LA VERDAD DEL EVANGELIO

 ARREPENTIMIENTO VERDADERO Y FALSO

Por Charles G. Finney

 

"Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto". -- 2 Corintios 7:10-11.

El verdadero arrpentimiento incluye un cambio de opinión respecto a la naturaleza del pecado por un cambio correspondiente de sentimiento hacia el pecado. El sentimiento es el resultado del pensamiento. Cuando este cambio de opinión produce un cambio correspondiente de sentimiento si la opinión está bien y el sentimiento corresponde, esto es verdadero arrepentimiento. La tristeza de Dios, que él requiere, debe brotar desde sus posturas del pecado.

Para quien verdaderamente se arrepiente, el pecado se ve muy diferente de lo que es para quien no se ha arrepentido. En vez de verse deseable o fascinante, se ve odioso y detestable. Se sorprende que haya podido haber deseado tal cosa. Los pecadores impenitentes pueden ver al pecado y verlo que los arruinará porque Dios los castigará por eso, pero aún aparece en sí mismo deseable. Les encanta. Si pudiera terminar en felicidad, nunca pensarían en abandonarlo.

Pero el que se arrepiente verdaderamente ve su propia conducta como perfectamente odiosa. Ve hacia atrás y exclama: "¡cuán detestable y digno del infierno era mi pecado!"

Los pecadores no ven por qué Dios amenaza el pecado con un castigo tan terrible. Lo aman tanto que no pueden ver por qué. Dios piensa que es digno de juicio eterno. Cuando los pecadores son redargüidos fuertemente, ven al pecado en la misma luz como un cristiano lo ve. Entonces, todo lo que necesitan es un cambio correspondiente en sentimiento para ser salvos.

Muchos pecadores reflexionan sobre su relación con Dios y saben que merecen muerte eterna, pero su corazón no concuerda con las opiniones de Dios. Éste el caso de los demonios y espíritus malignos en el infierno. Un cambio de opinión es indispensable para el verdadero arrepentimiento y siempre lo precede. Puede haber un cambio de opinión sin arrepentimiento, pero ningún arrepentimiento genuino ocurre sin un cambio de opinión.

Los pecadores no salvos creen que es totalmente increíble que el pecado merezca muerte eterna. Puede ser cambiado completamente, sin embargo, para ver que el pecado lastima a uno mismo y a todos los demás y que no hay ningún remedio más que la abstinencia universal.

La palabra "arrepentimiento" implica un cambio de opinión en cuanto al justo desenlace del pecado. El pecador negligente casi no tiene las ideas correctas sobre el castigo justo del pecado. Incluso si admitiera en teoría que el pecado merece muerte eterna, no lo cree. Si lo creyera, sería imposible para que él permaneciera un pecador descuidado. Se engaña si supone que honestamente tiene la opinión que el pecado merece la ira de Dios por siempre.

El pecador verdaderamente despierto y redargüido ve claramente que el pecado merece castigo eterno de Dios. Para él es simplemente un asunto de hecho.

UN CAMBIO DE CORAZÓN

En el verdadero arrepentimiento tiene que haber un cambio correspondiente de sentimiento. Este cambio de sentimiento considera el pecado en su naturaleza, sus funciones, sus tendencias y su desenlace. El individuo que verdaderamente se arrepiente no sólo ve el pecado como detestable, vil y digno de aborrecimiento, sino que lo odia en su corazón. Una persona puede ver el pecado como dañino y abominable y aún amarlo, desearlo y aferrarse a él, pero cuando se arrepiente de verdad, de todo corazón lo aborrece y renuncia a él.

Éste es el origen de aquellas lágrimas de tristeza que a veces brotan cuando los cristianos ven el pecado en su verdadera naturaleza. Cuando el pecador ve el pecado en relación con Dios, siente llorar. Las fuentes de tristeza fluyen y quiere inclinar su rostro y derramar lágrimas por su pecado.

Cuando un creyente ve el pecado en sus tendencias, despierta un deseo ardiente de detenerlo y salvar a la gente de sus pecados. Su corazón está ardiendo, y ora con toda su fuerza para sacar del infierno a los pecadores y salvarlos de las consecuencias horribles del pecado. Es como si viera a la gente tomar veneno que los destruirá. Levanta su voz y grita: "¡Cuidado!"

Tiene la convicción intelectual de que el pecado merece castigo eterno y se asombra que Dios pueda perdonarlo. En vez de pensar que es severo o malo que sean enviados los pecadores al infierno, está lleno de asombro ferviente que él no ha sido enviado al infierno. Y cuando cree que tal pecador es salvo, siente un sentido de gratitud del que no ha sabido antes. Si su arrepentimiento es genuino, ustedes tienen un cambio consciente de posturas y sentimientos referentes al pecado. ¿Pueden decir eso? ¿Saben que ha habido un cambio en ustedes y que las cosas viejas han pasado y todas las cosas son nuevas?

Cuando el arrepentimiento es genuino, la tendencia prevaleciente para repetir el pecado se ha ido. Si ustedes se han arrepentido de verdad, no aman ahora el pecado. No se abstienen ahora de él a través del temor o para evitar el castigo sino porque lo odian. Vean los pecados que practicaban. ¿Cómo aparecen ahora? ¿Se ven gratos, y querrían realmente practicarlos de nuevo si se atrevieran? Si les queda aún disposición para pecar, sólo están redargüidos. Sus opiniones del pecado puede que hayan cambiado, pero si el amor a ese pecado permanece, son todavía pecadores impenitentes.

La Escritura dice: "la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento". La tristeza según Dios produce reforma de conducta. De otro modo es como decir que el arrepentimiento produce arrepentimiento, pero el arrepentimiento tiene que ser un cambio de parecer que produce un cambio de conducta y termina en salvación. ¿Han abandonado sus pecados? ¿Todavía los practican? Si así es, aún son pecadores. Puede que hayan cambiado de parecer, pero si no han cambiado su conducta, no es arrepentimiento según Dios.

ARREPENTIMIENTO PARA SALVACIÓN

El arrepentimiento genuino lleva a la confesión y restitución. El ladrón no se ha arrepentido mientras tenga el dinero que ha robado. Puede tener compunción pero no arrepentimiento. Si se ha arrepentido de verdad, iría y devolvería el dinero. Si han hecho timado a alguien y no restauran lo que tomaron, o si han lastimado a alguien y no deshacen el mal, no se han arrepentido de verdad.

El arrepentimiento verdadero es un cambio permanente de carácter y conducta. El texto dice es arrepentimiento "de que no hay que arrepentirse". El verdadero arrepentimiento es tan profundo y fundamental que el hombre nunca cambia para volver atrás. La gente seguido lo cita como si se leyera: "el arrepentimiento del cual no necesita arrepentirse", sino dice de que no hay que arrepentirse y es tan minucioso que no hay vuelta atrás. El amor al pecado es totalmente abandonado. Cualquier individuo que se ha arrepentido de verdad ha cambiado sus posturas y sentimientos y no cambiará para volver a amar el pecado--"para salvación". La misma razón que termina en salvación es porque no hay que arrepentirse.

El arrepentimiento falso es la tristeza del mundo: la tristeza por el pecado que surge de las consideraciones y motivos mundanos conectados con la vida presente. A lo sumo el arrepentimiento falso tiene consideración a la felicidad propia del individuo en un mundo futuro y no tiene consideración por la naturaleza verdadera del pecado.

El arrepentimiento falso no está fundado en un cambio de opinión como el verdadero arrepentimiento. Una persona puede ver las consecuencias malignas del pecado desde un punto mundano de vista, y puede llenarlo de ansiedad. Puede ver que grandemente afectará su carácter o peligrará su vida. Si sus secretos fuesen descubiertos, sería deshonrado--esto puede llenarlo de temor y angustia. La gente con frecuencia tiene este tipo de tristeza cuando una consideración mundana está detrás de eso.

El egoísmo es la raíz del arrepentimiento falso. Puede ser un sentimiento fuerte de lamento en la mente del individuo. Ve las consecuencias malas de sus acciones y lo hace miserable y lo expone a la ira de Dios. El pecado puede lastimar a su familia, sus amistades, o él mismo en el tiempo o la eternidad. Todo esto es egoísmo puro.

Puede sentir remordimiento de conciencia--remordimiento mordaz e incontenible--y sin haber arrepentimiento verdadero. Puede extenderse a un temor profundo y terrible de la ira de Dios y los dolores del infierno pero es puramente egoísta. Todo este tiempo puede no haber aborrecimiento al pecado y ningún sentimiento de corazón redargüido de la maldad infinita del pecado.

El arrepentimiento falso deja los sentimientos sin cambiar y la disposición al pecado en el corazón sin romperse y sin someterse. Los sentimientos sobre la naturaleza del pecado están sin cambiar, y el individuo aún siente un deseo por el pecado. Se abstiene de él no por el aborrecimiento de él sino por las amenazas de sus consecuencias.

El individuo que ha ejercido el arrepentimiento verdadero está dispuesto a admitir que se ha arrepentido y que fue pecador. El que falsamente se arrepiente recurre a excusas y mentiras para cubrir sus pecados y se avergüenza de su arrepentimiento. Cubrirá sus pecados con miles de disculpas y excusas, tratando de suavizarlas y disminuir su magnitud. Si habla de su conducta pasada, siempre lo hace en los términos más suaves y favorables.

ARREPENTIMIENTO PARA MUERTE

El arrepentimiento falso lleva a muerte. Hace a la gente cometer un pecado para cubrir otro. En vez de un brote sincero de humildad y franqueza, ven ustedes una confesión fría que no confiesa nada.

¿Se avergüenzan de hablar de sus pecados? Si así es, entonces su tristeza es una tristeza mundana. Con frecuencia los pecadores evitan la conversación sobre sus pecados, pero se llaman ellos mismos inquisitivos ansiosos, esperando volverse cristianos. El mismo tipo de tristeza se encuentra en el infierno. Sin duda todos esos miserables habitantes del abismo desean escapar del ojo de Dios. Ninguna tristeza así se encuentra entre los santos en el cielo.

La tristeza abierta y genuina es consistente con la felicidad verdadera. Los santos son felices, pero tienen un remordimiento abierto y profundo por el pecado; esa tristeza mundana se avergüenza de sí misma y es cruel y miserable--su fin es muerte.

El cambio producido por la tristeza del mundo se extiende a aquellas cosas de las que el individuo ha sido redargüido fuertemente. El corazón no es cambiado. Lo verán evitar sólo aquellos pecados obvios sobre los cuales ha sido dirigido.

Observen al recién convertido. Si es engañado, encontrarán sólo un cambio parcial en su conducta. Es reformado en ciertas cosas, pero sigue practicando muchas cosas equivocadas. Si se lo llegan a conocer íntimamente, lo encontrarán estricto y alerta en cuanto a ciertas cosas, pero lejos de manifestar un espíritu cristiano en cuanto a todo pecado.

Comúnmente, el cambio producido por el arrepentimiento falso es temporal incluso en aquellas cosas que son reformadas. El individuo está continuamente recayendo en pecados anteriores. La disposición al pecado no se ha ido--solo está controlado y restringido por temor. Tan pronto tiene una esperanza, asiste a la iglesia, y busca apoyo para que sus temores sean aliviados, lo verán gradualmente volviendo a sus pecados anteriores.

Esa fue la dificultad con la casa de Israel que los hizo constantemente volver a la idolatría y otros pecados. Tenían sólo tristeza mundana. La ven en todos lados en la Iglesia. Los individuos son reformados por un tiempo y son tomados en la congregación, pero recaen en sus antiguos pecados. Le llaman "enfriarse" o apostatar, pero la verdad es que siempre amaron el pecado.

Éste es el cimiento de todos aquellos destellos e inicios en la religión que ustedes ven tanto. La gente es despertada y redargüida, pero pronto descansan en escrutinio falso y ahí van. Quizá se mantengan observantes y no se irán de la iglesia, pero si los cimientos de pecado no son deshechos, volverán ellos a sus viejos hábitos.

Los pecados más obsesivos de un convertido verdadero están lo más lejos de él ahora. Es poco probable que caiga en un su gran pecado antiguo porque es el que aborrece más, pero si es engañado y de mente mundana, siempre tiende hacia los mismos pecados. La fuente de pecado no es deshecha. No ha purgado la iniquidad de su corazón sino ha considerado el pecado en su corazón todo el tiempo.

SERVIDUMBRE Y LEGALISMO

El cambio producido por el arrepentimiento falso no es sólo parcial y temporal, es también forzado y restringido. La reforma de alguien que se ha arrepentido de verdad es desde el corazón. En él la promesa de la Biblia se cumple. De hecho encuentra que los caminos de la sabiduría "son deleitosos y todas sus veredas paz" (Proverbios 3:17). Experimenta que el yugo del Salvador es fácil y ligera su carga. Ha sentido que los mandamientos de Dios no son gravosos sino gozosos. "Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal" (Salmo 19.10).

Pero este tipo espurio de arrepentimiento es muy diferente. El arrepentimiento egoísta es cualquier cosa menos un cambio libre y voluntario de pecado a obediencia. Si tienen este tipo de arrepentimiento, encontrarán que están conscientes que se abstienen de pecado no porque lo odien, sino por otras consideraciones. Están más motivados por prohibiciones de conciencia o temor a perder su alma, su esperanza, o su carácter que el aborrecimiento al pecado o amor de Dios.

Tales personas siempre se disculpan por pecar, evaden el deber, y creen que no hay gran daño en hacerlo como lo hacen. Aman sus pecados. Si no hay un mandamiento escritural de Dios que no se atrevan a resistir, continuarán en pecado.

Esto no es con el arrepentimiento verdadero. Si algo parece contrario a la gran ley de amor, la persona que tiene arrepentimiento verdadero lo odiará y lo evitará si tiene o no un mandamiento directo de Dios para eso. Ve que es contrario a la ley de la benevolencia, y no lo haría más como blasfemar a Dios, robar, o cometer alguna otra abominación. El hombre que tiene arrepentimiento verdadero no necesita un "así dice el Señor" para alejarlo de oprimir a sus semejantes.

El arrepentimiento falso lleva a santurronería. Un individuo puede saber que Jesucristo es el único Salvador de los pecadores, puede profesar creer en él, y confiar en él solo por la salvación, pero de hecho está poniendo diez veces más confianza en su reforma que en Jesucristo por su salvación. Y si observara su propio corazón, lo sabría. Puede decir que espera la salvación por Cristo, pero está realmente construyendo santurronería.

Supone su tristeza mundana que es arrepentimiento verdadero, y confía en ella. Da por sentado que Jesús lo salvará porque ha tenido tristeza por sus pecados, aunque no está consciente de que nunca ha sentido ningún descanso en Cristo. Sintió tristeza, entonces obtuvo alivio y se sintió mejor. Ahora espera ser salvo por Jesucristo cuando su misma conciencia le enseñará que nunca ha confiado en él.

El individuo que tiene ese tipo de tristeza se vuelve más duro en el corazón en proporción a las veces que ejerce esa tristeza. Si tiene emociones fuertes de compunción, pero su corazón no se quebranta, las fuentes de sentimiento se secan y su corazón es más difícil de alcanzar.

Un cristiano real que verdaderamente se ha arrepentido es distinto. Cada vez que le llevan la verdad a él, se vuelve más fácilmente afectado, emocionado y quebrantado bajo la bendita palabra de Dios. Se le hace hábito a su corazón de ir con las convicciones de ese entendimiento y se vuelve tan enseñable como un niño pequeño.

UN ENDURECIMIENTO DE CORAZÓN

Las iglesias &endash;miembros individuales&endash; que sólo tienen arrepentimiento mundano pasan por un avivamiento, se despiertan, y luego se enfrían otra vez. Que eso se repita, y encontrarán que cada vez es más difícil que sean motivados. Pronto se vuelven tan duros como piedra de molino, y nada podrá reanimarlos para un avivamiento de nuevo.

Por otro lado, algunas iglesias e individuos experimentan verdadero arrepentimiento. Déjenlos pasar por avivamientos sucesivos, y los encontrarán brillando más y más tiernos. Cuando oigan la trompeta sonar por un avivamiento, brillarán instantáneamente y estarán listos para la obra.

La distinción entre arrepentimiento falso y verdadero es tan amplia como entre luz y oscuridad. El principio se ilustra en los pecadores, quienes tras pasar por avivamientos repetidos, se mofan y critican. Aunque los cielos se cuelguen con nubes de misericordia por sus cabezas, lo rechazan. Si no tienen arrepentimiento verdadero, cada entusiasmo fresco endurece el corazón y los hace más difíciles de ser alcanzados por la verdad.

Algunas personas son arrojadas a la angustia cuando la verdad destella en sus mentes. Puede que no tengan tanta compunción como el cristiano real, pero el cristiano real está lleno de paz cada vez que sus lágrimas corren de compunción por el pecado. Y cada temporada repetida de compunción lo hace más y más vigilante, tierno y cuidadoso, hasta que su conciencia se vuelve tan sensible que la misma apariencia de mal lo ofende, pero el otro tipo de tristeza, la cual no lleva a la renuncia del pecado, deja su corazón más duro que antes y pronto cauteriza la conciencia como hierro candente.

El arrepentimiento falso es seguro del cual arrepentirse. Pronto encontrarán esta gente avergonzándose de los sentimientos profundos que tuvieron. No quieren hablar de ellos, y si hablan de ellos es siempre ligeramente y fríamente. Quizá trabajen con ahínco en tiempo de avivamiento y parecerán tan ocupados como cualquiera. Muy probable estaban entre los extremos en todo lo que se hacía, pero ahora que acabó el avivamiento, y los ven oponiéndose a las nuevas medidas, volviendo atrás, y avergonzándose por su celo. De hecho, ¡se arrepienten de su arrepentimiento!

Luego de haber ingresado a una iglesia, se avergonzarán de su arrepentimiento público. Cuando el peso del avivamiento se haya ido, empezarán a hablar acerca de ser "demasiado entusiastas" y la necesidad de ser más sobrios y consistentes.

A veces encuentran gente que profesan convertirse en un avivamiento volverse en contra de cada medida, medios, y doctrinas por las que profesan haber sido convertidos. No pasa eso con el verdadero cristiano. Nunca está avergonzado de su arrepentimiento. Lo último que pensaría de estar avergonzado es el entusiasmo que sintió en un avivamiento.

Mucha gente ha equivocado la compunción por la conversión y la tristeza del mundo por aquella de Dios que "produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse". Estoy convencido, luego de años de observación, que ésa es la razón por el presente estado deplorable de la Iglesia por todo el mundo.

¿DONDE NOS HALLAMOS?

Muchos cristianos creen que es una gran prueba dejar a sus acompañantes impíos y sus pecados. Si tuvieran el arrepentimiento verdadero, no lo pensarían como cualquier cruz para dejar sus pecados. Cuando primero vi a los jóvenes volviéndose cristianos e ingresar a la Iglesia, pensé que era bueno porque sus almas se salvarían e irían al cielo, pero en ese momento el arrepentimiento parecía ser algo muy triste. Nunca soñé en ese entonces que esos jóvenes pudieran ser verdaderamente felices.

Es muy común para las personas que saben que el cristianismo es bueno pensar que no pueden ser felices en la Iglesia. No entienden que el verdadero arrepentimiento lleva a un aborrecimiento de esas cosas que antes amaban. Los pecadores no ven que cuando sus amigos jóvenes se volvieron verdaderos cristianos, los entretenimientos pecaminosos son crucificados.

Para las personas que experimentan el arrepentimiento falso no saben lo que es disfrutar el cristianismo. No son alegres ni felices. Se amargan porque tienen que retirarse de tantas cosa que aman o porque tienen que dar tanto dinero. Están en el fuego todo el tiempo. En vez de gozarse en cada oportunidad de negación de uno mismo y regocijarse en verdad, la simple verdad los angustia. ¿Por qué? Porque sus corazones no aman trabajar para Dios. Si amaran cumplir con su deber, cada rayo de luz del cielo en sus mentes sería bienvenido y los haría más felices.

Quizá piensen que supongo que todos los verdaderos cristianos son perfectos. Hay una diferencia radical entre un cristiano apóstata y un hipócrita que ha vuelto al mundo. El hipócrita ama al mundo y disfruta el pecado cuando vuelve a él. Puede tener temor, remordimiento y aprehensión por la pérdida de carácter, pero después de todo disfruta el pecado.

El cristiano apóstata es diferente. Pierde su primer amor, entonces cae presa de la tentación y entra en pecado, pero no lo ama. Siempre es amargo para él, y se siente infeliz y nostálgico. No tiene, en ese momento, el Espíritu de Dios para librarlo de pecado, pero no lo ama. Es infeliz y se siente como un desdichado. Es tan diferente del hipócrita como puede ser. Nunca puede disfrutar el pecado o deleitarse en los placeres del mundo. Nunca más puede beber la iniquidad como agua. Mientras siga vagando, es miserable.

Los pecadores redargüidos tienen miedo de comprometerse a dejar sus pecados. Les dicen a ustedes que no pueden prometer hacerlo porque tienen miedo de no guardar su promesa. Les encanta pecar. El borracho sabe que le encanta la bebida. Aunque puede ser restringido para abstenerse, aún se le antoja. Del mismo modo, el pecador redargüido ama el pecado, y nunca se ha zafado del pecado--no se atreve a prometer que lo dejará.

Los pecadores que tienen tristeza mundana pueden ahora ver dónde yace la dificultad y por qué no son convertidos. Sus posturas intelectuales del pecado pueden ser tales que si sus corazones correspondieran serían cristianos. Quizá creen que eso es arrepentimiento verdadero. Si están verdaderamente dispuestos a dejar todo pecado, no titubearían de abstenerse de él y hacer que todo el mundo sepa que lo han hecho.

Si están dispuestos a dejar el pecado, están dispuestos a prometer hacerlo y están dispuestos a que se sepa que lo han hecho, pero si resisten la compunción y aún aman sus pecados, todas sus compunciones no le ayudarán. Sólo los hundirá más hondo en el infierno por resistirlas.

Oremos que esto sea la evidencia que nuestro arrepentimiento es genuino: "Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto" (2 Corintios 7:11).

 

 

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