto verdaderamente y plenamente santificadas, realmente tienen bases para jactarse ante Dios. No sé cómo más dar razón de este prejuicio increíble. De mi parte, no lo concibo que sea la evidencia más mínima de santurronería, cuando oigo a un hombre con sinceridad y de corazón agradecer a Dios por convertirlo y justificarlo por su gracia. Ni tampoco debo sentirme horrorizado o escandalizado o disgustado al oír a un hombre agradecer que Dios lo haya santificado totalmente por su gracia. Si en uno o ambos casos tengo la evidencia corroborativa de una vida aparentemente santa, debo bendecir a Dios, cobrar ánimo, y desear visitar la gloria de Dios por tal momento de su gracia gloriosa y excelente.

El sentimiento parece ser muy general de que tal oración o agradecimiento sea similar, de hecho, y en el principio sobre el cual descansa con la del fariseo aludido por nuestro Salvador. Pero ¿qué razón hay para esa suposición? Se nos informa claramente que esa fue la oración de un fariseo. Pero los fariseos eran santurrones que expresa y abiertamente rechazaban la gracia de Cristo. El fariseo entonces se jactó de su santurronería, originada y consumada por su propia bondad y no en la gracia de Cristo. De ese modo, no agradeció a Dios que la gracia de Cristo le haya hecho distinto a los otros hombres. Ahora, esa oración fue hecha para enseñarnos la insensatez abominable de cualquier hombre que pone en un reclamo la rectitud y la verdadera santidad independientemente de la gracia de Dios por Jesucristo. Pero ciertamente esto es una cosa infinitamente diferente del agradecimiento de un alma que plenamente reconoce la gracia de Cristo, y que atribuye su santificación completa a esa gracia. Y no puedo ver a un hombre, que se ha despojado él mismo de nociones fariseas con respecto a la doctrina de la santificación, pueda suponer que estas dos oraciones sean análogas en su principio y espíritu.

 

retorno a INDEX