LA VERDAD DEL EVANGELIO

 RELIGIÓN O FE SALVADORA

Por Charles G. Finney

 

"¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe;  mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado". -- Romanos 9:30-33

En la epístola a los Romanos, Pablo sistemáticamente prueba que no sólo los gentiles, sino también los judíos estaban en un estado de depravación completa. Entonces introduce la ley moral para explicar al mostrar que las obras de la ley no pueden salvar el alma de un hombre. La santificación, o santidad, es por fe, y toda obediencia aceptable está basada en la fe.

En los capítulos octavo y noveno, introduce el tema de soberanía divina. Luego, en la última parte del capítulo noveno, resume todo el asunto y pregunta, "¿Qué, pues, diremos?" Los gentiles, que nunca pensaron en la ley, se habían vuelto piadosos y obtuvieron la santidad que es por la fe, pero los judíos, intentándola por la ley, habían fallado completamente. ¿Por qué?, Cometieron el error de intentar volverse piadosos al obedecer la ley y fallaron, mientras los gentiles se volvieron justos a través de la fe en Jesucristo. Jesús es llamado aquí "piedra de tropiezo" porque los judíos se le opusieron.

La diferencia entre la religión de la ley y el cristianismo no yace en el hecho que bajo la ley los hombres eran justificados por obras, sin la fe. El método de salvación en ambos pactos ha sido el mismo. Los pecadores siempre fueron justificados por la fe. La religión judía señaló a un Salvador que vendría. Si los hombres eran salvos siquiera, era por la fe en Cristo. Y los pecadores ahora son salvos de la misma manera.

EL GOBIERNO MORAL DE DIOS

El evangelio no ha cancelado o puesto a un lado las obligaciones de la ley moral. Ha puesto a un lado los requerimientos de la ley ceremonial de Moisés. La ley ceremonial no era nada más que un conjunto de tipos que señalan al Salvador y fue puesta a un lado cuando el gran antitipo apareció.

Mucha gente mantiene que el evangelio ha puesto a un lado la ley moral para que los creyentes no estén bajo obligación de obedecerla. Tal fue la doctrina de los nicolaítas, quienes fueron severamente reprendidos por Cristo (véase Ap. 2). Los antinomianos, en los días de los apóstoles, creyeron que estaban sin obligación de obedecer la ley moral. Sostenían que la justicia de Cristo era imputada en los creyentes. Ya que él había cumplido la ley por ellos, no estaban bajo obligación de obedecerla.

En tiempos modernos, los perfeccionistas han sostenido que no están bajo obligación de obedecer la ley. Suponen que Cristo los libró de la ley y les dio el Espíritu. Creen que las guías de Espíritu Santo son ahora su regla en vez de la ley moral. La Biblia dice que el pecado no tendrá dominio sobre los creyentes, pero esta gente piensa que los mismos actos que serían pecado si son cometidos por un inconverso no son pecado en ellos.

Todas esas nociones están radicalmente mal. Dios no tiene derecho de dejar la ley moral. No puede eximirnos del deber de amar a Dios y amar al prójimo, pues esto es un derecho en sí mismo. A menos que Dios altere toda la constitución moral del universo para hacer eso correcto que es incorrecto. No puede dejar los requerimientos de la ley moral. Además, la doctrina representa a Jesucristo y al Espíritu Santo como habiendo tomado las armas abiertamente contra el gobierno de Dios.

Algunas personas hablan del evangelio como si tuviera una nueva regla de vida que permite más libertad que la ley. El evangelio nos ha proporcionado un nuevo método de justificación, pero insiste que la regla de vida es la misma con la ley. La primera oración del evangelio&emdash;el mandamiento de arrepentirse&emdash;es en efecto un restablecimiento de la ley. Es un mandamiento para volver a la obediencia. Es absurda la idea que la libertad del evangelio difiere de la libertad de la ley.

Los legalistas dependen de sus propias obras para justificación ya sea por profesión o de hecho. Si dependen de Cristo para salvación, su dependencia es una dependencia falsa. Dependen de él, pero su fe no funciona por amor, pureza de corazón, o vencer al mundo. Tienen una clase de fe pero no de la clase que hace a los hombres cristianos reales y los lleva bajo los términos del evangelio.

OBEDIENCIA LEGAL Y AMOR

Distintas clases de gente tienen una religión legal. Algunos profesan depender de sus propias obras para salvación. Tales fueron los fariseos. Quiero que distingan entre las obras de la ley y las obras de la fe. Ésta es la distinción principal para recordar&emdash;algunas obras fueron producidas por consideraciones legales y algunas son producidas por la fe.

Dos principios pueden producir obediencia para cualquier gobierno. Uno es el principio de esperanza y temor, bajo la influencia de la conciencia. Ésta indica lo que está bien o mal, y el individuo es inducido por la esperanza y temor a obedecer. El otro principio es la confianza y amor. Se ve ilustrado en familias donde un hijo siempre obedece por esperanza y temor, y otro por confianza afectuosa. En el gobierno de Dios, la única cosa que alguna vez produjo incluso la apariencia de obediencia es uno de esos dos principios.

Una multitud de cosas aborda nuestras esperanzas y temores, tales como carácter, interés, cielo e infierno, etc. Estos pueden producir obediencia externa o conformidad a la ley, pero la confianza filial lleva a los hombres a obedecer a Dios por amor. Ésta es la obediencia que es aceptable para Dios. Dios requiere un cierto curso de conducta, y debe emanar del amor. Nunca hubo, y nunca puede ser, en el gobierno de Dios, cualquier obediencia aceptable más que la obediencia de la fe. Algunas personas creen que la fe será eliminada en el cielo, ¡como si no habrá ocasión para confiar en Dios en el cielo o ninguna razón para ejercer la confianza en él!

He aquí la distinción entre la religión de la ley y el cristianismo: la obediencia legal está influenciada por esperanza y temor y es hipócrita, egoísta, externa y restringida. El evangelio de obediencia es por amor y es sincero, libre, alegre y verdadero. Los legalistas dependen de obras de la ley para justificación que desafía lo que ellos llaman un principio de derecho y que pone ellos mismos a hacer lo correcto&emdash;no por respeto a la ley de Dios o por amor a Dios sino sólo porque es correcto.

La religión de la ley es la religión de propósito o deseos fundados en consideraciones legales y no la religión de preferencia o amor a Dios. El individuo intenta aplazar sus pecados y propósitos para obedecer a Dios y ser religioso. Sus propósitos no provienen del amor a Dios, sino de esperanza y temor. Un propósito fundado en tales consideraciones es muy diferente de un propósito que proviene del amor. El cristianismo no es un simple propósito, sino una preferencia actual que consiste en amor

Algunos legalistas dependen de Cristo, pero su dependencia no es aquélla del evangelio porque las obras que produce son obras de ley de esperanza y temor. La obediencia de evangelio puede producir las mismas obras externas, pero los motivos son radicalmente diferentes. El legalista prolonga tediosamente una vida fastidiosa, dolorosa, externamente religiosa y moral. El creyente del evangelio tiene una confianza afectuosa en Dios que lo lleva a obedecer por amor. Su obediencia es impulsada por sus propios sentimientos. En lugar de ser arrastrado al deber, va a él alegremente porque lo ama, y cumplirlo es un deleite a su alma.

Los legalistas esperan ser justificados por la fe, pero no han aprendido que deben ser santificados, o apartados, por la fe. Los legalistas modernos no esperan ser justificados por obras, pues saben que éstas son inadecuadas. Saben que la manera para ser salvos es por Cristo, pero no tienen ninguna creencia práctica que la justificación por la fe sea la única verdad cuando los hombres son primero santificados por la fe. Y, por tanto, mientras esperan ser justificados por la fe, realizan obras que son obras de ley.

EL YUGO DE AMOR DE JESÚS

Los verdaderos cristianos pueden estar de acuerdo en la necesidad de las buenas obras y teóricamente en lo que constituye las buenas obras&emdash;esto es, la obediencia que brota del amor a Dios. Pueden estar de acuerdo en apuntar para realizar buenas obras de ese tipo, pero la diferencia yace en las diferentes influencias que les permite realizar buenas obras. La consideración que esperan afecte sus mentes es diferente. Acuden a las fuentes diferentes por los motivos. El verdadero cristiano solo es exitoso en realizar de hecho buenas obras. El legalista, que apunta a realizar buenas obras, es influenciado por esperanza, temor, y consideración egoísta a su propio interés. Obedece la voz de la conciencia porque tiene miedo de hacer lo contrario y fracasa enteramente en amar a Dios con todo su corazón, alma y fuerza.

Los motivos bajos los que el legalista actúa no tienen tendencia de llevarlo a la obediencia del amor. El verdadero cristiano, al contrario, aprecia a Dios y percibe y entiende su carácter. En Cristo tiene tal confianza afectuosa en Dios que le es fácil obedecer por amor. Los mandamientos no son gravosos. El yugo es fácil y la carga ligera. Encuentra los caminos de la sabiduría deleitosos y todas sus veredas pacíficas (véase Proverbios 3:17).

¿Es lo mismo con ustedes? ¿Se sienten, en sus deberes, forzados por amor? ¿Son atraídos por tales cuerdas fuertes de amor que les daría más molestia para desobedecer que hacer la voluntad de Dios? ¿Fluyen los afectos de ustedes en corrientes fuertes a Dios?

¿Qué ocurre con individuos que les es difícil obedecer y más difícil aún amar? Pregúntenle a la esposa que ama a su esposo si le es difícil agradarlo. Supongan que responde, en un tono solemne, "sí, me cuesta trabajo obedecer y aún más amar a mi esposo". ¿Qué pensaría su esposo?

¿Qué dirían sus padres si oyeran a uno de sus hijos quejarse, "Me cuesta trabajo obedecer a mi padre y aún más amarlo"?

Un defecto radical yace en la religión de la gente que ama tales expresiones y vive como si fueran ciertas. Si alguno de ustedes encuentra servir a Jesús algo doloroso, ustedes tienen religión de la ley. ¿Alguna vez les ha costado trabajo hacer lo que les encanta hacer? No. Es un placer hacerlo.

El cristianismo no es labor, es el sentimiento del corazón. ¿Qué harían en el cielo si servir a Dios es doloroso aquí? Supongan que fueran llevados al cielo y se les obligara a producir religión mecánicamente cada semana, mes y año por la eternidad. ¿Qué clase de cielo sería para ustedes? ¿Sería cielo o infierno? Si se les requiere diez mil veces tanta religión como tienen aquí, y todo su vida fuera llena de tales deberes, ¿no sería el infierno mismo alivio para ustedes?

Una clase se esfuerza por ser religiosa mediante esperanza y temor. Bajo la influencia de la conciencia, se flagelan ellos mismos si no cumplen con su deber. La otra clase actúa por amor a Dios y los impulsos de sus propios sentimientos. Saben lo que significa la escritura: "Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo" (Jeremías 31:33).

Pueden ver ustedes esa experiencia en casi cada pecador redargüido después que se ha convertido de verdad. Fue redargüido, y la ley fue llevada a su mente. Estaba en agonía, pero fue lleno de alegría y gloría. ¿Por qué? Agonizaba bajo la ley. No tenía descanso y ni satisfacción y trataba de agradar a Dios al guardar la ley. Se condujo con dolor, leyó la Biblia, y trató de orar, pero el Espíritu de Dios estaba sobre él mostrándole sus pecados, y no tenía alivio. Cuanto más intentaba ayudarse a sí mismo, más hondo se hundía en desesperación. Todo el tiempo su corazón fue frío y egoísta.

Ahora que sea influenciado por el amor de Dios. El mismo Espíritu Santo está sobre él, mostrándole los mismos pecados que lo afligieron y angustiaron antes, pero ahora se arrodilla, lágrimas fluyen como agua mientras confiesa su culpa, y su corazón se deshace. Ahora realiza los mismos deberes, pero ¡qué diferencia! El Espíritu de Dios ha roto sus cadenas, y ahora ama y es lleno de gozo y paz en creer.

LA FE OBRA POR AMOR

He aquí la diferencia entre la esclavitud de la ley y la libertad de hacer lo que la ley requiere, pero en un hombre que está en tal estado mental que hacerlo es en sí un placer. ¿Cuál es la diferencia entre la esclavitud y la libertad? El esclavo sirve porque tiene que hacerlo, pero el hombre libre sirve por elección. El hombre que está bajo servidumbre de la ley sirve porque la conciencia retumba en sus oídos si no obedece, y espera ir al cielo si es obediente. El hombre que está en libertad del evangelio sirve porque lo ama. Uno es influenciado por el egoísmo y el otro por amor desinteresado. Uno es influenciado por el egoísmo y el otro por amor desinteresado.

Si creemos las palabras y acciones de la mayoría de cristianos profesantes, han ellos cometido un error y tienen la religión de la ley. No están obligados por el amor de Cristo, sino movidos por esperanzas y temores y los mandamientos de Dios. No han ido más allá que ser pecadores redargüidos. He sido testigo de la regeneración de tantos convertidos falsos que me temo que grandes multitudes en la Iglesia están aún bajo la ley. Aunque profesan depender de Cristo para salvación, su fe no obra por amor.

Algunas personas son toda fe sin obras. Éstos son los antinomianos. Otros son toda obra y nada de fe. Éstos son los legalistas. En todas épocas de la Iglesia, los hombres se han inclinado primero a uno de estos extremos y luego al otro. A veces fingen ser toda fe, esperando el tiempo de Dios. Luego, se vuelven todo fervor por las obras, sin consideración al motivo por el cual actúan.

El verdadero carácter de estos convertidos falsos es gritar "¡legalidad!" tan pronto como son desafiados con santidad. Cuando empecé a predicar me encontré ese espíritu en muchos lugares. En el momento que se les urgía a los cristianos a trabajar, su voz se levantaba, "esto es predicación legalista. Predica el evangelio, la salvación es por fe, no por obras; debes consolar a los santos, no angustiarlos". Esto era más que antinomianismo repugnante.

Por otro lado, la misma gente ahora se queja si se predica la verdadera naturaleza del evangelio de la fe. Ahora quieren hacer algo e insistir que ninguna predicación es buena a menos que los mueva a hacer buenas obras. Están todos por hacer, hacer, y hacer, y estarán insatisfechos con la predicación que discrimina entre la fe verdadera y falsa y que urge la obediencia del corazón de un amor a Dios. Los antinomianos esperan que Dios produzca sentimientos correctos en ellos. Los legalistas quieren tener sentimientos correctos para trabajar.

Ir a la obra es el camino cuando la iglesia se siente bien que ocurran los sentimientos correctos, pero el apresurarse a la obra sin ninguna consideración de los motivos del corazón no es la manera de conseguir los sentimientos correctos en primer lugar.

Los cristianos reales son una piedra de tropiezo para ambos grupos&emdash;para aquellos que esperan el tiempo de Dios y no hacen nada, y para aquellos que se apresuran sin ninguna fe. El verdadero cristiano actúa bajo el amor de Dios y su prójimo y trabaja con esfuerzo para sacar a los pecadores del fuego.

Si la Iglesia es despertada y tiene el espíritu de oración, y el fervor por la conversión de los pecadores, habrá alguien que se quede quieto y se queje que la iglesia está dependiendo de su propia fuerza. Otros estarán muy ocupados y harán mucho ruido sin ningún sentimiento. La tercera clase estará tan llena de amor y compasión por los pecadores que apenas comerán y dormirán, pero tan humilde y tierna con los pecadores que ustedes se imaginaría que sintieron ellos mismos no ser nada. El legalista, con su fervor seco, hace gran escándalo, se engaña a sí mismo y cree que está actuando como un cristiano. El verdadero cristiano está induciendo y es activo en el servicio de Cristo, pero se mueve con el fuego santo que quema dentro de su propio regazo.

La religión de algunas personas es constante y uniforme mientras la de otros es irregular e inestable. Ustedes encontrarán algunos individuos siempre entusiasmados por Jesús. Hablan con ellos en cualquier momento, y sus almas se encienden. Otros despiertan de vez en cuando. Y una que otra vez, los pueden encontrar llenos de fervor. Cuando uno tiene la unción que permanece, tiene algo que es durable, pero si su religión sólo es de la ley, sólo tendrá tanto como tiene de compunción en ese momento.

Algunos están ansiosos de ir al cielo, mientras otros están contentos aquí. Los cristianos verdaderos tienen un amor por las almas. Tienen tal deseo de tener el Reino de Cristo construido aquí en la tierra que son ellos perfectamente felices de vivir y trabajar para Dios siempre y cuando él los escoja tenerlos. Si fueran enviados al infierno y se les permitiera trabajar ahí por las almas, estarían muy felices. Otros hablan como si la gente no tuviera la intención de disfrutar la vida, pero cuando vayan al cielo, esperan ser felices. No tienen disfrute excepto en esperanza. Los otros ya tienen la realidad, la sustancia misma de cielo empezada en el alma.

¿Qué clase de cristianismo tienen ustedes? El cristianismo verdadero siempre es el mismo y consiste en amor desinteresado para Dios y el hombre. ¿Esto los describe a ustedes? ¿Consiste su fe en la búsqueda de la felicidad como el gran fin? No hay condenación en el cristianismo verdadero, pero si algún hombre no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

Por favor, no cometan un error y se vayan al infierno con una mentira en su mano derecha porque tienen la religión de la ley. Los judíos fallaron ahí, mientras los gentiles obtuvieron la santidad verdadera por el evangelio. ¿Cuántos son engañados que actúan bajo consideraciones legales, mientras no saben nada del cristianismo verdadero?

 

 

 Retorno a Indice