LA VERDAD DEL EVANGELIO

ARREPENTIMIENTO VERDADERO Y FALSO

Por Charles G. Finney

 

"Porque la tristeza que es según Dios produce un arrepentimiento para salvación, del que no hay que tener pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte" (2 Corintios 7:10).

En este capítulo, el apóstol se refiere a otra epístola que había escrito antes a la iglesia de Corinto, sobre cierto punto, en el que grandemente se les culpaba. Aquí habla él del efecto que tuvo, al llevarlos al verdadero arrepentimiento. Se contristaron según Dios. Esto fue la evidencia de que su arrepentimiento era genuino.

"Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué gran diligencia produjo en vosotros, y qué disculpas, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado inocentes en el asunto" (2 Corintios 7:11).

En el versículo que he tomado para mi texto, Pablo habla de dos clases de tristeza: una que obra para salvación, y la otra que obra para muerte. Alude a lo que generalmente se entiende por dos clases de arrepentimiento. Y éste es el tema de esta noche.

ARREPENTIMIENTO VERDADERO Y FALSO

Al hablar de este tema me propongo mostrar:

I. Qué es arrepentimiento verdadero.

II. Cómo se puede conocer.

III. Qué es arrepentimiento falso y espurio.

IV. Cómo se puede conocer.

Ya es hora de que a los profesantes de religión se les enseñe a discriminar mucho más de lo que hacen con respecto a la naturaleza y el carácter de varios ejercicios en el tema de religión. Si fuera así, la Iglesia no estaría llena de profesantes falsos y sin provecho. Últimamente he sido llevado a examinar, una y otra vez, la razón por la que hay tanta religión espuria, y he procurado averiguar la causa de este problema. Es notorio que hay multitudes de personas que se consideran religiosas y que no lo son, a menos que la Biblia sea falsa. ¿Por qué hay tantos que se engañan? ¿Por qué hay tantos que tienen la idea de que se han arrepentido cuando todavía son pecadores impenitentes? La causa está, sin duda, en una falta de instrucción que les permita discriminar los fundamentos de la religión, y especialmente en una falta de discriminación con respecto a lo que es arrepentimiento verdadero y falso.

I. Voy a mostrar ahora qué es arrepentimiento verdadero.

Consiste en un cambio de opinión con respecto a la naturaleza del pecado, y este cambio de opinión seguido de un cambio correspondiente de sentimientos hacia el pecado. El sentimiento es el resultado del pensamiento. Y cuando este cambio de opinión es tal, que produce un cambio correspondiente de sentimiento, si la opinión es correcta y el sentimiento corresponde, esto es arrepentimiento verdadero. Debe ser una opinión correcta. La opinión adoptada ahora ha de ser una opinión semejante a la que Dios tiene respecto al pecado. La contrición según Dios, como él requiere, debe proceder del modo de ver que Dios tiene del pecado.

Primero: Tiene que haber un cambio de opinión con respecto al pecado.

1. Un cambio de opinión con respecto a la naturaleza del pecado.

Quien se ha arrepentido ve el pecado como algo muy diferente de quien no se ha arrepentido. En vez de verlo como algo deseable o fascinante, le parece algo aborrecible, detestable, y se asombra de que pudo haber deseado algo así. Los pecadores impenitentes pueden ver el pecado que los arruina, porque Dios va a castigarles por eso. Pero, después de todo, parece deseable en sí mismo; les encanta tanto que no quieren separarse de él. Lo saborean. Si pudiera terminar en felicidad, nunca pensarían en abandonarlo. Pero, para el otro, es diferente; ve su propia conducta como perfectamente aborrecible. Mira hacia atrás y exclama: "¡Qué detestable!, ¡qué odioso!, ¡cuán digno del infierno!; y ¡eso estaba antes en mí!"

2. Un cambio de opinión del carácter del pecado con respecto a su relación con Dios.

Los pecadores no ven la razón por la que Dios amenaza el pecado con un castigo tan horrible. Lo aman tanto que no pueden ver por qué Dios debe verlo en una luz tal como para considerarlo merecedor de castigo eterno. Cuando han sido fuertemente acusados, lo ven bajo la misma luz que un cristiano, y entonces sólo quieren un cambio correspondiente de sentimiento para volverse cristianos. Muchos pecadores ven que su relación con Dios es tal que merecen la muerte eterna, pero su corazón no va con sus opiniones. Éste es el caso de los demonios y los espíritus malignos en el infierno. Nótese, entonces; es indispensable un cambio de opinión antes del arrepentimiento verdadero. El corazón nunca recurre a Dios con un arrepentimiento verdadero sin un cambio previo de opinión. Puede haber un cambio de opinión sin arrepentimiento, pero no hay arrepentimiento genuino sin un cambio de opinión.

3. Un cambio de opinión con relación a las tendencias del pecado.

Antes, el pecador piensa que es totalmente increíble que el pecado deba tener tales tendencias como para merecer muerte eterna. Puede ser cambiado plenamente, no obstante, en cuanto a sus opiniones sobre este punto sin arrepentimiento, pero es imposible que alguien se arrepienta verdaderamente sin un cambio de opinión. El hombre ve el pecado en su tendencia, como destructivo para él, y para los demás, cuerpo y alma, para el tiempo y la eternidad, y sin concordar con todo lo que es bueno y feliz en el universo. Ve que el pecado es calculado en sus tendencias para hacerle daño y a los demás, y que no hay más remedio que la abstinencia universal. El diablo sabe que así es. Y es posible que haya algunos pecadores en esta congregación que lo sepan.

4. Un cambio de opinión con respecto al merecimiento del pecado.

La palabra arrepentimiento implica todo esto. Implica un cambio en el estado de la mente que incluye todo esto. El pecador negligente casi no tiene ideas correctas, incluso, en cuanto se refiere a esta vida, con respecto al merecimiento del pecado. Supóngase que admita en teoría que el pecado merece muerte eterna. No lo cree. Si lo creyera, le sería imposible permanecer un pecador negligente. Está engañado si supone que honestamente tiene una opinión así de que el pecado merece la ira de Dios por siempre. Pero el pecador que ha verdaderamente despertado, y ha sido reprendido, no tiene más dudas que las que tiene de la existencia de Dios. Ve claramente que el pecado merece el castigo eterno de Dios. Sabe que esto es un hecho simple.

Segundo: En el arrepentimiento verdadero debe haber un cambio correspondiente de sentimiento.

El cambio de sentimiento se refiere al pecado en todos estos puntos: su naturaleza, sus relaciones, sus tendencias y sus merecimientos. El individuo que se arrepiente verdaderamente no sólo ve el pecado como detestable y ruin, merecedor de aborrecimiento, sino que realmente lo aborrece, lo odia en su corazón. Una persona puede ver el pecado como perjudicial y abominable; mientras que su corazón lo ama, lo desea, se aferra a él. Pero cuando se arrepiente verdaderamente, lo aborrece de corazón y renuncia a él.

En relación con Dios, su sentimiento hacia el pecado es como realmente es. Y he aquí el origen de este torrente de tristeza en el cual los cristianos irrumpen cuando contemplan el pecado. El cristiano lo ve en cuanto a su naturaleza, y simplemente siente aborrecimiento. Pero cuando lo ve en su relación a Dios, entonces llora; las fuentes de su tristeza brotan y quiere postrarse y dejar correr un torrente de lágrimas por sus pecados.

Entonces, en cuanto a las tendencias del pecado, el individuo que se arrepiente verdaderamente lo siente tal cual es. Cuando mira el pecado en sus tendencias, se despierta un deseo vehemente de pararlo, y de salvar a la gente de sus pecados, de empujar hacia atrás la ola muerte. Se enciende su corazón, se pone a orar, a trabajar, a sacar con todas sus fuerzas a los pecadores del fuego, para salvarlos de las terribles tendencias del pecado. Cuando el cristiano fija su mente en esto, se mueve para que los hombres renuncien a sus pecados. Es como si viera a los hombres tomar veneno, que sabe que los destruirá, y levanta la voz, advirtiéndoles que tengan cuidado.

Siente lo correcto en cuanto al merecimiento del pecado. No sólo tiene una convicción intelectual que el pecado merece castigo eterno, sino que siente que es muy correcto y razonable, y tan justo para Dios de condenarlo a la muerte eterna que en vez de encontrar falta con la sentencia de la ley que lo condena, lo cree un prodigio del cielo, el prodigio de prodigios, si Dios puede perdonarlo. En vez de creer que es duro, o severo o poco amable en Dios, que los pecadores incorregibles sean enviados al infierno, él está maravillado de que no sea enviado al infierno, y que todo este mundo culpable no ha sido lanzado a las llamas eternas. Es lo último en el mundo de lo que pensaría en quejarse, de que todos los pecadores no son salvos, pero ah, es el prodigio de la misericordia que todo el mundo no está condenado. Y cuando piensa de un pecador que se salva, siente un sentido de gratitud de que nunca supo nada hasta que fue cristiano.

II. Voy a mostrar cuáles son las obras o efectos del arrepentimiento genuino.

Quiero mostrarles cuáles son las obras del verdadero arrepentimiento y dejar tan claro en sus mentes como para que puedan saber de manera infalible si se han arrepentido.

1. Si su arrepentimiento es genuino, hay en su mente un cambio consciente de los puntos de vista y sentimientos con respecto al pecado.

De esto estarán tan conscientes como lo fueron de un cambio de modo de ver y de sentimientos sobre cualquier otro tema. Ahora, ¿pueden decir esto? ¿Acaso saben que en este punto ha habido un cambio en ustedes y que las cosas viejas han pasado y todas las cosas han sido hechas nuevas?

2. Cuando el arrepentimiento es genuino, la disposición para volver a pecar se ha ido.

Si se han arrepentido de verdad, ya no aman el pecado; no se abstienen de él por miedo, para evitar castigo, sino porque lo odian. ¿Cómo es esto con ustedes? ¿Saben que la disposición a pecar se ha ido? Miren los pecados que acostumbraban practicar cuando eran impenitentes, ¿qué les parece ahora? ¿Se ven agradables? ¿Les encantaría volver a practicarlos si se atrevieran? Si es así, si les queda la disposición para pecar, sólo han sido acusados de pecado. Sus opiniones sobre el pecado pueden haber cambiado, pero si permanece el amor al pecado, tan cierto como vive su alma, todavía son pecadores impenitentes.

3. El arrepentimiento genuino obra una reforma de conducta.

Entiendo que la idea está principalmente indicada en el texto donde dice: "La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento". El arrepentimiento según Dios produce una reforma de conducta. De otro modo es una repetición de la misma idea, o decir que el arrepentimiento produce arrepentimiento. Mientras supongo que el apóstol estaba hablando de un cambio en la mente que produce un cambio de conducta que termina en salvación. Permítanme ahora preguntar si están realmente reformados. ¿Han abandonado sus pecados? ¿O los están practicando todavía? Si es así, todavía son pecadores. No importa cuánto haya cambiado su mente, si no ha traído un cambio de conducta, una reforma presente, no es arrepentimiento según Dios, o como Dios la aprueba.

4. El arrepentimiento, cuando es verdadero y genuino, conduce a la confesión y a la restitución.

El ladrón no se ha arrepentido mientras guarde el dinero que ha robado. Puede tener convicción pero no arrepentimiento. Si se ha arrepentido, habrá devuelto el dinero. Si ha estafado, y no restaura lo que me ha quitado injustamente, o si ha perjudicado a alguien, y no ha reparado el daño que causó, por lo que refiere a ustedes, no se han arrepentido verdaderamente.

5. El verdadero arrepentimiento es un cambio permanente de carácter y de conducta.

El texto dice que es arrepentimiento para salvación, del que "no hay que arrepentirse". ¿Qué más quiere decir el apóstol por esta expresión excepto que el verdadero arrepentimiento es un cambio tan profundo y fundamental que el hombre no hace lo mismo otra vez? La gente lo cita con frecuencia como si se leyera que no necesita arrepentirse. Pero esto no es lo que se dice. No es estar arrepentido, en otras palabras, arrepentimiento del que no se va arrepentir, es tan riguroso que no hay vuelta atrás. El amor al pecado es verdaderamente abandonado. El individuo que se ha arrepentido verdaderamente ha cambiado tanto su modo de ver y sus sentimientos, que ya no cambiará para volver atrás otra vez, no volverá a amar el pecado. Ténganlo presente todos ustedes, que el pecador penitente verdadero ejerce sentimientos de los que nunca se arrepentirá. El texto dice que es "para salvación". Va directo al mismo descanso celestial. La mismísima razón por la que termina en salvación es porque es tal como para no arrepentirse de arrepentirse.

Y aquí no puedo más que resaltar que vean por qué la doctrina de la Perseverancia de los Santos es verdadera, y lo que significa. El verdadero arrepentimiento es un cambio minucioso de sentimientos y el individuo que lo ejerce llega a aborrecer tanto el pecado que perseverará desde luego, y no se volverá atrás y no se retractará de su arrepentimiento para volver al pecado otra vez.

III. Voy a hablar ahora del arrepentimiento falso.

El arrepentimiento falso o espurio se nos dice que es mundano, la tristeza del mundo; esto es, la tristeza por el pecado que surge de consideraciones y motivos mundanos, relacionados con la vida presente, o a lo sumo, considera su propia felicidad en un mundo futuro, sin ninguna consideración en la verdadera naturaleza del pecado.

1. No está fundado en un cambio de opinión tal como he especificado para pertenecer al verdadero arrepentimiento.

El cambio no es en puntos fundamentales. Una persona puede ver las consecuencias perversas del pecado desde un punto de vista mundano, y puede llenarlo de consternación. Puede ver que afecta enormemente su carácter, o pone en peligro su vida; que si algo de su conducta oculta fuera descubierta, sufriría el oprobio, y esto puede llenarlo de temor y preocupación. Es muy común que haya personas que tengan esta clase de tristeza del mundo cuando hay alguna consideración mundana en el fondo de todo.

2. El arrepentimiento falso está fundado en egoísmo.

Puede tratarse de un fuerte sentimiento de pena, en la mente del individuo, por haber hecho lo que ha hecho, porque ve las consecuencias perversas que éstas le van a producir, porque lo hace miserable o lo expone a la ira de Dios, lastima a su familia o amigos, o porque le produce algún daño en el tiempo o la eternidad. Todo esto es puro egoísmo. Puede sentir remordimiento de conciencia, un remordimiento que lo carcome y lo consume, y sin ningún arrepentimiento verdadero. Puede extenderse a temor --un temor espantoso y profundo --de la ira de Dios y de los tormentos del infierno, y sin embargo ser puramente egoísta, y mientras no hay tal cosa como un aborrecimiento de corazón del pecado, y ningún sentimiento del corazón que vaya tras las convicciones del entendimiento referente a la maldad infinita del pecado.

IV. Voy a mostrar cómo se puede conocer este arrepentimiento falso o espurio.

1. Deja los sentimientos sin cambio.

Deja intacta y sin someter en el corazón una disposición para el pecado. Los sentimientos en cuanto a la naturaleza del pecado no han cambiado, y el individuo todavía siente el deseo de pecar. Se abstiene de hacerlo, no por aborrecimiento del pecado, sino por pavor a las consecuencias del pecado.

2. Obra muerte.

Lleva a un ocultamiento hipócrita. El individuo que ha ejercido un verdadero arrepentimiento está dispuesto a que se sepa que se ha arrepentido, y está dispuesto a que se sepa que era un pecador. El que sólo tiene un arrepentimiento falso recurre a excusas y mentiras para encubrir sus pecados y se avergüenza de su arrepentimiento. Cuando se le llama a la "banca ansiosa"1 cubrirá sus pecados con toda clase de disculpas y excusas, tratando de suavizarlos, y de atenuar su gravedad. Si habla de su conducta pasada, siempre lo hace en términos más suaves y favorables. Se ve en él una constante disposición a encubrir su pecado. Este arrepentimiento conduce a la muerte. Le hace cometer un pecado para encubrir otro. En vez de una expresión sentida y franca, con el corazón en la mano, se ve un palabreo, labia, poca sinceridad de lo que tiene que contestar tocante al propósito de una confesión, pero no confiesa nada.

¿Qué dicen ustedes de esto? ¿Acaso se avergüenzan de que tengan a alguien que les hable de sus pecados? Si es así, su tristeza es sólo tristeza del mundo, y obra para muerte. Cuán a menudo se ven pecadores que tratan de evitar la conversación acerca de sus pecados y al mismo tiempo se llaman buscadores ansiosos, y esperan hacerse cristianos de esa manera. Esta misma clase de tristeza se encuentra en el infierno. No hay duda que los desdichados habitantes del abismo desean quitarse de la mirada de Dios. Ninguna tristeza así se halla entre los santos en el cielo. Su tristeza es abierta, inteligente, plena y sincera. Tal tristeza no está en desacuerdo con la verdadera felicidad. Los santos rebosan de felicidad, y con tristeza plena y franca por el pecado. Pero esta tristeza del mundo está avergonzada de sí misma, es cruel y miserable y produce muerte.

3. El arrepentimiento falso produce sólo una reforma parcial de conducta.

La reforma que produce la tristeza del mundo se extiende sólo a esas cosas de las cuales el individuo ha sido fuertemente acusado. El corazón no es cambiado. Se ve que evita sólo aquellos pecados capitales de los cuales ha ejercido mucho.

Obsérvese a ese joven convertido. Si está engañado, hallarán que sólo hay un cambio parcial en su conducta. Está reformado en ciertas cosas, pero hay muchas que están mal y que sigue practicando. Si uno lo llega a conocer, en vez de hallar que está estremecedoramente vivo para el pecado por doquier, y presto a detectarlo en todo lo que es contrario al espíritu del evangelio, lo encontrarán, quizás, estricto y con una vista aguda referente a ciertas cosas, pero relajado en su conducta y laxo en su modo de ver sobre otros puntos, y muy lejos de manifestar un espíritu cristiano con respecto a todo pecado.

4. Comúnmente, la reforma producida por una tristeza falsa es temporal incluso en aquellas cosas que son reformadas.

El individuo está recayendo continuamente en sus antiguos pecados. La razón es que la disposición para pecar no ha desaparecido, sólo está controlada o restringida por el temor, y tan pronto como tenga una esperanza, esté en la iglesia, y se sienta reafirmado para que sus temores se aplaquen, lo verán gradualmente recaer y volver a sus pecados pasados. Ésta fue la dificultad con la casa de Israel, que les hizo volver constantemente a la idolatría y otros pecados. Sólo tenían tristeza del mundo. Se ve ahora en todas partes en la iglesia. Los individuos son reformados por un tiempo, llevados a la iglesia y entonces recaen en sus pecados pasados. Les encanta llamar esto enfriándose en la religión, y apostatar, y cosas así, pero la verdad es que siempre han amado el pecado, y cuando se les ofrece la ocasión, vuelven a él, como la puerca lavada se revuelca en el cieno, porque siempre fue una puerca.

Quisiera que entendieran este punto muy bien. Aquí está el fundamento de todos esos arranques breves de religión que se ven con tanta frecuencia. Las personas son despertadas, redargüidas, y poco a poco llegan a tener la esperanza y se asientan en una seguridad falsa, y ahí van. Quizá se mantienen vigilantes como para no ser expulsados de la iglesia, pero los fundamentos del pecado no han sido quebrantados, y vuelven a las andadas. La mujer que le encantaba vestir ostentosamente, poco a poco regresa a sus adornos y trivialidades, y el hombre que le encantaba el dinero sigue amando el dinero como antes, y con el tiempo vuelve a sus viejos caminos y se sumerge en sus negocios y busca el mundo tan fervorosa y devotamente como antes de que ingresara a la iglesia.

Vayan por todos los estratos de la sociedad, y si encuentran conversiones completas, encontrarán que los pecados más acosadores antes de la conversión, están muy lejos ahora de aquellos conversos. El convertido de verdad es el que con menos probabilidad va a caer en esos pecados de nuevo, porque los aborrece al máximo. Pero si es engañado y proclive al mundo, siempre está tendiendo de vuelta a los mismos pecados. La fuente de pecado no ha sido hecha pedazos. No ha extirpado la iniquidad de su corazón, sino que ha considerado la iniquidad en su corazón en todo momento.

5. Es una reforma forzada.

La reforma producida por un arrepentimiento falso no es sólo una reforma parcial y temporal, sino también es una reforma forzada y obligada. La reforma de quien se ha arrepentido de verdad es de corazón; ya no tiene más disposición para el pecado. En él se cumple la promesa de la Biblia. Quien de hecho halla sabiduría "sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz". Experimenta que el yugo del Salvador es fácil y su carga es ligera. Ha sentido que los mandamientos de Dios no son gravosos, sino que llenan de gozo, más deseables que el oro, sí, más que el oro refinado; más dulce que la miel de la que destila del panal. Pero esta clase espuria de arrepentimiento es muy diferente: es un arrepentimiento legal, el resultado del temor y no del amor; un arrepentimiento egoísta, es cualquier cosa menos libre; de un cambio sincero de pecado a obediencia. Encontrarán, si hay algunos individuos aquí que tienen esta clase de arrepentimiento, que ustedes están conscientes de que no se abstienen de pecar por elección porque lo detestan, sino por otras consideraciones. Es más por las prohibiciones de la conciencia, o el temor a que pierdan su alma, o su esperanza, o su carácter, que por el aborrecimiento de pecado, o amor al deber.

Tales personas siempre necesitan ser empujadas al cumplimiento del deber con un pasaje expreso de la Escritura, pues de lo contrario se excusarán por el pecado, y evitarán el deber, y creerán que no hay mucho daño en hacer como hacen. La razón es que aman sus pecados, y si no hay un mandamiento expreso de Dios, el cual no se atreverían a quebrantarlo descaradamente, practicarían el pecado. Cuando hay verdadero arrepentimiento no pasa eso. Si hay algo que parece contrario a la gran ley del amor, la persona que tiene arrepentimiento verdadero, lo aborrece y lo evita, desde luego haya o no haya un mandamiento expreso de Dios. Muéstrenme un hombre así, y les diré que no tiene necesidad de mandamientos expresos para abstenerse de tomar bebida fuerte o de hacerla o de venderla. La vería contraria a la gran ley de la benevolencia y verdaderamente la aborrecería, y no lo haría más, como tampoco blasfemaría, o robaría, o cometería ninguna otra abominación.

Así, el hombre que tiene verdadero arrepentimiento no necesita que le digan "así dice el Señor", para detenerlo de oprimir a su prójimo, porque no haría nunca nada malo. Ciertamente aborrecería cualquier cosa de ese tipo si se hubiera arrepentido verdaderamente del pecado.

6. Este arrepentimiento espurio conduce a un sentimiento de actitud de fariseo.

El individuo que tiene este arrepentimiento puede saber que Jesucristo es el único Salvador de los pecadores y puede profesar que cree en Él y que solamente confía en Él para la salvación, pero, después de todo, está en realidad poniendo diez veces más su confianza en su reforma por su salvación que en Jesucristo. Y si quiere observar su propio corazón se dará cuenta de ello. Puede que espere la salvación de Cristo, pero de hecho insiste más en reformarse, y su esperanza está fundada más en esto que en el sacrificio de Cristo. Está remendando su propia actitud de fariseo.

7. Conduce a una seguridad falsa.

El individuo supone que la tristeza del mundo que ha tenido es el verdadero arrepentimiento, y confía en ella. Es un hecho curioso que, en tanto que yo he podido llegar al estado mental de esta clase de personas, parece que dan por sentado que Cristo las salvará porque han sentido tristeza por sus pecados, aunque no están conscientes de que hayan sentido que descansan en Cristo. Han sentido tristeza, y luego les ha dado alivio y se han sentido mejor, y ahora esperan ser salvos por Cristo, cuando su propia conciencia les enseña que nunca han confiado de corazón en Cristo.

8. Endurece el corazón.

El individuo que tiene esta clase de tristeza se vuelve más duro en su corazón, en proporción al número de veces que ha ejercido esta tristeza. Si tiene emociones fuertes de convicción, y su corazón no ha sido roto, y no brotan, las fuentes de sentimiento se van secando, y su corazón es cada vez más difícil de alcanzar. Considérese a un cristiano real, arrepentido de verdad, y cada vez que es dirigido a la verdad para ser llevada en él, como para quebrantarlo ante Dios, va postrándose más y más delante de Dios, y se vuelve más sensible, más tierno y más sumiso a la bendita palabra de Dios, en tanto que viva, y por toda la eternidad. Su corazón entra en el hábito de ir con las convicciones de su entendimiento y se vuelve más dócil y tratable, como un niño.

He aquí la gran diferencia. Déjense a las iglesias o a los miembros individuales, que tienen sólo este arrepentimiento del mundo, pasar por un avivamiento, ser despertados y moverse rápidamente y luego enfriarse otra vez. Si se repite eso, hallarán que cada vez les es más y más difícil levantarse, hasta que pronto se vuelven tan duros como la piedra de molino, y ya no pueden ser avivados otra vez. Directamente opuesto a esto están esas iglesias e individuos que tienen verdadero arrepentimiento. Si éstos pasan por avivamientos sucesivos, encontrarán ustedes que cada vez ellos son más tiernos y más maduros hasta que llegan a un estado tal que si oyen el toque de la trompeta por un avivamiento, se encienden y brillan instantáneamente, y están listos para la obra.

Esta distinción es tan amplia como la distinción entre la luz y las tinieblas. Se puede observar muy bien entre las iglesias y sus miembros. Ven el principio ilustrado en los pecadores que, después de pasar por varios avivamientos, con el tiempo acaban burlándose y enfureciéndose de la religión, y aunque los cielos cuelgan sus nubes de misericordia sobre sus cabezas, no hacen caso o las rechazan. Es lo mismo en las iglesias y los miembros, si no tienen el verdadero arrepentimiento, cada entusiasmo nuevo y fresco endurece su corazón y hace más difícil que sean alcanzados por la verdad.

9. Cauteriza la conciencia.

Tales personas son viables a que al principio sean afligidas cuando la verdad es destellada en sus mentes. Puede que no tengan tanta convicción como el cristiano real. Pero el cristiano real está lleno de paz al mismo tiempo que sus lágrimas fluyen de su convicción de pecado. Y cada momento repetido de convicción los hace cada vez más cuidadosos, vigilantes, tiernos, hasta que su conciencia se vuelve como la niña del ojo, tan sensible que la misma apariencia de mal les ofende. Pero la otra clase de tristeza, no conduce a una renuncia sincera del pecado, deja el corazón más duro que antes, y con el tiempo cauteriza la conciencia como lo haría un hierro candente. Esta tristeza produce muerte.

10. Rechaza a Jesucristo como base de su esperanza.

El depender de la reforma, o de la tristeza, o de lo que sea, no conduce a confiar en Jesucristo, que el amor de Cristo les constreñirá a trabajar todos sus días por Cristo.

11. Es efímero y temporal.

Con esta clase de arrepentimiento es seguro de que uno se arrepiente. Con el tiempo, encontrarán ustedes que tales personas acaban avergonzándose de los sentimientos profundos que han tenido. No quieren hablar de ellos, y si lo hacen, es de un modo liviano y frío. Quizá se veían muy entusiasmados durante el avivamiento, y mostraban compromiso e interés, como los demás, o más, y es probable incluso que fueran al extremo. Pero, una vez que el avivamiento ha terminado, se opondrán a las nuevas medidas, se darán la vuelta y se avergonzarán de su celo. En realidad se arrepienten de su arrepentimiento.

Estas personas, después de que se han afiliado a la iglesia, se avergonzarán de haberse sentado en la "banca ansiosa". Cuando haya pasado la culminación del avivamiento, empezarán a hablar en contra de ser muy entusiastas, y hablarán de la necesidad de ser de una manera más sobria y consistente en religión. He aquí el secreto: tuvieron su arrepentimiento del que se arrepintieron después.

A veces ustedes encuentran personas que profesan haberse convertido en un avivamiento, volviéndose en contra de las mismas medidas, medios y doctrinas por las que profesaron haberse convertido. No ocurre esto con el verdadero cristiano. Éste no se avergüenza nunca de su arrepentimiento. Lo último que pensaría sería avergonzarse de la emotividad que sintió en el avivamiento.

OBSERVACIONES

1. De lo acabado de decir aprendemos una razón por la que hay tanta religión espasmódica en la iglesia.

Han confundido la convicción de pecado por la conversión; la tristeza según el mundo por la tristeza según Dios que produce arrepentimiento para salvación, no el estar arrepentido de su arrepentimiento. Estoy convencido, después de años de observación, que aquí tenemos la verdadera razón del presente estado deplorable de la Iglesia en todo el país.

2. Vemos por qué los pecadores bajo convicción sienten y piensan que fue una gran cruz el volverse cristianos.

Creen que es una gran prueba el renunciar a sus compañeros impíos y el renunciar a sus pecados. Mientras que, si su arrepentimiento fuera verdadero, no considerarían ninguna cruz para renunciar a sus pecados. Recuerdo cómo me sentía cuando vi por primera vez a jóvenes que se volvían cristianos y se unían a la iglesia. Pensaba que era buenísimo, en general, tener religión, porque salvarían sus almas e irían al cielo. Pero con el tiempo, me pareció que era muy triste. Nunca me imaginé entonces que después esos jóvenes podrían ser ahora realmente felices. Pienso que es muy común para quienes saben que la religión es buena en general, y buena al final, creer que no es posible ser feliz en la religión. Todo esto es debido a una equivocación hecha con respecto a la verdadera naturaleza del arrepentimiento. No comprenden que el arrepentimiento verdadero conduce a un aborrecimiento de aquellas cosas que se amaban antes. Los pecadores no ven que cuando sus jóvenes amigos se vuelven verdaderos cristianos sienten aborrecimiento por sus bailes y fiestas, diversiones pecaminosas y locuras, y que el amor por estas cosas es crucificado.

Conocí a una joven que se convirtió a Dios. Su padre era un hombre muy orgulloso y mundano. Ella tenía mucho afecto por el vestido, la escuela de baile y los bailes. Después de convertirse, su padre la obligaba a ir a la escuela de baile. Él mismo la acompañaba y la obligaba a levantarse y a bailar. Ella iba allí y lloraba, y a veces cuando estaba de pie para bailar, sus sentimientos de aborrecimiento y tristeza venían de tal modo a ella que se salía y prorrumpía en llanto. Aquí ven ustedes la causa de todo eso. Se arrepintió verdaderamente de esas cosas, con un arrepentimiento del que no se arrepentiría. ¡Cuántas asociaciones harían recordar a un cristiano una escena así! ¡Qué compasión para sus antiguos compañeros alegres! ¡Qué aborrecimiento a su gran jolgorio frívolo! ¡Cómo añoró ella estar en una reunión de oración! ¿Cómo es que podía ser feliz ahí? Tal es la equivocación del impenitente, de aquellos que tienen la tristeza según el mundo, con respecto a la felicidad del cristiano verdadero.

3. Aquí vean ustedes lo que pasa a los cristianos profesantes que creen que es una cruz ser muy estrictos en religión.

Estas personas se están disculpando siempre por sus pecados y alegando a favor de ciertas prácticas que no son consistentes con la religión estricta. Muestran que todavía aman el pecado y seguirán en él en tanto y hasta donde se atrevan. Si fueran verdaderos cristianos, lo aborrecerían y sentirían que es una cruz ser arrastrados a él.

4. Vean por qué algunos no saben nada de lo que es gozar la religión.

No están contentos y alegres en la religión. Están dolidos porque tienen que separarse de tantas cosas que aman, o porque tienen que dar tanto dinero. Se hallan como en las brasas constantemente. En vez de regocijarse en cada oportunidad de negarse a sí mismos, y regocijarse en las exhibiciones más simples y cortantes de la verdad, es una gran prueba para ellos que se les diga que cumplan su deber, cuando éste interfiere con sus inclinaciones y hábitos. La pura verdad los angustia. ¿Por qué? Porque sus corazones no aman el cumplir su deber. Si así fuera, cada rayo de luz del cielo que irrumpiera en su mente, indicándoles su deber, sería bienvenido, y los haría más y más felices.

Cuando ustedes ven a estas personas, si se hallan entorpecidas y angustiadas porque la verdad los presiona, si el corazón no se rinde y no va con la verdad, HIPÓCRITA es el nombre de tales profesantes de religión. Si ustedes encuentran que están angustiados como pecadores ansiosos, y cuanto más se le señalan sus pecados, más angustiados se encuentran, tengan la certeza de que nunca se han arrepentido verdaderamente de sus pecados, ni se han entregado a Dios.

5. Vean por qué muchos convertidos profesos, que han tenido ejercicios profundos al momento de su conversión, después se vuelven apóstatas.

Tenían convicciones profundas y gran angustia mental y después hallaron alivio, su gozo fue grande, y fueron muy felices durante un tiempo. Pero, con el tiempo, declinaron, y se apartaron. Algunos que no discriminan propiamente entre el arrepentimiento verdadero y falso, y piensan que no pueden ser tales actividades profundas sin el poder divino, llaman estos casos caer de la gracia. Pero la verdad es que se fueron de nosotros porque no eran de nosotros. Nunca tuvieron ese arrepentimiento que aniquila la disposición para el pecado.

6. Vean por qué los apóstatas son tan miserables.

Quizás alguien infiera que yo supongo que todos los verdaderos cristianos son perfectos, por lo que digo sobre la disposición al pecado, que es destruida y cambiada. Pero no se deduce de esto. Hay una diferencia radical entre un cristiano apóstata y un hipócrita que ha dejado su profesión. El hipócrita ama el mundo y disfruta el pecado cuando vuelve a él. Puede tener algo de temor y remordimiento, y aprehensión sobre la pérdida de carácter, pero después de todo disfruta el pecado. No es el caso del cristiano apóstata. Pierde su primer amor, entonces luego cae siendo presa de tentación y así se va para seguir en pecado. Pero no lo ama; es siempre amargura para él; se siente infeliz y lejos del hogar. En aquellos momentos ciertamente no posee el Espíritu de Dios, ni el amor de Dios en ejercicio para librarlo del pecado, pero no ama el pecado; se siente un miserable. Es tan diferente del hipócrita como puede ser. Aquél, cuando abandona el amor de Dios, puede ser entregado a Satanás durante un tiempo, para la destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo, pero no puede volver a disfrutar el pecado como antes pudo en los placeres del mundo. No puede volver a beber en iniquidad como agua. Mientras siga vagando, es un miserable, si hay alguien así aquí esta noche, usted lo sabe.

7. Vean por qué los pecadores reprendidos temen prometer que van a renunciar a sus pecados.

Dicen que no se atreven a hacerlo, porque tienen miedo de que no podrán cumplir la promesa. He ahí la razón. Aman el pecado. El alcohólico sabe que le gusta el ron, y aunque puede verse constreñido a cumplir su promesa y abstenerse, con todo, su apetito lo desea. Y lo mismo ocurre con el pecador reprendido. Siente que ama el pecado, que su adherencia al pecado no ha sido rota todavía, y no se atreve a prometer.

8. Por eso algunos profesantes de religión se oponen mucho a las promesas.

Es por el mismo principio. Aman tanto sus pecados que saben que sus corazones procurarán la indulgencia y temen prometer renunciar a ellos. De ahí que muchos que dicen ser cristianos rehúsan unirse a la iglesia. La razón secreta es que sienten que sus corazones todavía desean ir en pos del pecado, y no se atreven a entrar bajo las obligaciones del pacto de la iglesia. No quieren estar sujetos a la disciplina de la iglesia en caso de que pequen. Tal hombre sabe que es un hipócrita.

9. Los pecadores que tienen tristeza del mundo pueden ver ahora dónde está la dificultad, y cuál es la razón por la que no se convierten.

Sus puntos de vista intelectuales del pecado pueden ser tales que si sus corazones correspondieran, serían cristianos. Y quizá piensan que el suyo es un arrepentimiento verdadero. Pero si estuvieran dispuestos a renunciar al pecado, no dudarían en comprometerse y hacer que todo el mundo supiera que lo han hecho. Si alguien así está aquí, le pido que pase al frente y que tome asiento en esta banca. Si están dispuestos a renunciar al pecado, están dispuestos a prometer hacerlo, y dispuestos a que se sepa que lo han hecho. Pero si resisten la convicción, cuando su entendimiento está iluminado para ver lo que tienen que hacer, y su corazón va todavía tras los pecados, tiemble, pecador, ante el prospecto que le espera. Todas sus convicciones no le servirán de nada. Sólo le servirán para hundirlo más en el infierno por haberlas resistido.

Si están dispuestos a renunciar a sus pecados, pueden mostrarlo en la forma que he dicho. Pero si todavía aman sus pecados y quieren retenerlos, pueden seguir sentados. Y ahora, vamos pedir a Dios en oración por estos pecadores que no están dispuestos a renunciar a sus pecados, y que aunque están convencidos de estar equivocados, aman sus ídolos y quieren ir tras ellos. Que el Señor tenga misericordia de ellos, porque su caso es aterrador.

 

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1. El nombre de "banca ansiosa" (en inglés anxious seat) se refiere al asieno donde estaban las personas listas, o ansiosas, y dispuestas a renunciar a sus pecados para entregarse enteramente a Dios. Aquellas personas, entonces, pasaban a esas bancas vacías a solicitud del hermano Finney para que ahí se pusieran a cuentas con Dios mientras se oraba por ellas.

 Traducción por David Camps
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