LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 32

Justificación

 

Cristo es representado en el evangelio como el que sostiene tres clases de relaciones con los hombres:

 

1. Aquellas que son puramente gubernamentales.

2. Aquellas que son puramente espirituales.

3. Aquellas que unen a estas dos.

 

Ahora consideramos a Cristo como nuestra justificación. Mostraré:

 

I. Lo que no es justificación del evangelio.

Hay muy poca duda en teología de que la justificación se ha cargado del misticismo más injurioso y técnico.

La justificación es el pronunciamiento de uno como justo. Se puede hacer en palabras, o prácticamente por tratamiento. La justificación debe ser, en algún sentido, un acto gubernamental, y es de importancia indagar para un entendimiento correcto de la justificación del evangelio si es un acto del departamento de gobierno judicial, ejecutivo, o legislativo; esto es, si la justificación del evangelio consiste en una acción judicial o forense[1], o si consiste en indulto, poner a un lado la ejecución de una pena incurrida, y si es por tanto propiamente un acto ejecutivo o legislativo. Veremos que aclarar este asunto es de suma importancia en teología y en tanto lo hacemos, para que, si es consistente, debamos ver muchos asuntos importantes y muy prácticos en teología. Esto me lleva a decir…

Que la justificación del evangelio no debe considerarse como proceso forense (legal) o judicial. El doctor Chalmers y sus seguidores sostienen que sí, pero en realidad es un gran error como veremos. El término forense viene de foro, "una corte". Una acción legal o forense pertenece al departamento judicial de gobierno, cuyo asunto es establecer los hechos y pronunciar sentencia de la ley. Este departamento no tiene poder sobre la ley, más que pronunciar juicio de acuerdo con su verdadero espíritu y significado. Las cortes nunca indultan, o hacen a un lado la ejecución de penas. Esto no les pertenece, sea el departamento ejecutivo o el legislativo. Frecuentemente, este poder en gobiernos humanos descansa en el jefe del departamento ejecutivo, el cual es, por lo menos generalmente, una rama del poder legislativo del gobierno. Pero nunca el poder de indultar es ejercido por el departamento judicial. El fundamento de una justificación judicial o forense es invariablemente, y debe ser, obediencia universal a la ley. Si solamente un crimen, o incumplimiento de la ley, se presume y se prueba, la corte debe inevitablemente condenar, y en ningún caso puede justificar, o declarar justo al convicto. La justificación del evangelio es la justificación de los pecadores; es por consiguiente, naturalmente imposible, y una contradicción de la más palpable afirmar que la justificación de un pecador, o de uno que ha violado la ley, es una justificación forense o judicial. Eso sólo es, o puede ser, una justificación legal o forense, que procede bajo el fundamento de su comparecencia de que una persona justificada está sin culpa, o en otras palabras, que no ha violado la ley, que sólo ha hecho lo que tenía derecho legal hacer. Ahora es ridículo afirmar que un pecador pueda ser declarado justo ante el ojo de la ley, que puede ser justificado por obras de la ley, o por la ley. La ley lo condena. Pero ser justificado de modo judicial o forense es ser pronunciado justo en el juicio de la ley. Esto ciertamente es una imposibilidad con respecto a pecadores. La Biblia es tan clara como es posible sobre este punto. Romanos 3:20: "ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado".

Es pertinente decir aquí que el doctor Chalmers y los seguidores de su escuela no intentan que los pecadores sean justificados por su propia obediencia de la ley, sino por la obediencia perfecta e imputada de Cristo. Sostienen que por la razón de la obediencia de la ley que Cristo ejecutó cuando estuvo en la tierra, siendo puesta para el mérito de los pecadores elegidos, e imputados a ellos, la ley los considera como que ejecutaron obediencia perfecta en él, o los considera como que obedecieron por poderes, y por tanto, los declara justos, a condición de la fe en Cristo. Esto, insisten, es propiamente una justificación forense o judicial. Pero este asunto se tocará más apropiadamente bajo otro encabezado.

 

II. ¿Qué es justificación del evangelio?

No consiste en la ley que declara justo al pecador, sino en su ser es tratado esencial y gubernamentalmente como si fuera justo; esto es, consiste en un decreto gubernamental de indulto o amnistía --en arrestar y hacer a un lado la ejecución de la pena incurrida de ley--en indultar y restaurar el favor a quienes han pecado, y a quienes la ley ha declarado culpables, en aquellos que se ha dictado sentencia de muerte eterna, y recompensarlos como si hubiesen sido rectos. Como prueba de esta posición observo…

1. Que esto es lo más inequívocamente enseñado en las escrituras del Antiguo Testamento. Todo el sistema de sacrificios enseñó la doctrina del indulto con la condición de la expiación, arrepentimiento, y fe. Esto, bajo la antigua de dispensación, se representa constantemente como una aceptación misericordiosa de los penitentes, y nunca como una absolución forense o judicial, o justificación de ellos. El propiciatorio cubría la ley en el arca del pacto. Pablo en Romanos 4:6-8 nos indica lo que era la justificación en el sentido en el que entendieron los santos del Antiguo Testamento: "Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado". Esta cita de David muestra lo que David y Pablo entendían por justificación, es decir, el indulto y aceptación del pecador penitente.

2. El Nuevo Testamento plenamente justifica y establece esta postura sobre el tema, como veremos abundantemente bajo otro encabezado.

3. Los pecadores no pueden remotamente ser justos en ningún caso. Bajo ciertas condiciones pueden ellos ser indultados y tratados como justos. Pero es imposible y absurdo que los pecadores sean declarados justos de manera forense.

 

III Condiciones de la justificación.

 

En esta discusión uso el término condición en el sentido de un sine qua non[2], un "sin la cual no". Esto es su sentido filosófico. Una condición tan distinta de un fundamento de justificación es cualquier cosa sin la cual los pecadores no pueden ser justificados, que, sin embargo, no es la causa que procura o la razón fundamental de su justificación. Como veremos, hay muchas condiciones mientras hay una sola base de justificación de pecadores. Percibiremos la aplicación e importancia de esta distinción en tanto procedamos.

Como se ha dicho ya, no puede haber justificación en el sentido legal o forense, sino con base en obediencia universal, perfecta e ininterrumpida a la ley. Esto desde luego es negado por quienes sostienen una justificación forense o judicial. Se sostienen en la máxima legal, que cuando un hombre hace por otro lo hace por él mismo, y por tanto la ley considera la obediencia a Cristo como nuestra bajo el fundamento de que obedeció por nosotros. A esto respondo…

1. La máxima legal acabada de mencionar no aplica, excepto en casos donde uno actúa de parte de otro por su propia designación, que no era el caso de la obediencia de Cristo, y …

2. La doctrina de justicia imputada, o que la obediencia de Cristo a la ley fue contada como nuestra obediencia, está fundada en la más falsa y absurda suposición; es decir, que Cristo no debía obediencia a la ley en su propia persona, y que por consiguiente su obediencia toda junta era una obra de supererogación, y pudo ser hecha un sustituto por nuestra propia obediencia; que pudiera hacer para nuestro mérito, porque no necesitó obedecer para sí mismo.

Debo observar aquí que la justificación respeta la ley moral, y que debe intentarse que Cristo no debiera obediencia a la ley moral, y por tanto su obediencia a esa ley, siendo totalmente una obra de supererogación, es puesta para nuestro mérito como la base de nuestra justificación bajo la condición de fe en él. Pero seguramente esto es un error obvio. Hemos visto que el espíritu de la ley moral requiere buena disposición para Dios y el universo. ¿Acaso estaba Cristo bajo obligación de hacer esto? No, ¿acaso no estaba más bien bajo obligación infinita para ser perfectamente benevolente? ¿Acaso era posible para él que fuera más benevolente de lo que la ley requiere ser a Dios y a todos sus santos? ¿Acaso no debía él la consagración entera de corazón y vida para el bien supremo del ser universal? Si no, entonces la benevolencia en él no era virtud, pues no sería una conformidad con la obligación moral. Era naturalmente imposible para él, y es naturalmente imposible para cualquiera hacer una obra de supererogación; esto es, ser más benevolente de lo que le requiere la ley que sea. En efecto, un ser que no debía obediencia a la ley moral debe ser totalmente incapaz de virtud, pues ¿qué es virtud sino obediencia a ley?

Pero si Cristo debía obediencia personal a la ley moral, entonces su obediencia no podría ser más que justificarse a sí mismo. Nunca puede ser imputada en nosotros. Estaba obligado él mismo para amar a Dios con todo su corazón y alma y mente y fuerza, y a su prójimo como a él mismo. No hizo más que eso. Fue naturalmente imposible, entonces, para él que obedeciera por nosotros.

Hay, no obstante, bases y condiciones válidas de justificación.

1. El sufrimiento vicario o expiación de Cristo es una condición de la justificación, o del indulto y aceptación de pecadores penitentes. Ha sido común ya sea confundir las condiciones con base en la justificación, o deliberadamente representar la expiación y obra de Cristo como la base, tan distinta del evangelio y opuesta a una condición de justificación. Al tratar este asunto, es importante distinguir entre el fundamento y las condiciones de la justificación y considerar la expiación y la obra de Cristo, pero sólo como una condición de justificación de evangelio. Por fundamento quiero decir la causa movedora y procuradora en la cual el plan de redención se originó como su fuente, y la cual fue la razón fundamental o la base de todo el movimiento. Esto fue benevolencia y disposición misericordiosa de toda la Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo. Este amor hizo la expiación, pero ésta no engendró este amor. La Trinidad deseó salvar a los pecadores, pero no podía hacerlo con salvedad, sin riesgo para el universo, a menos que algo fuera hecho para satisfacer la justicia pública, no la justicia retributiva. Se recurrió a la expiación como un medio de reconciliar el perdón con toda la administración de justicia. Una disposición misericordiosa en la Trinidad fue la fuente, el fundamento y el motivo principal, de todo el movimiento, mientras que la expiación fue una condición o medio, o aquello sin el cual el amor de Dios no podría de manera segura manifestarse a sí mismo para justificar y salvar a los pecadores.

Fallar en hacer esta distinción, y representar la expiación como el fundamento de la justificación del pecador, ha sido una ocasión triste de tropiezo para muchos. En efecto, el todo de las cuestiones de naturaleza, diseño, extensión, relación relevante de la expiación depende y participa en esta distinción. Algunos representan la expiación no como demanda, ni como que procediera del amor de Dios o de la disposición misericordiosa, sino de una ira inexorable del Padre, dejando la impresión de que Cristo era más misericordioso, y más amigo de los pecadores que el Padre. Muchos han recibido esta impresión desde el púlpito y han escrito representaciones, como bien sé.

Otros, tocante a la expiación como el fundamento en oposición a la condición de justificación, han sostenido la expiación como el pago literal de la deuda de los pecadores, y de la naturaleza de una transacción comercial: un quid pro quo,[3] una consideración de valor pagada por Cristo al sufrir la misma cantidad como se merecía por el número total de los elegidos; de este modo, niegan la idea de una disposición misericordiosa en el Padre, y lo representan como el que demanda un pago para dispensar y salvar a los pecadores. Algunos seguidores de esta corriente han sostenido que, como Cristo ha muerto, el pecador elegido tiene derecho a demandar su justificación sobre el fundamento de que puede presentar la expiación y obra de Cristo, y decirle al Padre, "he aquí el precio; exijo el producto". Esta clase, desde luego, debe sostenerse en la naturaleza limitada de la expiación, o debe ser universalista.

Otros de nuevo se han dado por vencidos, o nunca estuvieron de acuerdo con la postura de que la expiación era de la naturaleza del pago literal de una deuda, y sostuvieron que era gubernamentalmente conveniente reconciliar el indulto del pecado con toda la administración de justicia: que era suficiente para todos como para una parte de la humanidad, y que no incluía aquellos para quienes fue hecho un indulto por el motivo de la justicia, sino que los hombres son justificados libremente por gracia a través de la redención que está en Cristo, y todavía persisten sin consistencia en representar la expiación como el fundamento , y no meramente como la condición de justificación.

Aquellos que sostienen que la expiación y la obediencia de Cristo fueron y son el fundamento de la justificación de pecadores, en el sentido del pago de su deuda, consideran toda la gracia en la transacción como si consistiese en la expiación y la obediencia de Cristo, y excluyen la gracia del acto de justificación. Consideran la justificación como un acto forense. Yo considero la expiación de Cristo como la condición necesaria para manifestar con seguridad la benevolencia de Dios en la justificación y la salvación de pecadores. Una disposición misericordiosa de toda la Trinidad fue la base, y la expiación una condición de justificación. La misericordia habría salvado sin una expiación, si hubiera sido posible hacerlo.

Se ha mostrado abundantemente que los sufrimientos de Cristo, y especialmente su muerte, fueron vicarios al tratar el tema de la expiación. No necesito repetir aquí lo que dije anteriormente. Aunque Cristo debía perfecta obediencia a la ley moral por él mismo, y no podía por tanto obedecer como nuestro sustituto, pero ya que obedeció perfectamente, no debió a la ley o al gobierno Divino ningún sufrimiento por su propia cuenta. Pudo por tanto sufrir por nosotros. Esto es, pudo, para responder propósitos gubernamentales, sustituir su muerte por la imposición de la pena de muerte sobre nosotros. No pudo realizar obras de supererogación, pero pudo soportar los sufrimientos de supererogación en el sentido de que no los debe por él mismo. La doctrina de sustitución, en el sentido que acabo de decir, aparece en todos lados en ambos Testamentos. Es la idea central, el pensamiento prominente, que yace en todas las escrituras. Veamos algunos pasajes que sirven como ejemplo de la clase que enseña esta doctrina:

Lv. 17:11: "Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona".

Is. 53: 5. 6, 11: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros… Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos".

Mt. 20:28: "como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos".

Mt. 26:28: "porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados".

Jn. 3:14-15: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,(A) así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".

Jn. 6: 51: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo".

Hch. 20:28: "Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre".

Ro. 3:24-26: "siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús".

Ro. 5:6-9, 11, 18-19: "Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira...Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación… Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos".

1 Co. 5:7: "Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros".

1 Co. 15: 3: "Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras".

Gá. 3:13-14: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero) para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu".

Ef. 2:13: "Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo".

He. 9:12-14, 22-28: "y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan".

1 P. 1:18-19: "sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación".

1 P. 2: 24: "quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados".

1 Jn. 1:7: "pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado".

1 Jn. 4:9-10: "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados".

Éstos y muchos pasajes parecidos establecen el hecho sin ninguna duda de que la expiación vicaria de Cristo es una condición de nuestro indulto y aceptación con Dios.

2. El arrepentimiento es también una condición de nuestra justificación. Obsérvese, aquí también el uso del término condición en el sentido de un "sin la cual no", y en el sentido de un "aquello por la causa de la cual" el pecador es justificado. Seguramente que el gobierno de Dios no puede indultar el pecado sin arrepentimiento. Ésta es una doctrina de lo natural tan cierta, como la de religión revelada. Es obvio que hasta que el pecador rompa con sus pecados mediante el arrepentimiento o el volver a Dios, no puede ser justificado en ningún sentido. Esto es dado por sentado, contenido, y enseñado en la Biblia. Ningún lector de la Biblia puede poner esto en duda, y sería inútil citar más pasajes.

3. La fe en Cristo es, en el mismo sentido, otra condición de justificación. Hemos ya examinado la naturaleza y la necesidad de fe. Me temo que ha habido mucho error en las concepciones de muchos sobre este tema. Han hablado de justificación por fe, como si supusieran que por un señalamiento arbitrario, la fe fue la condición, y la única condición de justificación. Esto parece ser un punto de vista antinomiano. La clase de personas aludieron hablar de justificación como si fuese por fe, y no por Cristo a través de la fe, que el pecador penitente es justificado; como si la fe y no Cristo, fuera nuestra justificación. Parecen considerar la fe no como natural, sino meramente como una condición mística de justificación; como trayéndonos a un pacto y relación mística con Cristo en consecuencia de la cual su justicia u obediencia personal es imputada en nosotros. Nunca debe olvidarse que la fe, que es la condición de la justificación, es la que obra por amor. Es la fe a través y por la que Cristo santifica el alma. Una fe que santifica une al creyente con Cristo como su justificación, pero recuérdese siempre que ninguna fe recibe a Cristo como una justificación para reinar que no lo reciba a él como una santificación para reinar dentro del corazón. Hemos visto que el arrepentimiento, como también la fe, es una condición de justificación. Veremos que la perseverancia en obediencia al fin de la vida es también una condición de justificación. Se habla con frecuencia de fe en la escritura como si fuera la única condición de salvación porque, como hemos visto, de la misma naturaleza implica arrepentimiento y toda virtud.

Hemos visto que la fe es una condición naturalmente necesaria. Dejemos que los siguientes pasajes sirvan de ejemplo de la manera en la que las escrituras hablan de este tema.

Mr. 14:15-16: "Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado."

Jn. 1:12: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios".

Jn. 3:16, 36: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él".

Jn. 6:28-29, 40: "Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. "Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero".

Jn. 8:24, 44, 47: "Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios".

Jn. 11:25: "Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá".

Hch. 10:43: "De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre".

Hch. 16:31: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa".

Ro. 4:5: "mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia".

Ro. 10:4: "porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree".

Gá. 2:16: "sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado".

He. 11:6: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan".

1 Jn. 5:10-13: "El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida".

4. La santificación presente, en el sentido de consagración plena y presente para Dios, es otra condición, no el fundamento, de justificación. Algunos teólogos han hecho la justificación una condición de santificación en vez de hacer la santificación una condición de justificación. Pero esto veremos que es una postura equivocada del tema. El error está fundado en un malentendido de la naturaleza de justificación y santificación. Santificar es poner aparte, consagrarse para un uso particular. Santificar cualquier cosa para Dios es poner aparte para su servicio, consagrarlo para él. Santificarse uno mismo es apartarse voluntariamente para consagrarse uno mismo a Dios. Ser santificado es ser puesto aparte para ser consagrado para Dios. La santificación es un acto o un estado de ser santificado o puesto aparte para el servicio de Dios. Es un estado de consagración para él. Ésta es obediencia presente a la ley moral. Es el todo del deber presente y está contenido en el arrepentimiento, fe, regeneración, como hemos visto abundantemente. La santificación es a veces usada para expresar un estado permanente de obediencia a Dios o de consagración. En este sentido no es una condición de justificación presente o del indulto y aceptación, sino es una condición de aceptación continua y permanente con Dios. Ciertamente, no puede ser verdad que Dios acepte y justifique al pecador en sus pecados. La Biblia por todos lados representa a las personas justificadas como santificadas, y siempre expresamente o implícitamente, condiciona la justificación sobre justificación, en el sentido de obediencia presente a Dios. 1 de Corintios 6:11: "Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios". Es eso más que un ejemplo de la manera en la que se habla de las personas justificadas en la Biblia. También, Romanos 8:1: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". Si se objeta, como puede ser, que las escrituras con frecuencia hablan de los santos, o personas verdaderamente regeneradas, como que necesitan justificación, y de santificación como algo que viene después de la regeneración, y como aquello que los santos apuntan para obtener, respondo, que cuando se habla así de la santificación, es sin duda usada en un sentido más elevado ya observado; es decir, para denotar un estado de ser en fe asentado, establecido, enraizado, y fundamentado en amor, siendo así confirmado en la fe y obediencia del evangelio, como para sostener en la forma firme, inamovible, siempre abundando en la obra del Señor. Esto sin duda es una condición de justificación presente. Por santificación que es una condición de justificación, se intenta lo siguiente:

(1.) Que la consagración presente, plena y completa del corazón y vida para Dios y su servicio sea una condición inalterable de indulto presente de pecado pasado, y de aceptación presente con Dios.

(2.) Que el alma penitente permanezca justificada en tanto continúe la consagración de corazón. Si cae de su primer amor a un espíritu de autocomplacencia, cae de nuevo en esclavitud de pecado y de la ley, es condenada y debe arrepentirse y hacer su "primera labor", debe regresar a Cristo, renovar su fe y amor, como una condición de salvación. Esto se enseña en la Biblia y como veremos.

5. La perseverancia en la fe y la obediencia, o en consagración a Dios, es también una condición inalterable de justificación, o de indulto y aceptación con Dios. Por este lenguaje en esta conexión, se entenderá desde luego que la perseverancia en la fe y la obediencia es una condición, no de presente, sino de aceptación y salvación final y última.

Quienes sostienen que la justificación contada por justicia es un acto forense toman la postura de justificación final y última según su punto de vista de la naturaleza de la transacción. Con ellos, la fe recibe justicia imputada y una justificación judicial. El primer acto de fe, según ellos, introduce el pecador en esta relación, y obtiene de él una justificación perpetua. Sostienen que después de este primer acto de fe es imposible para que el pecador entre en condenación; que, una vez siendo justificado, en adelante siempre será justificado, sin importar lo que haga; en efecto, que nunca es justificado por gracia, como para pecados que son pasados, bajo la condición de que deje de pecar; que la justicia de Cristo es la base para que de hecho su propia obediencia presente o futura a la ley de Dios no sea, en ningún caso, y en ningún sentido, un sine qua non de su justificación presente o máxima.

Ahora esto es ciertamente otro evangelio del que estoy inculcando. No es una diferencia meramente sobre algún punto teorético o especulativo. Es un punto fundamental para el evangelio y la salvación, si cualquiera puede ser. Veamos por tanto cuáles de éstos es evangelio verdadero.

 

Objeto a esta postura de justificación:

1. Que sea antinomianismo. Observo, ellos sostienen que sobre el primer ejercicio de fe, el alma entra en tal relación con Cristo, que con respecto a ella la pena de la ley divina es por siempre ponerse a un lado, no sólo en lo que respecta a todo el pasado, sino también en lo que respecta a todos los actos futuros de desobediencia, para que el pecado de aquí en adelante no traiga al alma bajo sentencia de condenación de la ley de Dios. Pero un precepto sin una pena no es ley. Por tanto, si la pena es en su caso puesta permanentemente a un lado o revocada, esto es, y debe ser, una revocación virtual del precepto, pues sin ninguna pena es sólo un consejo, y no una ley.

2. Pero de nuevo: es imposible que esta postura de la justificación deba ser verdadero, pues la ley moral no se originó en la voluntad arbitraria de Dios, y no puede abrogarla ya sea como precepto o pena. Puede por razones buenas y suficientes dispensar en ciertos casos la ejecución de la pena. Pero hacerla a un lado en el sentido de que el pecado no la incurrirá, o que el alma que peca no será condenada por ella, no puede --es naturalmente imposible. La ley es tan inalterable e irrevocable tanto para su precepto y su castigo como para la naturaleza de Dios. No puede más que ser, en la naturaleza de las cosas, que el pecado en cualquier ser, en cualquier mundo, en cualquier momento, incurrirá y debe incurrir la pena de la ley moral. Dios puede indultar tan seguido como el alma peque, se arrepienta y crea, pero prevenir la condenación real donde hay pecado, no está a la opción de cualquier ser.

3. Pero de nuevo: objeto la postura de justificación en cuestión, que es desde luego inconsistente con el perdón o el indulto. Si se es justificado por la justicia imputada, ¿por qué indultar a quien la ley ya cuenta como justo perpetuamente y perfectamente? Ciertamente sería absurdo e imposible para la ley y el legislador justificar judicialmente a una persona con base en la perfecta obediencia de su sustituto, y al mismo tiempo indultar a quien está así considerado como perfectamente justo. Especialmente esto debe ser cierto de todo pecado cometido consecuentemente al primer acto justificador de fe. Si cuando una vez que el alma ha creído, no puede entrar más en condenación, ciertamente no puede ser perdonada más. El perdón implica condenación previa, y consiste en hacer a un lado la ejecución de una pena incurrida.

4. Si la postura de la justificación a la que me estoy oponiendo fuera cierta, está toda junta fuera de lugar, para uno que una vez ha creído pida el indulto por pecado. Es un insulto descarado para Dios, y apostasía para Cristo. Equivale según esta postura de justificación a una negación de la justificación perpetua por justicia imputada y para un reconocimiento de ser condenado. Debe por tanto implicar una caída de gracia para orar por el indulto después de que ha creído un alma.

5. Pero esta postura de justificación está en guerra con toda la Biblia. Esto por todos lados representa a cristianos como condenados cuando pecan--les enseña a arrepentirse, confesar y orar por indulto--dirigirse de nuevo a Cristo como su esperanza. La Biblia, en casi toda variedad o modo, representa la perseverancia en la fe, y obediencia al fin como una condición de justificación máxima y final de salvación. Dejemos que los siguientes pasajes sirvan como ejemplos de la manera en la que la Biblia representa este tema:

Ez. 18:24: "Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá".

Ez. 33:13: "Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo".

Mt. 10:22: "Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo" [Mt. 24:13].

1 Co. 9:27: "Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo".

1 Co. 10:12: ""Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga".

2 Co. 6:1: "Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios".

Col. 1:23: "si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro".

He. 4:1: "Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado".

2 P. 1:10: "Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás".

Ap. 2:10-11, 17, 26, 27: "No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte… Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe… Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre".

Obsérvese, no estoy poniendo en duda el hecho de que todos los santos verdaderos perseveran en la fe y obediencia hasta el fin, sino que estoy mostrando que tal perseverancia es una condición de salvación o justificación máxima. El tema de la perseverancia de los santos se discutirá en su lugar apropiado.

6. La postura de la justificación a la que me estoy oponiendo se contradice por la conciencia de los santos. Pienso con seguridad afirmar que los santos en todo tiempo están muy conscientes de la condenación cuando caen en pecado. Este sentido de condenación no puede sujetarlos al mismo grado y tipo de temor que experimentaron antes de la regeneración, debido a la confianza que tienen de que Dios indultará su pecado. Sin embargo, hasta que se arrepientan, y por acto renovado de fe, se aferren al indulto y justificación fresca, su remordimiento vergüenza, y conciencia de condenación, hará de hecho, si no estoy muy equivocado, que grandemente sobrepase, como cosa general, el remordimiento y sentido de condenación experimentado por el impenitente. Pero si fuese cierto, que el primer acto de fe lleva al alma a un estado de justificación perpetua, para que no caiga en condenación de aquí en adelante, haga como quiera, la experiencia de los santos contradice hechos, o más estrictamente, su conciencia de condenación es un engaño. No están de hecho condenados por la ley moral como ellos conciben que están.

7. Si entiendo a los redactores de la Confesión de Fe de Westminster, consideran la justificación como un estado de la relación de un hijo adoptivo de Dios, cuyo estado se entra en la fe sola, y sostienen que la justificación no está condicionada a la obediencia por el momento, pero que una persona en ese estado puede, como mantienen en esta vida , pecar diariamente, e incluso continuamente, pero sin condenación por la ley, su pecado que lo lleva sólo bajo la displicencia paternal, y que lo sujeta a la necesidad de arrepentimiento, como una condición de su favor paternal, pero no como una condición de indulto o salvación final. Parecen haber considerado al hijo de Dios como ya no más bajo el gobierno moral en un sentido tal que el pecado fue imputado a él, hagamos lo que podamos, después del primer acto de fe es contado y tratado en su persona como totalmente justo. Si esto no es antinomianismo, no sé qué sea, ya que sostienen que todo el que una vez cree ciertamente será salvo, pero que su perseverancia en obediencia santa al fin es, en cualquier caso, una condición de justificación final, pero que esto está condicionado al primer solo acto de fe. Apoyan su posición con citas de la escritura sobre tanto en un punto como en lo que es común para ellos. Con frecuencia dependen de textos de prueba que, en su significado y espíritu, no tienen la más remota alusión al punto en apoyo de lo que son citados. He tratado de entender el tema de la justificación como se enseña en la Biblia, sin recurrir a especulaciones elaboradas o tecnicismos teológicos. Si he tenido éxito en entenderlo, lo que sigue es un recuento sucinto y verdadero del asunto:

La Trinidad, en el ejercicio de su compasión y amor adorables, buscaron la salvación de los pecadores por medio de la muerte y obra mediadoras de Cristo. A esta muerte y obra de Cristo se recurrió, no para crear, sino como resultado de la disposición misericordiosa de Dios como un medio para asegurar el universo contra una mala interpretación del carácter y diseño de Dios para perdonar y salvar a los pecadores. Para Cristo, como Mediador entre la Trinidad y el hombre, la obra de pecadores justificados y salvos es realizada. Se hizo a los pecadores "sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Co. 1:30). En consideración a Cristo habiendo por su muerte para los pecadores asegurado a los sujetos de gobierno divino contra una mala interpretación de su carácter y diseños, Dios, bajo las condiciones posteriores de un arrepentimiento y fe que implican una renuncia de su rebelión y retorno a la obediencia de sus leyes, libremente indulta el pecado pasado, y restaura al pecador creyente y penitente, como si no hubiese pecado, mientras permanezca penitente y creyente, sujeto no obstante a la condenación y muerte eterna, a menos que sostenga el principio de su confianza firmemente hacia el fin. La doctrina de una imputación literal del pecado de Adán a toda su posteridad, de la imputación literal de los todos los pecados de los elegidos para Cristo, y de su sufrimiento por ellos por la cantidad exacta debido a los transgresores, de la imputación literal de la justicia de Cristo u obediencia a los elegidos, la justificación perpetua consecuente de todos quienes se convierten del primer ejercicio de fe, cual sea la vida subsecuente--digo yo que considero estos dogmas como increíbles, y que quedan mejor en una novela que en un sistema de teología.

Pero se dice que la Biblia habla de la justicia de fe. "¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe" (Ro. 9:30). "Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (Fil. 3:9). Se basan en éstos y otros pasajes similares como la enseñanza de una justicia imputada; y como los siguientes: "Jehová, justicia nuestra" (Jer. 23:6). "Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza" (Is. 45:24). Por "Jehová, justicia nuestra", entendemos que ya estamos justificados, esto es, que nuestros pecados han sido expiados, y que somos perdonados y aceptados por el Señor, esto es, Jesucristo; o podemos entender que el Señor nos hace justos, esto es, que él es nuestra santificación, obrando en nosotros para querer y hacer placer de su bien; o ambos, esto es, él expía nuestros pecados, nos lleva al arrepentimiento y fe, obra santificación o justicia en nosotros, y entonces perdona nuestros pecados pasados, y nos acepta. Por la justicia de fe, o de Dios por fe, entiendo el método de hacer santos a los pecadores, y de asegurar su justificación o aceptación por fe, opuesto a puras obras de ley o de santurronería. Dikaiosune, traducida como justicia, puede ser con igual propiedad, y con frecuencia es, interpretada como justificación. De modo que sin duda debe interpretarse en 1 Co. 1:30: "Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención". El significado aquí sin duda es que él es el autor y consumador del plan de redención, a través del cual somos justificados por fe, opuesto a justificación por nuestras propias obras. "Cristo nuestra justicia" es Cristo el autor o procurador de nuestra justificación. Pero esto no implica que procure nuestra justificación al imputar su obediencia para nosotros.

La doctrina de una imputación literal de la obediencia de Cristo o la justicia es apoyada por aquellos que la sostienen por pasajes, como éste en Ro. 4:5-8: "mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado". Pero aquí la justificación es representada sólo como que consiste en perdón de pecado, o en indulto y aceptación. De nuevo: 2 Co. 5: 19, 21: "que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". Aquí de nuevo el apóstol está enseñando sólo su tan preciada doctrina de la justificación por fe, en el sentido de que con la condición o en consideración de la muerte, interferencia y obra mediadoras de Cristo, creyentes penitentes en Cristo son perdonados y recompensados como si fueran justos.

 

IV. Fundamento de la justificación de creyentes penitentes en Cristo. ¿Cuál es el fundamento máximo o razón de su justificación?

1. No está fundado en el sufrimiento literal de Cristo de la pena exacta de la ley por ellos, y en este sentido literalmente comprando su justificación y salvación eterna. La Confesión de Fe de Westminster afirma lo siguiente en la sección del capítulo sobre la justificación "Cristo, por su obediencia y muerte, saldó totalmente la deuda de todos aquellos que así son justificados, e hizo una apropiada, real y completa satisfacción a la justicia de su Padre en favor de ellos. (1) Sin embargo, por cuanto Cristo fue dado por el Padre para los justificados (2) y su obediencia y satisfacción fueron aceptadas en su lugar, (3) y ambas gratuitamente; no porque hubiera alguna cosa en ellos, su justificación es solamente de pura gracia; (4) para que las dos, la exacta justicia y la rica gracia de Dios, puedan ser glorificadas en la justificación de los pecadores". Si los redactores de esta confesión hubieran hecho la distinción entre los fundamentos y las condiciones de justificación, como para representar la disposición de gracia que dio el Hijo, y que aceptó su obediencia y satisfacción en el lugar de ellos, como la base y la causa movible, y la muerte y obra de Cristo como una condición o medio para "aquella sin la cual no" la benevolencia de Dios no podría sabiamente justificar a los pecadores, su declaración hubiera mejorado mucho. Como está, la transacción está representada como un quid pro quo, un pago completo de la deuda del justificado. Toda la gracia consistió en dar su Hijo y consentir la sustitución. Pero ellos niegan que hay gracia en el acto mismo de justicia. Esto procede sobre la base de la "justicia exacta". De acuerdo con esto no hay entonces gracia en el acto de perdón y aceptar al pecador como justo. Esto es "justicia exacta", porque la deuda está totalmente cancelada por Cristo. En efecto, cristianos, ¿qué piensan de esto? Dios, en el acto de dar su hijo y en consentir la sustitución, ha ejercido toda la gracia que pudo. Ahora de acuerdo con esta enseñanza, el perdón y la justificación de ustedes son puestos sobre la base de "justicia exacta". Tienen ahora sólo que creer y demandar "justicia exacta". Un acto de fe pone la salvación de ustedes sobre el fundamento de "justicia exacta". No se hable más de la gracia de Dios en el perdón. Pero detengámonos y veamos. ¿Qué es lo que se entiende aquí por justicia exacta y por una plena satisfacción real para la justicia de su padre? Supongo que todos los cristianos ortodoxos sostienen que todo pecador y todo pecado, estrictamente sobre la razón de justicia, merece muerte eterna y sufrimiento infinito. ¿Acaso los redactores de esta confesión mantuvieron que Cristo llevó la pena literal de la ley por cada uno de los santos? ¿Acaso sostuvieron que en virtud de su naturaleza y relaciones, su sufrimiento, aunque indefinidamente menor en cantidad que los transgresores merecían era un equivalente total para la justicia pública, o considerado gubernamentalmente, para la ejecución de la pena literal sobre los transgresores? Si querían decir aquello último, para decir, que Cristo sufrió en su propia persona la cantidad total debido a los elegidos, digo yo:

(1.) Que era naturalmente imposible.

(2.) Que su naturaleza y relación al gobierno de Dios fue tal como para interpretarlo totalmente innecesario para el perdón seguro de pecados, que debió sufrir precisamente la misma cantidad merecida por los pecadores.

(3.) Que si, como su sustituto Cristo sufrió por ellos la cantidad total merecida por ellos, entonces la justicia no tiene reclamo en ellos, ya que su deuda está totalmente pagada por la garantía, y desde luego lo principal es, en justicia, dispensados. Y ya que es innegable que la expiación fue hecha por toda la posteridad de Adán, se debe deducir que la salvación de todos los hombres se asegura sobre el fundamento de "justicia exacta". Ésta es la conclusión a la que llegaron Huntington y sus seguidores. Esta doctrina de imputación literal es una de los bastiones del universalismo, y mientras esta postura de la expiación y justificación se sostenga ellos no pueden ser sacados de ahí.

(4.) Si él satisfizo la justicia por ellos, en el sentido de obedecer literal y exactamente por ellos, ¿por qué debe su sufrimiento imputarse a ellos como una condición de salvación? Seguramente, no podían necesitar la imputación de su obediencia perfecta para ellos como para ser contada en la ley como perfectamente justa, y además la imputación de sus sufrimientos para ellos, como si no hubiera obedecido por ellos. ¿Es Dios injusto? ¿Exige Dios de la garantía, primero, el pago literal y total de la deuda, y segundo, obediencia perfecta por el pecador? ¿Exige primero obediencia perfecta y total, y luego la misma cantidad de sufrimiento como si ni hubiera habido obediencia, y esto, también, de su hijo amado?

(5.) ¿Qué cristiano sintió alguna vez, o puede sentir en la presencia de Dios, que tiene un derecho de demandar justificación en el nombre de Cristo, como que debido a él sobre la base de "justicia exacta"? Obsérvese, los redactores de la Confesión acabados de citar, representan con diligencia toda la gracia ejercida en la justificación de pecadores, como confinado a los dos actos de dar a su Hijo y aceptar la sustitución. Esto hecho, Cristo paga totalmente la deuda, y total y exactamente satisface la justicia del Padre. No se necesita saber ahora, no debe concebirse el perdón de pecado como gracia o favor. El hacerlo, de acuerdo con la enseñanza de la Confesión, es deshonrar a Cristo. Es rechazar su justicia y salvación. ¿Qué piensan de esto? Un acto de gracia en dar su Hijo y consentir la sustitución, y todo perdón, aceptar y confiar como justo, no es gracia, sino "justicia exacta". Orar por perdón, como un acto de gracia, es apostasía de Cristo. ¡Cristiano! ¿Puedes creerlo? No, en tu dolor más cercano bajo el aguijón de un pecado recién cometido, o quebrantado y bañado en lágrimas, no puedes encontrarlo en tu corazón para demandar "justicia exacta" en la mano de Dios, sobre la base de que Cristo total y literalmente pagó tu deuda. Representar la obra y muerte de Cristo como el fundamento de justificación en este caso es una trampa y una piedra de tropiezo. Esta postura que he acabado de examinar contradice las convicciones necesarias de cada santo en la tierra. Por la verdad de esta afirmación apelo a la conciencia universal de los santos.

2. Nuestras obras, u obediencia a la ley o al evangelio, no son la base o el fundamento de nuestra justificación. Esto es, ni nuestra fe ni arrepentimiento, ni amor, ni vida, ni cualquier cosa hecha por nosotros o forjada en nosotros es la base de nuestra justificación. Éstas son condiciones de nuestra justificación, en el sentido de un "aquello sin el cual no", pero no la base de ella. Somos justificados a condición de nuestra fe, pero no por nuestra fe; a condición de nuestro arrepentimiento, amor, obediencia, perseverancia para el fin, pero no por estas cosas. Éstas son las condiciones pero no la razón, la base o la causa procuradora de nuestra justificación. No podemos ser justificados sin ellas, ni tampoco estamos o podemos estar justificados por ellas. Ninguna de estas cosas debe ser omitida bajo pena de condenación eterna. Ni deben ser puestas en el lugar de Cristo, bajo la misma pena. Se insiste mucho en la fe en el evangelio como el sine qua non de nuestra justificación, que algunos parecen dispuestos, o por lo menos en peligro de sustituir la fe en el lugar de Cristo; de hacer fe en vez de Cristo el Salvador.

3. Ni es la expiación, ni nada en la obra mediadora de Cristo, el fundamento de nuestra justificación, en el sentido de la fuente, la causa movible o procuradora. Esto, que es la base de nuestra justificación, yace profundamente en el corazón de amor infinito. Debemos todo a la disposición misericordiosa que realizó la obra medidora, murió la muerte execrable para suplir una condición indispensable de nuestra justificación y salvación. Detenerse abruptamente en el acto que suplió la condición en vez de encontrar las profundidades de la compasión tan incomprensible como infinita, como la fuente de todo el movimiento, es fallar en discriminar. La obra y muerte y resurrección, y apoyo de Cristo son condiciones indispensables, todas son importantes, pero no la razón fundamental de nuestra justificación.

4. Ni es la obra del Espíritu Santo en convertir y santificar el alma la base de nuestra justificación. Ésta es sólo una condición o medio de que suceda nuestra justificación, pero no es la razón fundamental.

5. Pero el amor desinteresado e infinito de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es el único y verdadero fundamento de la justificación y salvación de los pecadores. Dios es amor, esto es, él es infinitamente benevolente. Todo lo que hace, o dice, o sufre, permite u omite, es por la misma y única razón, a decir, para promover el bien supremo del ser universal.

6. Cristo, la segunda persona en la gloriosa Trinidad, está representado en la escritura como el que toma una parte tan prominente en esta obra, que un sinnúmero de oficios y relaciones que él sostiene para Dios y el hombre en ella son verdaderamente maravillosos. Por ejemplo, él está representado como el que es, --Rey, Juez, Mediador, Abogado, Redentor, garantía, sabiduría, justicia, santificación, redención, Profeta, Sacerdote, pascua, o Cordero de Dios, pan y agua de vida, Dios verdadero, vida eterna, nuestra vida, nuestro todo en todo, como el que repara la brecha, como el que muere por nuestros pecados, como el que se levanta por nuestra justificación, como la resurrección y la vida, como el que lleva nuestros dolores y nuestras tristezas, como él, por cuyas llagas somos curados, como la cabeza de su pueblo, como el novio o el esposo de su iglesia, como el pastor de su rebaño, como la puerta por la que se entra, como el camino a la salvación, como la verdad, como el que se hizo pecado por nosotros, que somos hechos justos de Dios en él, que en él habita toda la plenitud de la Deidad. Que en él toda la plenitud habita, se dice que toda potestad en el cielo y en la tierra es dada a él, la luz verdadera que alumbra a cada hombre que viene al mundo, Cristo en nosotros la esperanza de gloria, la vid verdadera de la que somos sus pámpanos, nuestro hermano, Admirable, Consejero, Dios poderoso, el Padre eterno, el príncipe de paz, el capitán de salvación, el capitán del la hueste del Señor.

Éstas son entre las relaciones oficiales de Cristo con su pueblo, y la gran obra de nuestra justificación. Tendré más ocasión de considerar esto en algunas de estas relaciones en tanto procedamos en este estudio. En efecto, los oficios, relaciones y obras de Cristo están entre los temas más importantes de la teología cristiana.

Cristo es nuestra justificación en el sentido de que lleva a cabo la ejecución de todo el plan de redención diseñado por la adorable Deidad. Para él las escrituras en todas partes dirigen los ojos de nuestra fe y también de nuestra inteligencia. El Espíritu Santo es representado no como el que se glorifica a sí mismo, sino como el que habla de Jesús, como el que toma las cosas de Cristo y las muestra a su pueblo, como el que glorifica a Cristo Jesús, como el que es enviado por Cristo, como el que es el Espíritu de Cristo, como el que es Cristo mismo morando en los corazones de su pueblo. Pero debo detenerme por el momento. Este tema de las relaciones de Cristo necesita dilucidarse en capítulos futuros.

 

Observación

Las relaciones de la postura de la vieja escuela de justificación con la postura de la depravación son obvias. Sostienen, como hemos visto, que la constitución en cada facultad y parte es pecaminosa. Desde luego, un regreso a la santidad personal y presente, en el sentido de conformidad entera a la ley, no puede con ellas ser una condición de justificación. Deben tener una justificación mientras por lo menos en algún grado de pecado. Esto debe suceder por la justicia imputada. El intelecto se levanta contra una justificación en pecado. De modo que se diseña un plan para desviar el ojo de la ley y del legislador del pecador para su sustituto, que ha perfectamente obedecido la ley. Pero a fin de hacer que se impute la posibilidad de su obediencia para ellos, debe darse por sentado que no debió obediencia por él mismo; más que aquella gran tontería que no se puede concebir. La depravación constitucional o pecaminosidad, una vez dada por sentada, regeneración física, santificación física, influencia física divina, justicia imputada y justificación, mientras personalmente en la comisión de pecado, siguen desde luego

 

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