LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 18

Depravación Moral

 

Al discutir el tema de depravación humana …

I. Definiré el término depravación

La palabra se deriva del latín de y pravus. Pravus significa "torcido." De es intensivo. Depravatus literal y primordialmente significa "muy torcido," no en el sentido original o constitucional de torcimiento, sino en sentido de haberse vuelto torcido. El término no implica mala conformación original, sino menoscabo, caída, desvío de rectitud o de estar derecho. Siempre implica deterioro, o caída de un estado previo de perfección moral o física.

La depravación siempre implica un alejamiento de un estado de integridad original, o de conformidad a las leyes de ser que es el sujeto de depravación. Así que no debemos considerar que estar depravado es alguien quien permaneció en un estado de conformidad a las leyes originales de su ser, físicas o morales, sino que justamente llamamos a un ser depravado a quien se ha alejado de la conformidad de aquellas leyes ya sean leyes físicas o morales.

II. Señalaré la distinción entre depravación física y moral.

La depravación física, como lo denota la palabra, es la depravación de la constitución o la sustancia, como se distingue de la depravación de la acción moral libre. Se puede hablar del cuerpo o la mente. La depravación física, cuando se refiere al cuerpo, es comúnmente y correctamente llamada enfermedad. Consiste en un alejamiento físico de las leyes de la salud; un estado de decaimiento o caída en el que no se sostiene la acción orgánica saludable.

Cuando la depravación física se refiere la mente, se intenta que los poderes de la mente, sea en sustancia, o en consecuencia de su conexión o dependencia en el cuerpo, están en un estado enfermizo, decaído, caído, degenerado de modo que la acción saludable de aquellos poderes no se sostiene.

La depravación física, ser depravado de sustancia opuesto a la depravación de acciones del libre albedrío, no puede tener carácter moral. Puede ser, como veremos, causada por la depravación moral; y un agente moral puede ser culpable por haberse vuelto físicamente depravado, ya sea en cuerpo o en mente. Pero la depravación física, ya sea de cuerpo o de mente, no puede tener carácter moral en sí misma, por la sencilla razón de que es involuntario, y en su naturaleza es una enfermedad y no pecado. Recuérdese.

La depravación moral es la depravación del libre albedrío, no de la facultad en sí, sino de su acción libre. Consisten en una violación a la ley moral. La depravación de la voluntad, como una facultad, es, o sería depravación física, y no moral. Sería depravación de la sustancia, y no de la elección libre y responsable. La depravación moral es la depravación de la elección. Es una elección que discrepa con la ley moral, el derecho moral. Es sinónimo de pecado o pecaminosidad. Es depravación moral porque consiste en una violación de la ley moral y porque tiene carácter moral.

 

III. De lo que la depravación física se puede afirmar

1. Se puede afirmar de cualquier sustancia organizada. Es decir, cada sustancia organizada es viable para volverse depravada. La depravación es un estado posible de cada cuerpo o sustancia organizados en existencia.

2. La depravación física se puede afirmar de la mente, como se ha ya dicho, especialmente en su conexión con un cuerpo organizado. Como mente, en conexión con el cuerpo, se manifiesta a través de él, actúa por medio de él, y es dependiente de él, es claro que si el cuerpo se vuelve enfermizo, o físicamente depravado, la mente no puede más que ser afectada por ese estado del cuerpo, a través y por medio del cual actúa. Las manifestaciones normales de la mente no pueden, en tal caso, ser razonablemente esperadas. La depravación física puede referirse a todo los estados involuntarios del intelecto y de la sensibilidad. Es decir, los actos y estados del intelecto pueden volverse desordenados, depravados, trastornados o caídos de un estado de integridad y salud. Esto todos lo saben, como asunto de experiencia diaria y de observación. Si en todos los casos es, y debe ser, causado por el estado de organización corporal, es decir, ya sea que es siempre y necesariamente se atribuya el estado depravado del sistema cerebral y nervioso, es imposible de saberlo. Puede ser, porque debemos saberlo, en algunos casos por lo menos, una depravación o un desorden de la sustancia de la mente en sí.

La sensibilidad, o el departamento de sentimientos de la mente, puede estar lamentablemente o físicamente depravado. Esto es un asunto de experiencia común. Los apetitos y pasiones, los deseos y antojos, las antipatías y repelencias de los sentimientos caen en gran desorden y anarquía. Numerosos apetitos artificiales son generados, y toda la sensibilidad se vuelve un páramo, un caos de emociones, pasiones y deseos conflictivos y clamorosos. No hay lugar para la duda de que este estado de la sensibilidad con frecuencia, y quizá en alguna medida siempre, está debiendo al estado del sistema nervioso con el que está conectado, a través y por el cual se manifiesta. Pero ya sea que esto es siempre y necesariamente así, nadie puede decirlo. Sabemos que la sensibilidad se manifiesta en gran depravación física. No me aventuraré a afirmar si esta depravación pertenece exclusivamente al cuerpo, o a la mente, o a ambos en conjunción. En el presente estado de nuestro conocimiento, o de mi conocimiento, no me atrevo a aventurar una afirmación sobre el asunto. El cuerpo humano ciertamente está en un estado de depravación física. La mente humana también ciertamente manifiesta depravación física. Pero obsérvese, la depravación física no tiene en ningún caso carácter moral, porque es involuntaria.

 

IV. De lo que la depravación moral se puede afirmar

1. No de la sustancia; porque sobre la sustancia la ley moral no legisla directamente.

2. La depravación moral no se puede afirmar de actos involuntarios o a estados de la mente. Éstos seguramente no pueden ser violaciones de la ley moral aparte de la intención máxima, pues la ley moral legisla directamente sólo sobre las elecciones libres e inteligentes.

3. La depravación moral no puede afirmarse de cualquier acto no inteligente de la voluntad, es decir, de actos de la voluntad que son aplicados en un estado de imbecilidad, de desorden intelectual o de sueño. La depravación moral implica obligación moral; ésta implica agencia moral, y ésta última implica inteligencia, o conocimiento de las relaciones morales. La agencia moral implica ley moral, o el desarrollo de la idea de deber, y un conocimiento de lo que es el deber.

4. La depravación moral puede sólo afirmarse de violaciones de la ley moral, y voliciones libres por las que aquellas violaciones son perpetradas. La ley moral, como hemos visto, requiere amor, y sólo amor, a Dios y al hombre, o a Dios y al universo. Este amor, como hemos visto, es buena disposición, la elección de un fin, la elección del bienestar supremo de Dios, y del universo de las existencias sensibles.

La depravación moral es pecado. El pecado es una violación de la ley moral. Hemos visto que el pecado debe consistir en elección, en la elección de la indulgencia o la gratificación de uno mismo como un fin.

5. La depravación moral no puede consistir en ningún atributo de la naturaleza o la constitución, ni en un estado decaído o caído de naturaleza porque esto es depravación física y no moral.

6. No puede consistir en nada que sea una parte original y esencial de la mente, o del cuerpo, ni en ninguna acción o estado involuntarios ya sea de mente o de cuerpo.

7. No puede consistir en el respaldo de la elección, y que sostenga a la elección la relación de una causa. Cual sea el respaldo de la elección, está fuera de los límites de la legislación. La ley de Dios, como se ha dicho, requiere buena disposición, y seguro es que nada más que actos de la voluntad pueden constituir una violación de la ley moral. Acciones externas, pensamientos y sentimientos involuntarios, puede decirse en cierto sentido que se posee carácter moral porque son producidos por la voluntad. Pero estrictamente hablando, el carácter moral pertenece sólo a la elección o intención.

Se mostró en uno de los capítulos anteriores que el pecado no consiste, y no puede consistir, en malevolencia, propiamente hablando, o en la elección del pecado o la miseria como un fin, o por su propia causa. También se mostró que todo pecado consiste, y debe consistir, en egoísmo, o en la gratificación de uno mismo como un fin. La depravación moral entonces, estrictamente hablando, puede referirse sólo a intención máxima egoísta.

La depravación moral, como se usa el término, no consiste, ni implica una naturaleza pecaminosa en el sentido de que la sustancia del alma humana es pecaminosa en sí misma. No es un egoísmo constitucional. No es un egoísmo involuntario. La depravación moral, como se usa el término, consiste en egoísmo, en un estado voluntario de entrega de la voluntad a la gratificación de uno mismo. Es un espíritu que va en pos de uno mismo, una consagración y entera a la gratificación del yo. Es una intención egoísta máxima, es la elección de un fin equivocado de vida, es depravación moral porque es una violación a la ley moral. Es rehusar consagrar todo el ser al bienestar supremo de Dios y del universo, y a la obediencia a la ley moral, su consagración a la gratificación del yo. La depravación moral sostiene la vida externa, la relación de una causa. Esta intención egoísta, o la voluntad en un estado de entrega, desde luego, hace esfuerzos para asegurar su fin, y estos esfuerzos forman la vida externa del hombre egoísta. La depravación moral es egoísmo, no de naturaleza sino de un estado voluntario. Es un estado de entrega pecaminoso de la voluntad a la indulgencia de uno mismo. No es naturaleza pecaminosa, sino un corazón pecaminoso. Es una meta egoísta máxima, o intención. El término griego amartia, traducido como pecado en nuestra Biblia inglesa, significa errar en el blanco, apuntar al fin equivocado. El pecado es el blanco equivocado o la intención. Es apuntar o querer la gratificación de uno mismo como el fin supremo y máximo de la vida en vez de apuntar, como la ley requiere, al bien supremo del ser universal, como el fin de vida.

 

V. La humanidad es tanto depravada físicamente como moralmente.

1. No hay, con toda probabilidad, perfecta salud de cuerpo entre los rangos y clases de seres humanos que habitan este mundo. La organización física de toda la raza se ha vuelto dañada y sin duda se ha estado volviendo más y más desde que la intemperancia de cualquier tipo fue introducida primeramente en nuestro mundo. Esto se ilustra y se confirma por la comparativamente corta vida humana. Esto es un hecho fisiológico.

2. Como la humanidad en este estado de existencia es dependiente del cuerpo por todas sus manifestaciones, y como el cuerpo humano está universalmente en un estado de mayor o menor de depravación física o enfermedad, se deduce que las manifestaciones de la mente de este modo dependientes de organización físicamente depravada, serán manifestaciones físicamente depravadas. Esto es verdad especialmente en la sensibilidad humana. Los apetitos, las pasiones, y propensiones están en un estado de desarrollo muy malsano. Esto es tan evidente y de tanta notoriedad universal que no se necesita prueba o ejemplificación. Cada persona que reflexiona ha observado que la mente humana está totalmente fuera de equilibrio como consecuencia del desarrollo monstruoso de la sensibilidad. Los apetitos, las pasiones y las propensiones han sido consentidos, y la conciencia y la inteligencia han sido atrofiadas por el egoísmo. Recuérdese que el egoísmo consiste en una disposición o una elección para gratificar las propensiones, los deseos y los sentimientos. Esto desde luego, y por necesidad, sólo produce los desarrollos malsanos y monstruosos que vemos diariamente: a veces una pasión gobernante o un apetito que se enseñorea, no sólo sobre la inteligencia y sobre la voluntad, sino sobre todos los otros apetitos y pasiones, que las aplastan y sacrifican sobre el altar de su propia gratificación. ¡Véase al miserable ebrio envanecido! Su apetito por la bebida fuerte ha jugado al déspota. Toda su mente y cuerpo, reputación, familia, amistades, salud, tiempo, eternidad, todo, son arrojadas sobre su asqueroso altar. Ahí está el libertino, el glotón, el jugador, el miserable, y una hueste de otros, cada uno en su turno para dar prueba sorprendente y triste del desarrollo monstruoso y de depravación física de la sensibilidad humana.

3. El que los hombres sean moralmente depravados es uno de los hechos más notorios de la experiencia humana, observación e historia. Efectivamente, no estoy consciente de que se haya dudado cuando la depravación moral ha sido entendida que consiste en egoísmo.

La depravación moral de la raza humana en todos lados se asume y se declara en la Biblia, y tan universal y notorio es el hecho del egoísmo humano que si cualquier hombre lo pone en duda, si lo hubiera, en sus transacciones y en las relaciones con los hombres, supondría lo contrario, estaría justamente sujeto él mismo de ser culpado de locura. No hay un hecho en el mundo más notorio e innegable que esto. La depravación moral humana es palpable y evidente como la existencia humana. Es un hecho asumido por todos lados y en todos los gobiernos, en todos los arreglos de la sociedad, y ha imprimido su imagen, escrito su nombre, en todo lo humano.

 

VI. Subsecuente al comienzo de la agencia moral, y previo a la regeneración, la depravación moral de la humanidad es universal.

Por esto no se intenta negar que en algunas instancias el Espíritu de Dios pudiera, desde el primer momento de la agencia moral, haber iluminado las mentes como para haber asegurado conformidad a la ley moral, como el primer acto moral. Esto puede ser o no ser verdad. No es mi propósito en este momento afirmar o negar esto, como una posibilidad, o como un hecho.

Pero por esto se intenta que cada agente moral de nuestra raza haya sido, desde el amanecer de la agencia moral hasta el momento de la regeneración por el Espíritu Santo, moralmente depravado a menos que exceptuemos aquellos casos recién aludidos. La Biblia exhibe prueba de ello…

1. En aquellos pasajes que representan todo lo no regenerado como que posee un corazón o carácter perversos. "Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Gn. 6:5). "Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se van a los muertos" (Ecc. 9:3). "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jer. 17:9). "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden" (Ro. 7:7).

2. En esos pasajes que declaran la necesidad universal de la regeneración. "Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Jn. 3:3).

3. Los pasajes que expresamente afirman la depravación universal moral de todos los agentes morales no regenerados de nuestra raza. "¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: "No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos. Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Ro. 3:9-20).

4. La historia universal lo prueba. ¿Cuál es esta historia del mundo más que la crónica desvergonzada de la maldad humana?

5. La observación universal lo prueba. ¿Quién ha visto a un ser humano no regenerado que no fuera egoísta, que no obedeciera sus sentimientos en lugar de obedecer la ley de su inteligencia que no estuviera bajo alguna forma, o en alguna manera, viviendo para agradar al yo? Tal ser humano no regenerado, con seguridad afirmo, no se ha visto desde la caída de Adán.

6. También apelo a la conciencia universal de los no regenerados. Saben ellos mismos que son egoístas, que buscan complacerse a sí mismos y no pueden negarlo honestamente.

 

VII. La depravación moral de los agentes morales no regenerados de nuestra raza es total.

Por eso se intenta que la depravación moral de los no regenerados sea sin una mezcla de bondad moral o virtud, que mientras ellos permanezcan sin regenerar, nunca en ninguna instancia, ni en ningún grado, ejercerán amor verdadero a Dios y al hombre. No se intenta que ellos no puedan realizar muchas acciones externas, y que tengan muchos sentimientos internos como aquellos que los regenerados realizan y experimentan: y tales también son tomados como virtud por aquellos que ponen a la virtud en la acción externa, sino que se intenta que la virtud no consista en sentimientos involuntarios o acciones externas, y que consista sólo en consagración entera de corazón y de vida para Dios y el bien de ser, y que ningún pecador no regenerado previo a la regeneración, esté o pueda estar, por algún momento, en ese estado.

Cuando la virtud se ve claramente en la consagración entera de corazón para Dios y del bien de ser, debe verse que los no regenerados no están en ningún momento en ese estado. Es sorprendente que algunos filósofos y teólogos hayan admitido y mantenido que los no regenerados a veces hacen aquello que es verdaderamente virtuoso. Pero en esas admisiones ellos necesariamente asumen una filosofía falsa, y no ven eso en que toda virtud no consiste, y no debe consistir, por así decirlo, en una intención suprema y soberana. Hablan de acciones virtuosas y de sentimientos virtuosos como si la virtud consistiera en ellos, y no en la intención.

Henry P. Tappan, por ejemplo, un escritor muy capaz, sincero y bello supone, o más bien afirma, que las voliciones pueden ser aplicadas consistente y contrariamente a la elección presente de un fin, y que consecuentemente, los pecadores sin regenerar, quienes admite que están en el ejercicio de una elección egoísta de un fin, pueden aplicar, y a veces aplican, las voliciones correctas y realizan las acciones correctas, es de decir, correctas en el sentido de acciones virtuosas. Pero examinemos este asunto. Hemos visto que toda elección y toda volición deben respetar un fin o un medio, esto es, que todo lo querido o escogido, es querido o escogido por alguna razón. Negar esto, es lo mismo que negar cualquier cosa querida o escogida, porque la razón máxima para una elección y lo que se escoge son idénticos. Por tanto, es claro, como se mostró en una de las lecciones anteriores, que la voluntad no puede abrazar al mismo tiempo dos fines opuestos; y que mientras sólo se escoja un fin, la voluntad no puede aplicar voliciones para asegurar algún otro fin, cual sea el fin que no se escoja aún. En otras palabras, ciertamente es absurdo decir que la voluntad, mientras mantiene la elección de un fin, puede usar medios para el logro de otro fin opuesto.

Cuando un fin se escoge, ese fin limita toda volición para asegurar su obtención, y por el mismo ser, y hasta que otro fin se escoja, a éste se renuncia, es imposible para que la voluntad aplique cualquier volición inconsistente con la elección presente. Por tanto, se deduce que mientras los pecadores sean egoístas, o estén sin regenerar, es imposible que ellos apliquen una volición santa. Están bajo la necesidad de primero cambiar sus corazones, o su elección de un fin, antes de que puedan aplicar cualquier volición para asegurar cualquier otra cosa más que un fin egoísta. Y esto en todos lados se asume esta filosofía en la Biblia. Eso uniformemente representa al no regenerado como totalmente depravado, y se les ordena que se arrepienta para que tenga corazón nuevo, y nunca admita directamente, o por implicación, que pueda hacer cualquier cosa buena o aceptable para Dios mientras esté en el ejercicio de un corazón malvado o egoísta.

 

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