The GOSPEL TRUTH

PODER DESDE LO ALTO

POR CHARLES FINNEY

 

Capítulo 13

La Psicología De La Rectitud

Durante mi vida cristiana almas ansiosas y pensativas me han preguntado muchísimas veces en sustancia: "¿Cuál es el acto mental o los actos y estados que se requieren de mí?" He encontrado remunerador e incluso indispensable, con los mandamientos de Dios ante mí, el cuestionar el estado consciente para tener una respuesta satisfactoria a esta pregunta. He quedado satisfecho y, con la ayuda de Dios, confío que haya ayudado a muchos otros para su satisfacción. Entiéndase, entonces, que por psicología de la rectitud quiero designar el acto y estado mentales que constituyen la rectitud. Trataré de desarrollar esto en el siguiente orden al mostrar:

I. Lo que no es rectitud.

II. Lo que es.

III. Cómo sabemos qué es rectitud.

IV. Cómo un pecador puede alcanzar rectitud.

I. Lo que no es rectitud.

1. La rectitud no consiste en la vida externa o en cualquier acto corporal o físico. Todos estos actos pertenecen a la categoría de causa y efecto. Se necesitan por un acto de la voluntad y no tienen en sí mismos ningún carácter moral.

2. La rectitud no consiste en una volición, la cual es un acto de la voluntad, pero que se necesita por la elección. Es un acto ejecutivo, y es el producto de un propósito o elección. Se designa como un medio para un fin. Se aplica para controlar una elección del intelecto, los estados de la sensibilidad, o los movimientos de la vida exterior por fuerza. La volición es un efecto y una causa. Es el efecto de una elección, propósito, intención. Es la causa de la vida externa y de muchos de los cambios del intelecto y la sensibilidad. La volición es un hacer. Lo que hagamos lo logramos por el ejercicio de la volición. La volición no es, en el sentido más elevado, un acto libre, porque es un efecto. Es en sí misma causada. De ahí que no tiene carácter moral en sí misma, y la calidad moral puede afirmarse de ella en tanto comparta del carácter de su causa primaria.

3. La rectitud no consiste en una elección inmediata o subordinada. Yo escojo un fin soberano, supremo, por su propia causa. Esta elección no es ejecutiva. No es aplicar para asegurar el fin, sino simplemente es la elección de un objeto por su propia causa. Esto es elección soberana. Tengo el propósito, o la elección, si es posible, para asegurar este fin. Esto es elección inmediata o subordinada. Estrictamente hablando, esta elección pertenece también a la categoría de causa y efecto. Resulta por necesidad de la elección soberana. En el sentido más estricto, no es un acto libre, ya que es en sí misma causada. Así, no tiene carácter moral en sí misma, pero, como una volición, deriva cual sea la calidad moral que tenga de su causa primaria, o elección soberana.

4. La rectitud no consiste en cualquiera de los estados o actividades de la sensibilidad. Por sensibilidad quiero decir aquel departamento de la mente que siente, desea, sufre, disfruta. Todos los estados de la sensibilidad son involuntarios, y pertenecen a la categoría de causa y efecto. La voluntad no puede controlarlos directamente y no siempre indirectamente. Esto lo sabemos por la conciencia. Ya que son causados, y no son libres, no pueden tener ningún carácter moral en sí mismos, y, como los pensamientos, las voliciones, las elecciones subordinadas, no tienen ninguna cualidad excepto aquellas que se derivan de su causa primaria.

II. Lo que es rectitud.

La rectitud es probidad moral, justicia moral, conformidad a la ley moral. Pero ¿qué acto o estado mentales es aquello que la ley moral o la ley de Dios requiere? La ley es una regla de acción. La ley moral requiere acción --acción mental, acción responsable, por tanto, acción libre. Pero ¿qué forma particular requiere la ley moral?

La acción libre es una cierta forma de acción de la voluntad, y ésta es estrictamente la única acción libre. Cristo nos ha mostrado por su propia enseñanza, y a través de sus profetas y apóstoles inspirados, que la ley moral requiere amor, y que esto es la suma de sus requerimientos. Pero ¿qué es este amor? No puede ser el amor involuntario de la sensibilidad, en la forma de emoción o afecto, pues estos estados de la mente, pertenecientes como deben ser a la categoría de causa y efecto, no pueden ser la forma de amor demanda por la ley de Dios. La ley moral es la ley de la actividad de Dios, la regla en conformidad para lo cual él siempre actúa. Somos creados a la imagen de Dios. Su regla de vida es por tanto nuestra. La ley moral requiere de él el mismo tipo de amor que requiere para nosotros. Si Dios no tuviera ninguna ley o regla de acción, no podría tener ningún carácter moral. Como nuestro Creador y Legislador, requiere de nosotros el mismo amor en tipo y la misma perfección en grado que él mismo ejerce. "Dios es amor". Ama con toda la fuerza de su naturaleza infinita. Nos requiere amor con toda la fuerza de nuestra naturaleza finita. Esto es ser perfecto como Dios es perfecto. Pero ¿qué es este amor de Dios como un ejercicio mental? Debe ser benevolencia o buena voluntad. Dios es un agente moral. El bien del ser universal es infinitamente valioso en sí mismo. Dios debe infinitamente apreciar bien esto. Debe ver y sentir la propiedad moral de escoger esto por su propia causa. La ha escogido desde la eternidad. Por sus voliciones ejecutivas se está esforzando por realizarla. La ley que ha promulgado gobernar nuestra actividad nos requiere simpatizar con su elección, su benevolencia, escoger el mismo fin que él escoge, por la misma razón--esto es, por la propia causa del fin. La elección infinita del bien universal del ser es rectitud en él porque es la elección de lo intrínseca e infinitamente valioso por la propia causa del bien universal. Es una elección en conformidad con la naturaleza de Dios y las elecciones que ha constituido. Debe ser una elección en conformidad con su conciencia clara o sentido moral. La rectitud en Dios, entonces, está en conformidad con las leyes de amor universal y buena voluntad. Debe ser una preferencia o elección soberana, suprema, inmanente, y eficiente del bien supremo del ser universal, incluyendo la suya. Debe ser soberana, por cuanto este bien de ser es elegido por su propia causa. Debe ser suprema porque se prefiere sobre lo demás. Debe ser inmanente porque es innata y está en el mero fundamento de toda la actividad moral de Dios. Debe ser eficiente porque, de su mera naturaleza, debe energizar para asegurar aquello que es así preferido o elegido con toda la fuerza de la naturaleza infinita de Dios. Ésta es la elección correcta, la acción moral correcta. La calidad moral, entonces, de benevolencia sin egoísmo es rectitud o probidad moral. Todas las elecciones subordinadas, voliciones y acciones, y estados de la sensibilidad que proceden de su preferencia o elección inmanente, soberana y suprema tienen carácter moral en el sentido y sólo por la razón de que proceden o son el producto natural de benevolencia sin egoísmo. La preferencia suprema, soberana e inmanente es el corazón santo de un agente moral. De ella procede, directa o indirectamente, toda la vida moral o espiritual del individuo.

III. Cómo sabemos qué es rectitud.

Respondo: Por el estado consciente.

(a) Por el estado consciente sabemos que nuestra vida procede de la elección o preferencia soberanas. (b) Por el estado consciente sabemos que la conciencia demanda amor o benevolencia perfectas y universales; y por consiguiente, demanda todos esos actos y estados de la mente y cursos externos de la vida que por una ley de nuestra naturaleza proceden de una benevolencia sin egoísmo. (c) Por el estado consciente sabemos que la conciencia es satisfecha con esto, no demanda más, y no acepta menos. (d) Por el estado consciente sabemos que la conciencia pronuncia que esto es correcto, o rectitud. (e) Por el estado consciente sabemos que ésta es la obediencia a la ley de Dios como se revela en nuestra naturaleza, y que cuando rendimos esta obediencia estamos tan ajustados en la voluntad de Dios que tenemos paz perfecta. Estamos en simpatía con Dios. Estamos en paz con Dios y nosotros mismos. Menos de esto, no podemos estar. Esto entiendo que es la enseñanza de nuestra naturaleza y la Biblia. Mis límites de espacio no me dejarán citar la escritura para sostener esta postura.

IV. Por último, cómo un pecador puede alcanzar rectitud.

Un pecador es un agente moral egoísta. Ser egoísta, no hará, desde luego, a ningún otro hombre más que tener esfuerzos egoístas para volverse justo. El egoísmo es un estado de entrega voluntaria a la indulgencia de la sensibilidad. Mientras la voluntad esté en ese estado de entrega a la indulgencia de uno mismo, el alma no aplicará y no podrá aplicar cualquier acto de rectitud. El primer acto recto posible para un pecador sin regenerar es cambiar su corazón, o la preferencia soberana y suprema de su alma. Sin esto él puede externamente conformarse a letra de la ley de Dios, pero esto no es rectitud. Sin esto puede tener muchos ejercicios y estados de la mente que pueda suponer que son experiencia cristiana, pero éstos no son rectitud. Sin un cambio de corazón puede vivir perfecta y externamente una vida moral y religiosa. Todo esto puede hacer por razones egoístas. Digo otra vez que su primer acto de rectitud debe ser cambiar su corazón. Decir que cambiará esto por cualquier razón egoísta es simplemente una contradicción. ¿Cómo, entonces, puede un pecador cambiar su corazón o alcanzar rectitud? Respondo: Sólo al tomar tal postura de carácter y exigencias de Dios como para inducirlo a renunciar a su espíritu de búsqueda de sí mismo y simpatizar con Dios. No decir nada aquí de la posibilidad, la Biblia revela que el hecho y el estado consciente humano afirman la verdad que un pecador nunca alcanzará tal posición de las exigencias de Dios si no se le induce a renunciar al egoísmo y a simpatizar con Dios con las iluminaciones del Espíritu Santo. Un pecador alcanza, entonces, la rectitud sólo a través de las enseñanzas e inspiraciones del Espíritu Santo.

Pero ¿qué comprende en este cambio de pecado a rectitud?

(1) Debe comprender confianza en Dios, o fe. Sin la confianza un alma no puede ser persuadida a cambiar su corazón, a renunciar al yo y a simpatizar con Dios.

(2) Debe comprender arrepentimiento. Por arrepentimiento quiero decir cambiar de mentalidad que consiste en una renuncia de búsqueda de uno mismo y simpatizar con Dios.

(3) Comprende un cambio radical de actitud moral con respecto a Dios y a nuestro prójimo.

Todos estos comprenden un cambio de corazón. Ocurren simultáneamente, y la presencia de uno implica la existencia y la presencia de los otros. Es por las verdades del evangelio que el Espíritu Santo induce este cambio en el hombre pecador. Esta revelación de amor divino, cuando se envía poderosamente al hogar por el Espíritu Santo, es un llamado eficaz. Por lo de arriba mencionado se verá que mientras el pecador pueda vivir perfecta y externamente una vida moral y religiosa, un alma verdaderamente regenerada no puede vivir una vida pecaminosa. El corazón nuevo no peca y no puede pecar. Esto expresamente Juan afirma en su primera epístola. Una elección benevolente, suprema y soberana no puede producir elecciones y voliciones subordinadas y egoístas. Es posible para un cristiano que vuelva a una vida de pecado. Si no fuera así, la perseverancia no sería una virtud. Si el cambio fuese físico, o un cambio de la mera naturaleza del pecador, la apostasía sería imposible y la perseverancia no sería virtud. Se objeta esta postura el que la apostasía deba consistir en regresar a una preferencia egoísta y soberana, y por consiguiente, comprender un cambio adverso de corazón. ¿Qué tal si sí abarca? ¿No debe ser en efecto cierto? ¿Acaso no Adán y Eva cambiaron sus corazones de uno santo a uno pecador? Pero ¿acaso puede un hombre cambiar su corazón una y otra vez? Respondo: Sí, o no podría requerírsele a un pecador que haga de él mismo un corazón nuevo, ni podría un cristiano pecar luego de la regeneración. La idea que la misma persona pueda tener al mismo tiempo un corazón santo y pecador es absurdo en la filosofía verdadera, contraria a la Biblia, y es la tendencia más perniciosa. Cuando un alma vuelve al pecado, Cristo la llama a arrepentirse y hacer su primera labor de nuevo.

La rectitud es sostenida en el alma humana por la habitación de Cristo a través de la fe y no de ninguna otra manera. No puede ser sostenida por propósitos o resoluciones auto-originadas y no puede ser incrustada por el Espíritu de Cristo. Mediante la fe Cristo primero gana ascendencia en el corazón humano, y mediante la fe mantiene esa ascendencia y reina como rey en el alma.

No puede haber rectitud en el hombre detrás de su corazón, pues nada detrás de esto puede ser voluntario; por tanto, no puede haber ninguna rectitud en la naturaleza del hombre en el sentido que implica loabilidad o virtud.

Toda conformidad externa a la ley y los mandamientos de Dios que no proceda de Cristo, obrando en el alma por su Espíritu Santo, es rectitud falsa. Toda rectitud verdadera, entonces, es la rectitud de la fe, una rectitud asegurada por Cristo a través de la fe en él.

 

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