LA VERDAD DEL EVANGELIO

CONFERENCIAS SOBRE AVIVAMIENTOS DE RELIGIÓN

por el Rdo. CHARLES G. FINNEY

 

 

CONFERENCIA XIV

MEDIDAS PARA PROMOVER AVIVAMIENTOS

TEXTO.--Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos. -- HECHOS 16: 20-21.

 

"ESTOS HOMBRES" eran Pablo y Silas, que fueron a Filipo a predicar el evangelio, y alborotaron a la población de esa ciudad, porque se suponía que la predicación interfería con sus ganancias mundanas. Entonces, presentaron a los predicadores del evangelio ante los magistrados de la ciudad, como culpables, acusándolos de enseñar doctrinas, especialmente por emplear medidas que no eran lícitas.

Al hablar de estas palabras, quisiera mostrar:

I. Que bajo la dispensación del evangelio Dios no ha establecido un Sistema particular de medidas para utilizarse y están invariablemente adheridas a la promoción de la religión.

II. Que nuestras formas presentes de culto público, y demás, en cuanto se refiere a medidas, han llegado por grados y una sucesión de nuevas medidas.

I. Voy a mostrar que bajo el evangelio, Dios no ha establecido medidas particulares para emplearse.

Bajo la dispensación judía, había formas particulares unidas y prescritas por Dios mismo, de las cuales no era lícito alejarse. Pero estas formas eran todas típicas, y estaban diseñadas para anunciar a Cristo, o algo conectadas a la nueva dispensación que Cristo iba a introducir. Y por tanto fueron fijadas, y todos sus detalles fueron particularmente prescritos por la autoridad Divina. Pero nunca fue así bajo el evangelio. Cuando vino Cristo, la dispensación ceremonial o típica fue abrogada porque el diseño de esas formas se cumplió, y por tanto ya no fueron de utilidad. Él, siendo el anti-tipo, los tipos fueron desde luego suprimidos con su venida. EL EVANGELIO entonces fue predicado como el medio asignado para promover la religión; y fue dejado a discreción de la iglesia para determinar, de vez en vez, qué medidas se adaptarían y qué formas se buscarían, para dar al evangelio su poder. Somos dejados en la oscuridad en cuanto a las medidas que fueron buscadas por los apóstoles y los predicadores de antaño, excepto cuando se pueden recopilar por sus indicios ocasionales en el libro de los Hechos. No sabemos cuántas veces cantaron y cuántas veces oraron en el culto público, ni siquiera si cantaron u oraron en todas las reuniones ordinarias para predicar. Cuando Jesucristo estaba en la tierra, trabajando entre sus discípulos, no tuvo nada que ver con formas o medidas. Hizo de vez en cuando en este respecto como sería natural para cualquier hombre hacer en esos casos, sin nada de conjunto de formas o modo de hacerlo. Los judíos lo acusaron de no considerar esas formas. Su objetivo era predicar y enseñar a la humanidad la verdadera religión. Y cuando los apóstoles después predicaron, con el Espíritu Santo enviado del cielo, no sabemos nada acerca de tener un sistema particular de medidas para seguir con su obra, o algún apóstol que hiciera algo en particular porque los otros lo hacían de esa manera. La comisión de ellos era ir a predicar el evangelio a todas las naciones. No se prescribía ninguna forma. No se admitía ninguna. Nadie puede intentar tener algún conjunto de formas o direcciones particulares como medidas de esta comisión. Háganlo de la mejor manera que puedan--pidan sabiduría a Dios--usen las facultades que les ha dado--busquen la dirección del Espíritu Santo--vayan y háganlo. Ésta era su comisión. Y su objetivo era dar a conocer el evangelio de la manera más eficaz para hacer que la verdad sobresaliera con impacto para obtener la atención y asegurar la obediencia del gran número posible. Nadie puede encontrar cualquier forma de hacer puesta en la Biblia. Es la predicación del evangelio la que sale con prominencia como algo grandioso. La forma no es el asunto.

Es evidente que en la predicación del evangelio debe haber algún tipo de medidas adoptadas. El evangelio debe presentarse a las mentes de la gente y las medidas deben tomarse para que lo puedan oír, e inducirlos a atenderlo. Esto es hecho por la construcción de iglesias, organización de reuniones, y demás. Sin algunas medidas, no puede nunca hacerse para que tenga efecto entre los hombres.

II. Voy a mostrar que nuestras formas presentes de culto público, y demás, en cuanto a las medidas se refiere, han llegado por grados, y por una sucesión de nuevas medidas.

1. Mencionaré algunas cosas en cuanto al ministerio.

Hace muchos años los ministros estaban acostumbrados a vestir un hábito peculiar. Es así en países católicos. Esto era así aquí. Los ministros tenían una vestimenta peculiar como los soldados. Se ponían un sombrero de tres picos, y bandas en vez de un corbatín, ropas pequeñas, y una peluca. No importaba cuánto cabello tenía un hombre, debía cortárselo y ponerse una peluca. Y debía vestir una toga. Todas estas cosas se acostumbraban, y un clérigo estaba obligado a ponérselas, y no se consideraba apropiado que oficiara sin ellas. Todas éstas sin duda habían sido introducidas, pues no había una buena razón para creer que los apóstoles y los primeros ministros se vestían de manera diferente de otros hombres.

Pero ahora estas cosas están de desuso, una por una, por una sucesión de innovaciones o nuevas medidas, hasta ahora en muchos países un ministro puede pasar al púlpito y predicar sin que nadie se dé cuenta, aunque esté vestido como cualquier otro hombre. Y cuando lo hicieron, la iglesia se quejó tanto como si se hubiera desistido de una institución Divina. Se denunció como una innovación. Cuando los ministros empezaron a hacer a un lado sus sombreros de tres picos, y a ponerse sombreros como otros hombres, lastimó mucho a la gente grande, se veía tan "indigno", decían, que un ministro se pusiera un sombrero común. Cuando en 1827 me puse un sombrero de piel, un ministro dijo: "que era muy malo para un ministro".

Cuando empezaron los ministros, hace unos años, a ponerse sombreros blancos, se pensaba que era una innovación muy triste e indigna. Incluso ahora, son tan intolerantes en algunos lugares que un clérigo me dijo, al viajar por Nueva Inglaterra el verano pasado con un sombrero blanco, que podía percibirse que su influencia se afectaba. Ese espíritu no debe verse como inofensivo; tengo buena razón para saber que no es así. Hombres pensantes ven que es pura intolerancia, y están en riesgo de ver todo acerca de la religión a este respecto desde la misma perspectiva. Esto ha sido el resultado en muchas instancias. En estos días no hay ministro en el país que no se sienta obligado a ponerse un abrigo negro, tanto como si fuera una institución divina. La iglesia está aún llena de este tipo de reverencia supersticiosa por tales cosas. Esto es una gran piedra de tropiezo para muchas mentes.

Entonces, del mismo modo, cuando los ministros hicieron a un lado sus bandas, y se pusieron un sombrero de tres picos o corbatín, se decía que se había vuelto muy secular, y muchos lo vieron como falta. Incluso ahora, en algunos lugares, un ministro no se atrevería a ser visto en el púlpito con un sombrero de tres picos o corbatín. La gente se sentiría que él no es clérigo, si no tuviera bandas. Un ministro en esta ciudad le preguntó a otro, si tenía que ponerse un corbatín negro en el púlpito. Se ponía uno con su trato común con la gente, pero dudaba si se lo pondría en el púlpito.

En cuanto a ropas cortas, se pensaba que eran esenciales para el carácter ministerial. Incluso ahora, en países católicos, los sacerdotes se ponen ropas cortas. Incluso los niños ahí, que están siendo instruidos en el sacerdocio, se ponen sombreros de tres picos, corbatín negro, y ropas pequeñas. Esto lo veríamos ridículo pero se practicaba en este país. La gente se hubiera escandalizado si un ministro hubiera pasado con pantalones al púlpito. Se hubiera pensado que ciertamente iba a arruinar a la iglesia con sus innovaciones. Se me ha dicho que hace unos años, en Nueva Inglaterra, un cierto clérigo anciano se oponía tanto a la nueva medida de los ministros que se ponían pantalones, que por ningún motivo iba a dejar que pasara a su púlpito. Un joven iba a predicar por él, que no tenía ropas chicas, y el ministro anciano no lo dejó oficiar en pantalones. Decía, "mi gente va a pensar que he traído a un petimetre al púlpito, para ver a un hombre con pantalones y producir consternación entre ellos". Y entonces, finalmente el joven se vio obligado a pedirle prestada ropa al anciano, que le quedaba chica, e hizo el ridículo. Pero cualquier cosa era mejor que esa innovación terrible de predicar en pantalones. Pero la razón triunfó.

Lo mismo las pelucas. Me acuerdo de un ministro, que, aunque era joven, se ponía una enorme peluca blanca. Y la gente hablaba como si hubiera un derecho divino sobre eso, y era tan difícil desistir, casi, como desistir de la Biblia misma. Las togas también eran consideradas esenciales para el carácter ministerial. E incluso ahora, en muchas congregaciones en este país, la gente no tolerará a un ministro en el púlpito a menos que traiga una toga amplia de seda, con mangas anchas tan grandes como su cuerpo. Incluso en algunas iglesias congregacionales en Nueva Inglaterra no pueden dejarla. Ahora, ¿cómo llegó a suponer la gente que un ministro debe traer una toga o peluca para que la predicación haga efecto? ¿Por qué era que todo clérigo estaba obligado a ponerse esas cosas? ¿Por qué no han dejado de usarse en las iglesias estas cosas sin escandalizarse? Se han dejado todas, una por una, y muchas congregaciones se han distraído por un tiempo por la innovación. Pero ¿alguien creerá que la causa de la religión ha sido dañada por eso? La gente sintió que casi no podía rendir culto a Dios sin ellas, pero claramente su apego no era parte de su religión, esto es, en ninguna parte religión cristiana. Era una mera superstición. Cuando estas cosas se quitaron, se quejaron como Micaía: "tomasteis mis dioses". Pero sin duda su carácter religioso mejoró, al remover esos objetos de reverencia supersticiosa. Para que la iglesia, por lo general, sea grandemente beneficiada por estas innovaciones. Así, verán que el modo presente de la vestimenta de un ministro ha sido beneficiado por una serie de nuevas medidas.

2. En cuanto al orden del culto público.

Las mismas dificultades han sido encontradas al efectuar cambios porque la iglesia ha sentido como si Dios hubiera establecido sólo el modo al que se estaba acostumbrado.

(1.) Los salmos. Antes era costumbre cantar los salmos de David. De vez en cuando se introducía una versión de los salmos en rima. Esto estaba muy mal, seguramente. Cuando los ministros trataron de introducirlos, la iglesia se aturdió, la gente se opuso violentamente, y gran perturbación se creó por la innovación. Pero la nueva medida triunfó.

Después, otra versión fue traída en un mejor estilo de poesía, cuya introducción causó oposición, como una nueva medida. Y finalmente la versión de Watts, a la que aún hay oposición en muchas iglesias. Por 1828, cuando estaba en Filadelfia, se me dijo de un ministro que estaba predicando una serie de conferencias sobre salmodia con el propósito de usar una mejor versión de los salmos e himnos del que se estaba acostumbrado. Incluso ahora, en muchas congregaciones, hay gente que se irá de la iglesia, si un salmo o himno es dado de un libro nuevo. Y si los salmos de Watts se fueran a adoptar, separarían y formarían una congregación en vez de tolerar una innovación así. El mismo tipo de sentimiento ha sido por la introducción de los "Village Hymns" en las reuniones de oración. En una congregación presbiteriana en esta ciudad, hace unos años, la esposa del ministro quiso introducir los "Village Hymns" en las reuniones de oración de mujeres, sin atreverse a ir más lejos. Pensó que iba a tener éxito, pero algunas de las almas cuidadosas supieron que se hacía en Nueva Inglaterra y rehusaron admitirlos. "Es algo de Hopkins, me atrevo a decir".

(2.) El alineamiento de los himnos. Antes, cuando había pocos libros, era la costumbre alinear los himnos, como se le llamaba. El diácono se paraba ante el púlpito y leía un salmo o himno, una línea a la vez, o dos líneas a la vez, y luego cantaba, y el resto se acoplaba. Poco a poco, se empezaron a introducir libros, y se dejó que todos cantaran de su libro. ¡Y qué innovación! Ay, ¡qué confusión y desorden hizo! Cómo es que la gente buena alaba a Dios con canto, sin que el diácono alineara el himno a su melodía santa, pues la santidad del himno parecía consistir mucho en la tonada, la cual era tal que apenas se podía saber si era leído o cantado.

(3.) Coros. Después hubo otra innovación. Se pensó en tener un coro selecto de cantores que se sentaran y cantaran para dar oportunidad de mejorar la música. Pero se opusieron amargamente. Oh, cuántas congregaciones fueron desgarradas por el deseo de los ministros y algunos individuos a la cabeza para que el cultivo de la música mejorara al formar un coro de cantores. La gente habló de las innovaciones y nuevas medidas y pensó que grandes males venían a las iglesias porque los cantores se sentaban y cultivaban la música, aprendían nuevas melodías que la gente grande no podía cantar. No era así cuando eran jóvenes, y no tolerarían tales luces nuevas y novedades en la iglesia.

(4.) Silbido como diapasón. Cuando la música se cultivó, y los coros se sentaban juntos, entonces los cantores quisieron un diapasón. Antes, cuando las líneas eran dadas por el diácono o empleado, empezaba alguna melodía, el resto le seguía como pudiera. Pero cuando los directores del coro empezaron a usar diapasones con el propósito de entonar todas las voces en la misma nota, ¡qué confusión hizo! Oí a un clérigo decir que un anciano en el pueblo donde vivía se levantaba y se salía de la casa cuando oía a alguien del coro, silbar. "Fuera con tu silbido", decía. "¡Qué, silbar en la casa de Dios!" Creía que era una profanación.

(5.) Música con instrumentos. Poco a poco, en algunas congregaciones, varios instrumentos se introdujeron con el propósito de ayudar a los cantores y mejorar la música. Cuando el violoncelo se introdujo por primera vez, fue una gran conmoción. La gente insistía que de una vez hubiera violín en la casa de Dios. "Pues, es un violín, hecho igual al violín, sólo que un poco más grande, y ¿quién puede alabar donde hay un violín? Poco a poco van a querer bailar en la casa de reunión". ¿Quién no ha oído hablar de estas cosas como asuntos de vital importancia a la causa de la religión y pureza de la iglesia? Los ministros, en asambleas eclesiásticas sepulcrales, han pasado días discutiéndolas. En un sínodo en la iglesia presbiteriana, sólo hace unos años, algunos hablaron seriamente, como un asunto digno de disciplina en una cierta iglesia, que tuvieran un órgano en la casa de Dios. Esto dentro de unos años. Y hay muchas iglesias ahora que no tolerarán un órgano. No serían tan movidos si se les dijera que los pecadores que se van a ir al infierno, como si se les dijera que va a haber un órgano en la casa de reunión. Oh, ¡en cuántos lugares se puede hacer que la iglesia haga algo más, más fácil que llegar de una forma fácil y natural para hacer lo que se necesita, lo más sabio y mejor, para promover la religión y salvar almas! Actúan como si tuvieran un "así dice el Señor", por cada costumbre y práctica transmitida a ellos, o que han seguido, no obstante lo absurdo y lastimoso.

(6.) Oraciones espontáneas. ¿Cuánta gente hay que habla como si el Libro de Oración fuera de institución Divina? Y supongo que muchos creen que es. Y en algunas partes de la iglesia a un hombre no se le permite orar sin el libro frente a él.

(7.) Predicar sin notas. Hace unos años, una señora en Filadelfia fue invitada a oír a cierto ministro predicar, y se rehusó porque no leía él sus sermones. Parecía ella pensar que sería profano que un hombre pasara al púlpito y hablara, como si estuviera hablándole a la gente sobre un tema interesante e importante. Así como si Dios hubiera ordenado el uso de apuntes y sermones escritos. No saben que las notas mismas son una innovación e incluso moderna. Fueron introducidas en un momento de dificultades políticas en Inglaterra. Los ministros temían que fueran acusados de predicar algo en contra del gobierno a menos que mostraran lo que habían predicado teniéndolo de antemano por escrito. Y con un espíritu de contemporización, se sometieron a las consideraciones políticas y se impuso un yugo de atadura en la iglesia. Y ahora en muchos lugares no se puede tolerar la predicación espontánea.

(8.) Arrodillarse en oración. Esto ha causado gran turbación en muchos lados del país. Ha sucedido en las iglesias congregacionales en Nueva Inglaterra que a un hombre o una mujer le da pena arrodillarse en una reunión de oración por temor a ser considerados metodistas. He orado en familias donde sólo yo soy la persona que se arrodilla. Los demás están todos de pie, no sea que imiten a los metodistas, supongo, y así favorezcan las innovaciones sobre las formas establecidas. Otros, de nuevo, hablan como si no hubiera una posición más que arrodillarse, que pudiera ser aceptable en oración.

3. Los trabajos de laicos.

(1.) Oraciones laicas. Mucha objeción fue hecha contra el permitir que cualquier hombre ore o tome parte en dirigir una reunión de oración, a menos que sea un clérigo. Se decía que si un laico orara en público interferiría con la dignidad de los ministros y no sería tolerado. Un ministro en Pensilvania me dijo que hace unos años organizó una reunión de oración en la iglesia, y los ancianos se opusieron a ella para que no se realizara. Dijeron que esa obra no se haría, que habían contratado a un ministro para que hiciera la oración y que debía hacerlo, y que no iban a tener hombres comunes que oraran.

Los ministros y muchos otros han objetado contra la oración de un laico en público, y especialmente en la presencia de un ministro. Eso quita la autoridad del clérigo y no va a ser tolerado. En un sínodo realizado en este estado, se asignó una reunión de oración de síndicos. El comité organizador, como iba a ser algo formal, designó de antemano las personas que iban participar, y nombraron a dos clérigos y un laico. Éste era un hombre de talentos y conocimiento igual que la mayoría de los ministros. Pero un doctor en divinidad se levantó y seriamente objetó que se le pidiera al laico que orara ante el sínodo. No era común dijo; infringía los derechos de los clérigos, y no quiso ninguna innovación. ¡Qué cosas!

(2.) La exhortación laica. Ésta ha sido de gran importancia, una que ha agitado a toda Nueva Inglaterra y muchas partes del país, si a los laicos se les debe permitir exhortar en reuniones públicas. Muchos ministros han trabajado para callar totalmente las bocas de los laicos. Pasaron por alto la práctica de las primeras iglesias. Se hizo tanta oposición a esta práctica casi por cien años, que el presidente Edwards de hecho retomó el tema, y escribió una defensa esforzada de los derechos y deberes de los laicos, pero la oposición no ha cesado completamente. "¡Qué! ¡Un hombre que no es ministro hable en público! Creará confusión, decepcionará el ministerio; ¿qué dirá la gente de nosotros los ministros, si dejamos que hombres comunes hagan las mismas cosas que hacemos? ¡Increíble!

Pero ahora, todas estas cosas se han ido, en casi todos los lugares, y los laicos pueden orar y exhortar sin objeciones. Los males que se temían, de los trabajos de los laicos, no se han realizado y muchos ministros están contentos de que los laicos ejerzan sus dones para hacer bien.

4. Reuniones de oración de mujeres. En los últimos años, las reuniones de oración de mujeres han tenido mucha oposición en este estado. ¡Qué terrible! Un ministro, ahora fallecido, decía que cuando intentó establecer estas reuniones, todos los clérigos se le opusieron. "¿Poner a mujeres a orar? Pues, lo siguiente, supongo, será que prediquen". Y hubo mucha aprehensión por la seguridad de Sion, si a las mujeres se les permitía reunirse a orar. E incluso ahora, no se tolera en algunas iglesias.

De modo que ha estado en consideración en todos los movimientos activos. Se oponen a misiones, escuelas dominicales, y demás, y han ganado su baluarte presente en la iglesia sólo por una sucesión de luchas y serie de innovaciones. Una asociación bautista en Pensilvania, hace unos años, desconoció toda comunión con cualquier ministro que hubiese sido educado liberalmente o que apoyara misiones, sociedades bíblicas, escuelas dominicales, sociedades de abstinencia, etc. Todas estas fueron denunciadas como nuevas medidas, no encontradas en la Biblia, y que necesariamente llevan a la distracción y confusión en las iglesias. Lo mismo han hecho algunas iglesias alemanas. Y en muchas iglesias presbiterianas toman la misma postura, y denuncian todas estas cosas, con excepción, quizá, de un ministerio instruido, como innovaciones, nuevas medidas, nuevas luces, yendo en su propia fuerza, y similares, considerándose que hacen un gran mal.

5. Mencionaré a varios hombres que han en la Divina providencia sido prominentes para introducir estas innovaciones.

(1.) Los apóstoles fueron grandes innovadores, como todos saben. Después de la resurrección, y después de que el Espíritu Santo se derramara, fueron enviados a remodelar la iglesia. Derribaron el sistema judío de medidas y lo desenraizaron para dejar casi nada de vestigio.

(2.) Lutero y los reformadores. Todos ustedes saben qué dificultades tuvieron y la razón fue que trataron de introducir nuevas medidas--nuevos modos de realizar los deberes públicos de la religión, y medios nuevos para llevar el evangelio con poder a los corazones de los hombres. Todas las cosas raras y ridículas de los católicos se tenían en la iglesia con obstinación persistente como si fueran de autoridad Divina. Y tanta agitación surgió por el intento de cambiarlas que Europa se vio cubierta en sangre.

(3.) Wesley y sus coautores. Wesley no derrumbó la iglesia establecida en Inglaterra, pero formó pequeñas clases en todos lados que crecieron en una iglesia dentro de una iglesia. Permaneció en la iglesia episcopal, pero introdujo tantas nuevas medidas como para llenar a Inglaterra de entusiasmo, alboroto y oposición, y en todos lados era denunciado como un innovador, un agitador sedicioso, y un maestro de nuevas cosas que no era lícito recibir.

White Field era un hombre de la misma escuela, y como Wesley fue un innovador. Creo que él y varios de sus asociados fueron echados de la universidad por levantar una nueva medida como una reunión de oración social. Oraban juntos y exponían las escrituras, y eso fue una novedad tan osada que no se podía tolerar. Cuando Whitefield llegó a este país, ¡qué oposición tan tremenda surgió! Con frecuencia ponía en riesgo su vida, y a duras penas escapaba. Ahora, muchos de nuestra denominación se han despojado de prejuicio pensando que Wesley no fue sólo un buen hombre, sino también sabio y preminentemente útil. En ese entones casi toda la iglesia lo veía con animosidad, temiendo que las innovaciones que introdujo destruiría la iglesia.

(4.) El Presidente Edwards. Este gran hombre fue famoso en su tiempo por nuevas medidas. Entre sus innovaciones, rehusó bautizar a los hijos de padres impenitentes. La práctica de bautizar a los hijos de los impíos había sido introducida en las iglesias de Nueva Inglaterra en el siglo pasado, y se volvió casi universal. El Presidente Edwards vio que la práctica estaba mal y rehusó seguirla, y el rechazo sacudió a todas las iglesias de Nueva Inglaterra. Cientos de ministros se unieron y determinaron quitarlo. Escribió un libro sobre el tema y los derrotó a todos. Produjo una de las más grandes agitaciones en Nueva Inglaterra. Nada, excepto la lucha de la independencia, ha producido una agitación igual.

El General Association of Connecticut (La Asociación General de Connecticut) rehusó apoyar a Whitefield, un gran innovador. "Pues, ¡predicaba al aire libre y donde fuera!" ¡Horrible! Qué cosa tan terrible, que un hombre predique en los campos o las calles. Sáquenlo.

Todos ellos fueron hombres devotos buscando formas de hacer bien y salvar almas. Y precisamente el mismo tipo de oposición fue experimentado por todos los cuerpos eclesiásticos, obstruyendo su camino y tratando de destruir su carácter e influencia. Un libro, aún en existencia, fue escrito en tiempos del Presidente Edwards por un doctor en divinidad y firmado por una multitud de ministros, contra Whitefield y Edwards, sus asociados y medidas. Una carta fue publicada en esta ciudad por un ministro contra Whitefield, que tenía las mismas objeciones contra innovaciones de las que oímos ahora. En tiempos recientes de gran oposición a los avivamientos en el estado de Nueva York, una copia de esta carta fue llevada al editor de una publicación periódica religiosa con la petición de que la publicara. Se rehusó porque si la publicaba, se unirían a la controversia que estaba sucediendo. La menciono meramente para mostrar cuán idéntica es la oposición que surge en diferentes tiempos contra todas las nuevas medidas hechas para avanzar en la causa de la religión.

6. En la generación presente, se han introducido muchas cosas que han probado ser útiles, pero han tenido oposición por haber sido innovaciones. Y como muchos aún están inquietos en cuanto a ellas, he pensado que es mejor hacer algunas observaciones referentes a ellas. Hay tres cosas en particular que llaman la atención, y por tanto hablaré de ellas. Son las reuniones ansiosas, las reuniones prolongadas y la banca ansiosa. A éstas todos se oponen y se llaman nuevas medidas.

(1.) Reuniones ansiosas. La primera vez que oí ese nombre fue en Nueva Inglaterra donde se hacían con el propósito de tener una conversación personal con pecadores ansiosos, y adaptar la instrucción a los casos de las personas para llevarlas inmediatamente a Cristo. Su diseño es evidentemente filosófico, pero ha habido oposición porque son nuevas. Hay dos modos de conducir una reunión ansiosa, cual sea puede afectar el objetivo de ellas.

(a.) Al pasar unos momentos en conversación personal y aprender del estado de la mente de cada persona, y entonces dirigirse tal todo, se tratan los errores y se quitan las dificultades.

(b.) Al ir con cada uno, tomar el caso individualmente, examinar el terreno con cada uno por separado, y lograr que prometa rendir su corazón a Dios. Uno u otro modo, son importantes y se ha encontrado que son una práctica exitosa. Pero han objetado multitudes porque son nuevas.

(2.) Reuniones prolongadas. Éstas no son nuevas, sino que siempre han sido practicadas de una forma o de otra desde que hay iglesia en la tierra. Los festivales judíos no eran más que reuniones prolongadas. En cuanto a la manera, eran conducidas de modo distinto a lo que conocemos hoy. Pero el diseño es el mismo, dedicar una serie de días a los servicios religiosos a fin de hacer una impresión más poderosa de las cosas divinas en las mentes de la gente. Todas las denominaciones de cristianos, cuando la religión prospera entre ellos, llevan a cabo reuniones prolongadas. En Escocia empezaban el jueves todos en los tiempos de comunión y terminaban el Día del Señor. Los episcopales, bautistas, y metodistas, todos llevaban a cabo reuniones prolongadas. Pero ahora se han opuesto, particularmente los presbiterianos, y las han llamado nuevas medidas, y las consideran llenas de toda maldad, pese a que clara y extensivamente han sido bendecidas. Sugeriré algunas cosas que deben considerarse tocante a ellas.

(a.) Al asignarlas, tomando en cuenta las circunstancias de la gente si la iglesia puede dar atención y dedicar tiempo para llevar a cabo la reunión. En algunos casos esta regla ha sido descuidada. Algunos han pensado que es correcto irrumpir en las labores necesarias de la comunidad. En el campo, asignan la reunión en tiempo de cosecha, y en la ciudad en la temporada alta de negocios, cuando todos los hombres están ocupados y presionados por sus labores terrenales. En defensa de este curso de acción, se dice que nuestro asunto es para someternos a las cosas de Dios; que las cosas eternas son de mucho más importancia que las temporales, que los asuntos del mundo de cualquier tipo, y en cualquier momento, que deben dejarse y dar lugar a una reunión prolongada. Pero los asuntos del mundo en los que nos ocupamos no son nuestros. Es tanto sean de Dios, como nuestro deber, como nuestras oraciones y reuniones prolongadas. Si no consideramos nuestra labor en esta luz, no hemos aún tomado la primer lección de religión; no hemos aprendido hacer cosas para la gloria de Dios. Con esta postura del tema, el de separar el trabajo de la religión, estamos viviendo seis días para nosotros y el séptimo para Dios. LOS DEBERES REALES NUNCA INTERFIEREN UNO CON OTRO. Los días hábiles tienen sus deberes correspondientes y el Día del Señor su deber correspondiente y somos igualmente piadosos cada día de la semana y en el cumplimiento de nuestros deberes todos los días. Vamos a arar, sembrar, vender nuestros productos, y atender nuestros varios llamados, con la misma singularidad de opinión para la gloria de Dios, como con la que vamos a la iglesia el Día del Señor, oramos con nuestras familias y leemos la Biblia. Éste es el primer principio de religión. Aquel que no sepa y actúe con ese principio no ha aprendido aún el A, B, C de la piedad. Ahora hay temporadas particulares del año en las que Dios en su providencia llama a los hombres a atender asuntos, porque éstos del mundo en esa época son particularmente urgentes, y deben hacerse en esa temporada, si se hacen; el tiempo de plantar y cosechar para el agricultor, y tiempo de negocios para el comerciante. Y no tenemos derecho a decir, en esas temporadas en particular, que se deben dejar esos asuntos y tener una reunión prolongada. El hecho es que el trabajo no es de nosotros. Y a menos que Dios, por alguna indicación especial de su providencia, mostrádola por su voluntad que debemos desviar y tener una reunión prolongada en tales tiempos, lo considero como tentar a Dios asignarlas. Es como decir "Oh Dios, este asunto del mundo es nuestro asunto, y estamos dispuestos a ponerlo a un lado por tus asuntos". A menos que Dios lo haya indicado porque quiere derramar su Espíritu y avivar su obra en tal temporada, y así ha convocado a su pueblo para dejarlos, por el momento, me parece que Dios nos puede decir en tales circunstancias "¿Quién demanda esto de vuestras manos?"

Dios tiene derecho a disponer de nuestro tiempo como quiera, requerirnos para rendir cualquier parte de nuestro tiempo, o todo nuestro tiempo, para los deberes de instrucción y devoción. Y cuando las circunstancias claramente llaman a eso, es nuestro deber poner a un lado cualquier otro asunto, y hacer esfuerzos directos y continuos para la salvación de las almas. Si hacemos transacciones sobre principios correctos, y desde los motivos correctos, y completamente para la gloria de Dios, nunca objetaremos de poner a un lado el asistir a una reunión prolongada cuando parezca ser un llamado para eso en la providencia de Dios. Un hombre que se considera un administrador o empleado no le parece una molestia descansar de sus labores en el Día del Señor, sino un privilegio. El dueño egoísta puede no estar dispuesto a suspender su negocio el Día del Señor. Pero el empleado, que hace transacciones comerciales, no para él mismo, sino para su patrón, considera un privilegio descansar en el Día del Señor. Así que si hacemos nuestra labor para Dios, no pensaremos que sea difícil si hace que sea nuestro deber suspender nuestras labores del mundo y asistir a una reunión prolongada. Debemos más bien considerarlo a luz de un día festivo. Cuando, por tanto, oigan a un hombre decir que no deja su trabajo por asistir a una reunión prolongada--que es su deber atenderlo, hay razón para temer que considera su trabajo como suyo, y la reunión como asunto de Dios. Si siente que el trabajo de la tienda o la granja fuese tanto el asunto de Dios como asistir a una reunión prolongada, sin duda estará muy dispuesto a descansar de sus labores del mundo e irá a la casa del Señor y se repondrá cuando haya una indicación, de parte de Dios, que la comunidad fue llamada a esa labor. Vale la pena observar que los festivales judíos eran señalados en esas épocas del año cuando había menos presión de asuntos indispensables del mundo.

En algunas instancias, tales reuniones han sido asignadas en el momento de mucha presión en las temporadas de trabajo del mundo, y el resultado no ha sido bueno, evidentemente por la falta de atención a la regla puesta aquí. En otros casos, las reuniones han sido señaladas en temporadas cuando había mucha presión de trabajos del mundo y han sido bendecidas. Pero en esos casos la bendición siguió porque la reunión fue asignada en obediencia a las indicaciones de la voluntad de Dios, por aquellos que tuvieron discernimiento espiritual, y entendieron las señales de los tiempos. Y en muchos casos, sin duda, las personas que han asistido supuestamente dejaron su propio trabajo para atender los asuntos de Dios, y en tales casos hicieron lo que se supone sería un sacrificio real, y Dios en misericordia les concedió la bendición.

(b.) Comúnmente, una reunión prolongada debe conducirse, y la labor realizada en su mayoría, por el mismo ministro, en lo posible. A veces las reuniones prolongadas se han llevado a cabo poniendo la dependencia en los ministros que vienen un día u otro. Y no hay bendición. Y la razón es obvia. No vinieron en un estado mental para entrar en la obra, y no conocen el estado mental de las personas para saber qué predicar. Supongan que una persona que está enferma llama a un doctor distinto cada día. No va a saber él qué síntomas ha tenido, ni qué enfermedad ni tratamiento dar, ni qué remedios se han intentado, ni qué tiene el paciente. Pues, seguramente lo matará. Del mismo modo en una reunión prolongada llevada a cabo por una serie de ministros. Ninguno de ellos se penetra en el espíritu de esa reunión y generalmente hacen más daño que bien.

Una reunión prolongada no debe, por lo regular, asignarse a menos que ellos puedan asegurar el tipo correcto de ayuda, y tener un ministro o dos que estén de acuerdo para estar firmes hasta que la reunión se realice. Entonces probablemente asegurarán una rica bendición.

(c.) No debe haber muchas reuniones públicas que interfieran con los deberes de la oración y la familia. De otro modo, los cristianos perderán su espiritualidad, se soltarán de Dios y la reunión se debilitará.

(d.) Las familias no deben atender tanto a forasteros y descuidar la oración y otros deberes. Se da con frecuencia el caso que cuando una reunión prolongada se lleva a cabo, algunas de las familias principales en la iglesia, quiero decir aquellas de las que principalmente se depende para tener reuniones, no se ponen a trabajar. Y la razón es que están agobiadas con mucho servicio. Con frecuencia se toman la molestia innecesaria de proveer para los invitados que vienen de lejos a la reunión, y se ponen neciamente a hospedarlos, no sólo cómodamente sino suntuosamente. Debe siempre entenderse que es el deber de las familias tener poca ocupación y ostentación como sea posible, y realizar la hospitalidad de la manera más sencilla, para que ellas puedan tener tiempo de orar, ir a la reunión y atender las cosas del reino.

(e.) Por todos los medios cuídense de estar innecesariamente hasta horas muy tarde. Si la gente se queda muy tarde, noche tras noche, inevitablemente desgastarán el cuerpo, y su salud fallará, y habrá una reacción. A veces se entusiasman tanto que pierden el sueño, y sus comidas son irregulares, hasta que sucumben, y una reacción debe venir. A menos que tomen las molestias para mantenerse normales, la agitación será tan grande que la naturaleza intervendrá, y se desgastarán y la obra se detendrá.

(f.) Todo sectarismo debe ser cuidadosamente evitado. Si un espíritu de sectarismo irrumpe en la predicación, oración o conversación, contrarrestará todo lo bueno de la reunión.

(g.) Estén al pendiente de depender de una reunión prolongada, como si de ella misma se produjera un avivamiento. Éste es un punto de gran peligro, y siempre ha sido. Ésta es la gran razón por la que la iglesia en generaciones sucesivas siempre ha tenido que dejar sus medidas--porque los cristianos han venido a depender de ellas por el éxito. Así ha sido en algunos lugares, en cuanto a las reuniones prolongadas. Han sido tan bendecidos que en algunos lugares la gente ha pensado que si sólo tienen una reunión prolongada, tendrán una bendición, y los pecadores se convertirán desde luego. Y entonces se asigna la reunión, sin ninguna preparación, como si eso convirtiera a los pecadores. Es obvio que la bendición será retenida por una reunión hecha de esa forma.

(h.) Eviten adoptar la idea que un avivamiento no puede disfrutarse sin una reunión prolongada. Algunas iglesias se han metido en un estado mórbido de sentimientos en este asunto. Su celo se ha vuelto espasmódico y febril, de modo que nunca piensan hacer algo para promover un avivamiento, sólo de esa forma. Cuando se lleva a cabo la reunión prolongada, parecen maravillosamente celosos, y luego se hunden en un estado aletargado hasta que otra reunión prolongada produce otro espasmo. Y ahora las multitudes en la iglesia creen que es necesario quitarlas y perder todos los beneficios por las que reuniones prolongadas son estimadas de producir.

(3.) La banca ansiosa

Por esto quiero decir el señalamiento de algún asiento en particular en la reunión donde los conturbados puedan ir y ser abordados particularmente, y sean hechos sujetos de oración, y a veces se converse con ellos individualmente. Recién, esta medida ha tenido más oposición que cualquier otra. ¿Cuál es la gran objeción? No puedo verla. El diseño de la banca ansiosa es sin duda filosófico y según las leyes de la mente. Tiene dos orientaciones:

1. Cuando una persona está seriamente agitada en la mente, todos saben que hay una tendencia a ocultarlo. Cuando una persona es abatida por un sentido de su condición, si pueden hacérselo saber, si pueden hacer que rompa las cadenas del orgullo, han ganado un punto importante hacia su conversión. Esto es acorde con la filosofía de la mente humana. ¿Cuántos miles están ahí que bendecirán a Dios en la eternidad, que cuando presionados por la verdad fueron llevados a dar ese paso, por lo que desechan la idea de que era algo aterrador tener a alguien apurado por sus almas?

2. La otra es detectar el engaño y la decepción, y así prevenir falsas esperanzas. Se ha opuesto basándose en que era calculada para crear decepción y falsas esperanzas. Pero esta objeción es irrazonable. La verdad es que es del otro lado. Supongan que estuviera predicando yo del tema de la abstinencia, y que primero mostrara los males de la intemperancia, y trajera a un borracho y su familia, y mostrara los varios males producidos, hasta que cada corazón estuviera latiendo de emoción. Luego expondría el gran peligro de la bebida moderada, y mostraría cómo lleva a la intoxicación y ruina, y que no hay más seguridad que la ABSTINENCIA TOTAL, hasta que cientos de corazones estuvieran listos para decir: "nunca más beberé una gota de aguardiente en el mundo; y si lo hago esperaré encontrar la tumba de un borracho". Ahora, me detengo, y dejo que el compromiso circule, y todos que estén plenamente resueltos a firmarlo. Pero cuántos empezarán a retractarse y titubear cuando los llamen a firmar el compromiso de abstinencia total. Uno se dirá a sí mismo "¿firmaré o no? Pensé que mi mente estaba convencida, pero esto de firmar el compromiso de nunca tomar de nuevo, no sé". De ese modo ven que cuando se llama a una persona a comprometerse, si se encuentra indecisa, expresará que no es sincera. Esto es, nunca llegó a esa resolución en el asunto, en la que se podía confiar para controlar su vida futura. Del mismo modo con el pecador despierto. Predíquenle, y en se momento creerá que está dispuesto a hacer cualquier cosa; creerá que está determinado a servir al Señor, pero pónganlo a prueba, díganle que haga una cosa, que dé el paso que lo identificará con el pueblo de Dios, o que doblegue su orgullo--su orgullo surge, y se rehúsa; su engaño es expuesto, y se encuentra él mismo todavía siendo un pecador, mientras, si no lo había hecho, se puede ir alardeándose que se hizo cristiano. Si le dicen "hay una banca ansiosa, ven y declara tu determinación para estar del lado del Señor", y si no está dispuesto a hacer algo pequeño como eso, entonces no está dispuesto a nada, y ahí es llevado ante su propia conciencia. Descubre el engaño del corazón humano, y previene muchas conversiones espurias, al mostrar aquellos que de otro modo se imaginan ellos mismos dispuestos a hacer algo por Cristo, que de hecho no están dispuestos a hacer nada.

La iglesia siempre sintió que era necesario tener algo para responder a ese mismo propósito. En los días de los apóstoles el bautizo respondía ese propósito. El evangelio era predicado a la gente, y luego todos aquellos que estaban dispuestos a estar del lado de Cristo eran llamados a que se bautizaran. Y tenía el mismo lugar de lo que la banca ansiosa hace ahora, como una manifestación pública de su determinación a hacerse cristianos. Y en tiempos modernos, aquellos que se han violentamente opuesto a la banca ansiosa han sido obligados a adoptar un sustituto, o no pueden seguir en la promoción de un avivamiento. Algunos han adoptado lo oportuno de la invitación a la gente conturbada por sus almas de quedarse para conversar luego que el resto de la congregación se haya retirado. Pero ¿cuál es la diferencia? Esto es lo mismo que poner una prueba como la otra. Otros, que les da mucha pena emplear la banca ansiosa, han pedido a aquellos que tengan algún sentimiento sobre el tema de quedarse en sus asientos cuando los demás se retiren. Otros han llamado a los conturbados que pasen a otro lugar. El objetivo es el mismo, y el principio es el mismo, sacar a la gente del refugio de vergüenza falsa. Oí a un hombre que se oponía mucho a las nuevas medidas, en una de sus reuniones pidió que todos los que se querían rendir a Dios, o desearan que se orara por ellos, que lo indicaran al agacharse y recargar sus cabezas en el asiento frente a ellos. ¿Quién no ve que esto era una mera evasión de la banca ansiosa, y que estaba diseñada para responder el propósito en su lugar, y que él adoptó eso porque sintió que era algo importante?

Ahora, ¿cuál es la objeción en contra de tomar un asiento en particular, o levantarse e ir a otra sala? Es lo mismo cuando se realiza apropiadamente. Y no son novedades sobre el principio. Aquello se ha hecho siempre en sustancia. En los días de Josué, llamó a la gente a decidir qué harían, y les habló directamente en la reunión, "a Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos".

OBSERVACIONES.

1. Si examinamos la historia de la iglesia encontraremos que nunca ha habido reforma extensiva, excepto por nuevas medidas. Cuando la iglesia se asienta en una forma de hacer las cosas, pronto dependerá del exterior para hacer las cosas, y así retendrá la forma de religión mientras pierde su esencia. Y entonces es imposible levantarla para reformar los males, y producir un avivamiento de religión, al simplemente buscar esa forma establecida. Quizá no es mucho decir que es imposible para Dios mismo que acontezcan las reformas más que por nuevas medidas. Por lo menos, es un hecho que Dios siempre ha escogido esa forma, como la más sabia y mejor que se puede adoptar o concebir. Y aunque siempre ha sido el caso que las medidas que Dios ha escogido emplear, y que ha bendecido al revivir su obra, se han opuesto como nuevas medidas, y han sido denunciadas, pero han continuado para actuar en el mismo principio. Cuando se ha encontrado que un cierto modo ha perdido su influencia al convertirse en una forma, él hace que acontezca otra nueva medida, que PENETRARÁ en los hábitos flojos, y DESPERTARÁ a la iglesia SOÑOLIENTA. Y gran bien resultará.

2. Las mismas distinciones, en sustancia, que ahora existen, siempre han existido, en todo tiempo de reforma y avivamiento de religión. Siempre ha habido aquellos que particularmente se adhirieron a sus formas y nociones, y la manera precisa de hacer las cosas, como si ellos tuvieran un "así dice el Señor" para cada una de ellas. Han llamado a quienes difieren de ellos, que están tratando de mover el arca de salvación hacia adelante, metodistas, nuevas luces, radicales, nueva escuela, nueva divinidad, y varios otros términos deshonrosos. Y las declinaciones que han seguido se han uniformemente debido a dos causas, que por ningún motivo la iglesia debe pasar por alto.

En tales casos, las iglesias gradualmente han perdido su confianza en la oposición a nuevas medidas, y el clamor de "nueva Divinidad" e "innovación" ha cesado de alarmarlos. Ven que la bendición de Dios está con aquellos que son acusados así de nuevas medidas e innovación y la oposición continua de la vieja escuela, junto con el éxito continuo de la nueva escuela, han destruido su confianza en la oposición, y se han cansado de oír el clamor incesante de las "nuevas luces" y "nueva divinidad" y "nuevas medidas". De ese modo la balanza se ha inclinado, y las iglesias han pronunciado un veredicto a favor de la nueva escuela y la condenación contra la vieja escuela.

(2.) Pero ahora, dígname: aquí mismo en este estado de las cosas, el diablo ha, una y otra vez, tomado ventaja, y los individuos se han levantado, y estando sostenidos por la confianza de las iglesias del lado de la nueva medida y encontrándolos enfermos de oposición, y listos para hacer cualquier cosa que promueva los intereses del reino de Cristo, han sido ellos mismos conducidos precipitadamente, y en algunas instancias han llevado a las iglesias hacia el mismo vórtice de esas dificultades que han sido predichas por sus opositores. De ese modo, cuando la batalla ha sido peleada, y la victoria obtenida, el celo impulsivo de algunos individuos bien intencionados, pero apresurados, ha ocasionado una reacción que ha propagado un nubarrón por todas las iglesias por años. Éste fue el caso, y es bien conocido, del presidente Edwards. He ahí una roca sobre la cual un faro es construido ahora, y sobre la cual la iglesia está varada, ambos bandos están totalmente sin excusa. Es bien sabido, o debe saberse, que la declinación que siguió de los avivamientos en esos días, junto con las declinaciones que han repetidamente ocurrido, se debe a la influencia combinada de oposición continua pertinaz de la vieja escuela, y el máximo espíritu malo e insensatez de algunos individuos de la nueva escuela.

Y aquí se debe tocar la alarma completamente para ambos bandos, no sea que el diablo prevalezca contra nosotros, en el punto mismo, y bajos las circunstancias mismas, donde tan seguido ha prevalecido. ¿Nunca aprenderá sabiduría la iglesia de la experiencia? ¡Cuán a menudo, oh, cuán a menudo deben ser estas escenas actuadas antes de que el milenio venga! ¿Cuándo será que la iglesia pueda ser revivida y que la religión prevalezca, sin incitar tal oposición en ella, como eventualmente acontezca una reacción?

3. El presente clamor contra nuevas medidas es altamente ridículo, cuando consideramos el lugar de donde viene, y todas las circunstancias en el caso. Es ciertamente sorprendente que los ministros serios deban sentirse realmente alarmados por las nuevas medidas del día de hoy, como si éstas fueran algo nuevo bajo el sol, y como si la forma y manera presentes de hacer las cosas hubieran descendido de los apóstoles, y fuesen establecidas por un "así dice el Señor", cuando la verdad es que cada paso del avance de la iglesia desde la gruesa oscuridad del papado ha sido a través de la introducción de una nueva medida tras otra. Ahora vemos con asombro y somos inclinados a mirar casi con desdén el clamor de la "innovación", que ha precedido hoy en día, y mientras vemos nuestros temores que multitudes en la iglesia han entretenido en el pasado con respecto a la innovación, es difícil dar cuenta de lo que nos parece como sin fundamento y absurdo, por lo menos, si no objeciones y dificultades ridículas que han hecho ellos. Pero, mis oidores, ¿acaso no es de maravillarse que el día de hoy, luego que la iglesia ha tenido tanta experiencia en estos asuntos, que hombres serios y piadosos deban sentirse seriamente alarmados por la introducción de medidas simples, filosóficas, y grandemente prosperadas de los últimos diez años? Como si las nuevas medidas fueran algo para no tolerarse, de una tendencia altamente desastrosa, que deba despertar las notas y ecos de alarma en cada escondrijo y rincón de la iglesia.

4. Vemos por qué es que aquellos que han estado haciendo tanto escándalo por las nuevas medidas no han sido exitosos en promover avivamientos.

Se han enfocado en los males, reales o imaginarios, que han acompañado esta gran y bendita obra de Dios. Ha habido males, nadie pretende negar. Pero creo que ningún avivamiento ha existido desde que el mundo empezó de tan gran poder y extensión como el que ha prevalecido en los diez últimos años, que no ha sido considerado como el gran o más grande de males. Todavía una gran porción de la iglesia se ha estado espantando ella misma u otras, al poner atención constante en los males de los avivamientos. Uno de los profesantes en un seminario teológico presbiteriano sintió que era su deber escribir una serie de cartas a los presbiterianos, que fueron circuladas extensivamente, el objeto del cual parecía ser el de sonar la alarma por todas las iglesias por los males al asistir a los avivamientos. Mientras los hombres consideran males en vez de excelencias de una obra bendita de Dios, y ¿cómo puede esperarse que ellos sean útiles en promoverla? Yo digo que todo esto en gran bondad, pero aún es un punto en el que no debo callarme.

5. Sin nuevas medidas es imposible que la iglesia tenga éxito en obtener la atención del mundo a la religión. Hay muchos temas emocionantes constantemente llevados ante la mente del público, de aquí para allá, tantos clamores de "he aquí" y "he allá", que la iglesia no puede mantener su posición, no puede ordenar la atención, sin la predicación muy emocionante, y novedad suficiente en las medidas, para obtener la atención pública. Las medidas de los políticos, infieles y herejes, amontonándose por la riqueza, el aumento de lujos, y las diez mil influencias emocionantes y contrarrestantes con la que carga la iglesia y el mundo, obtendrá su atención y alejará a los hombres del santuario y altares del Señor, a menos que aumentemos en sabiduría y piedad, y adoptemos sabiamente esas nuevas medidas como se calculan para ganar la atención de los hombres para el evangelio de Cristo. Ya he dicho, en el curso de estas conferencias, que las novedades deben ser introducidas no tan rápidas como son convocadas. Deben introducirse con la sabiduría, precaución y oración más grandes y en una manera calculada para incitar la menos oposición posible. Pero tenemos que tener nuevas medidas. Y que Dios prevenga la iglesia de acostumbrarse a cualquier tipo de formas, y estereotipar cualquier otro tipo de medidas.

6. Es evidente que debemos tener más predicación emocionante, suplir el carácter y carencias de la época. Los ministros están empezando averiguar esto. Y algunos se quejan, y suponen que se debe a las nuevas medidas, como las llaman. Dicen que tales ministros como a nuestros padres les hubieran dado gusto oír, ahora no pueden ser escuchados, no pueden llegar a un acuerdo, ni reunir una audiencia. Y creen que las nuevas medidas han pervertido el gusto de la gente. Pero ésta no es la dificultad. El carácter de la época ha cambiado, y estos hombres no se han conformado a ella, sino retienen el mismo estilo rígido, seco y en prosa de predicación que respondió hace medio siglo.

Vean a los metodistas. Muchos de sus ministros son incultos, en el sentido común del término, muchos de ellos tomados de la tienda o la granja, y sin embargo han reunido congregaciones, abierto paso, y ganado almas por todos lados. Adonde han ido los metodistas, su modo sencillo, intencionado, y animado de predicación siempre ha reunido congregaciones. Pocos ministros presbiterianos han reunido asambleas tan grandes, o ganado tantas almas. ¿Ahora se nos dice que debemos buscar el mismo modo antiguo y formal de hacer las cosas en medio de todos estos cambios? También de una vez que el North River (Río del Norte) corra en dirección opuesta, en tanto el mundo se convierta bajo esa predicación. Aquellos que adoptan un estilo distinto de predicación, como lo han hecho los metodistas, huirán de nosotros. El mundo escapará bajo la influencia de este ministerio anticuado o en vez de ministerio nuevo. Es imposible que la mente pública deba ser detenida por una predicación tal. Debemos tener predicación emocionante y poderosa, o el diablo tendrá la gente, excepto lo que los metodistas puedan salvar. Es imposible que nuestros ministros deban continuar haciendo bien, a menos que tengamos innovaciones en cuanto al estilo de predicación. Muchos ministros ya lo están viendo, que un ministro metodista, sin las ventajas de la educación humanista atraerá una congregación alrededor de él, la cual un ministro presbiteriano, con quizá diez veces más instrucción, no puede igualar, porque no tiene el modo vivo del otro, y no derrama fuego sobre sus oidores cuando predica.

7. Vemos la importancia de tener ministros jóvenes que obtengan las posturas correctas de avivamientos. En muchísimos casos, he visto que se toman grandes molestias para espantar a nuestros jóvenes que se están preparando para el ministerio sobre los males de los avivamientos, nuevas medidas y demás. Se les enseña a los jóvenes de los seminarios teológicos que vean las nuevas medidas como si fueran invenciones del diablo. Cómo pueden tener avivamientos tales hombres. Entonces cuando salen, ven, observan y empiezan como si el diablo estuviera ahí. Unos jóvenes de Princeton, hace unos, años, escribieron un ensayo de los "males de los avivamientos". Me gustaría saber, ahora, cuántos de estos jóvenes han gozado de avivamientos entre su gente desde que han estado en el ministerio; y si lo han hecho, me gustaría saber si se han arrepentido de ese escrito acerca de los males de los avivamientos.

Si tuviera una voz para que se me oiga en Princeton, hablaría a esos jóvenes sobre ese tema. Es tiempo de hablar directamente sobre ese punto. La iglesia está gimiendo por todos lados por la carencia de ministros adecuados. Buenos hombres están trabajando para promover avivamientos de religión; y cuando salen del seminario, algunos son tan tímidos a todas las nuevas medidas que Dios bendice como si fueran en sí papismo.

¿Será así siempre? Tenemos que educar a los jóvenes para el ministerio, y hacerles que salgan aterrorizados sobre las nuevas medidas, como si nunca hubiera habido nuevas medidas. Deben saber que las nuevas medidas no son algo nuevo en la iglesia. Dejen que SIGAN, y se mantengan trabajando, y no estén espantados por las nuevas medidas. Me ha dolido ver que algunos hombres, al relatar avivamientos, se han evidentemente sentido ellos mismos obligados a ser específicos en detallar las medidas usadas, y evitar la inferencia que las nuevas medidas fueron introducidas; evidentemente sintiendo que incluso la iglesia devaluará el avivamiento a menos que parezca haber sido promovido sin esas medidas nuevas. Además, esta precaución en detallar las medidas para demostrar que no había nada nuevo, pareciera admitir que las nuevas medidas están mal porque son nuevas, y que un avivamiento es más valioso porque no es promovido por las nuevas medidas. De esa forma, entiendo que mucho mal se ha hecho ya, y si la práctica es continuar, debe llegar a eso, que un avivamiento deba ser juzgado por el hecho de que sucedió en conexión con las medidas viejas y nuevas. Nunca consentiré un espíritu tal, ni condescenderé para resguardar un relato de un avivamiento en contra de la imputación de medidas viejas y nuevas. Creo que las medidas nuevas son correctas, es decir, que no es ninguna objeción a una medida que sea nueva o vieja.

Que el ministro entre plenamente a la obra, y derrame su corazón a Dios por una bendición, y cuando vea la falta de cualquier medida para llevar la verdad más poderosamente ante las mentes de la gente, que la adopte y no tenga miedo, y Dios no retendrá su bendición. Si los ministros salen y no predican el evangelio con poder y denuedo, y no se salen de su senda para hacer algo nuevo por el propósito de salvar almas, alejará al Espíritu Santo, y Dios los visitará con esa maldición, y levantará otros ministros para hacer la obra en el mundo.

8. Es el derecho y deber de los ministros de adoptar nuevas medidas para promover avivamientos. En algunos lugares la iglesia se ha opuesto a su ministro cuando ha intentado emplear esas nuevas medidas que Dios ha bendecido por un avivamiento, y han ido tan lejos como dejar de ir a reuniones de oraciones y dejar de hacer la labor de salvar almas, y distanciarse de todo, porque su ministro ha adoptado lo que llaman nuevas medidas. Sin importar cuán razonable las medidas son en sí mismas, ni cuán oportunas, ni cuánto Dios las bendice, es suficiente que las llamen nuevas medidas, y no tendrán nada que hacer con las nuevas medidas, ni las tolerarán entre la gente. Y de ese modo reñirán por la forma y alejarán al Espíritu Santo, y pondrán un alto al avivamiento, cuando el mundo alrededor de ellos se va al infierno.

FINALMENTE. Este celo de adherencia a formas y modos particulares de hacer las cosas, que ha llevado a la iglesia a resistir innovaciones en medidas, saborea fuertemente el fanatismo. Y a lo no poco singular es que los fanáticos de este tipo siempre son los primeros en gritar "fanatismo". ¿Qué es más que fanatismo en la iglesia católica, que les causa adherirse a tal pertinacia a los modos y formas particulares, ceremonias y tonterías? Actúan como si todas estas cosas fueran establecidas por autoridad Divina, como si fuera un "así dice el Señor" por cada una de ellas. Ahora justamente llamamos esto un espíritu de fanatismo, y lo estimamos digno de una reprensión. Pero es tan absolutamente fanático, para la iglesia presbiteriana, o cualquier otra iglesia, aferrarse a sus formas particulares, y actuar como si fueran establecidas por autoridad Divina. El hecho es que Dios no ha establecido, en ninguna iglesia, cualquier forma particular, o manera de culto, para promover los intereses de la religión. Las escrituras callan completamente sobre estos temas, bajo la dispensación del evangelio, y a la iglesia se le deja para ejercer su propia discreción en relación a esos asuntos. Y espero que no se me considere duro cuando digo de nuevo que me parece que el celo molesto por un cierto modo y manera de hacer cosas y el clamor altanero y exterminador contra las nuevas medidas, SABOREA FUERTEMENTE EL FANATISMO.

Lo único que se insiste bajo la dispensación del evangelio, en cuanto a las medidas, es que debe haber orden y decencia. "hágase todo decentemente y con orden". Se nos pide que nos cuidemos de toda confusión y conducta desordenada. Pero ¿qué es decencia y orden? ¿Se pretenderá que una reunión ansiosa, o una reunión prolongada, o una banca ansiosa, sea inconsistente con la decencia y el orden? Sinceramente debo desaprobar y resistir con firmeza cualquier forma indecente y desordenada en el culto de la casa de Dios. Pero no supongo que "orden" lo entendamos como cualquier modo fijo al que cualquier iglesia pueda estar acostumbrada para realizar su servicio.

 

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