LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 23

La Regeneración

 

En el análisis de este tema…

I. Señalaré la diferencia común entre regeneración y conversión.

1. Regeneración es un término utilizado por algunos teólogos para expresar la agencia Divina en el cambio de corazón. Para ellos la regeneración no incluye ni implica la actividad del sujeto, sino más bien la excluye. Los teólogos, como se verá más adelante, sostienen que un cambio de corazón es efectuado primero por el Espíritu Santo mientras el sujeto está pasivo, que el cambio pone un fundamento para el ejercicio, por el sujeto, de arrepentimiento, fe y amor.

2. El término conversión para ellos expresa la actividad y cambio del sujeto, luego de que la regeneración es efectuada por el Espíritu Santo. La conversión para ellos no incluye o implica la agencia del Espíritu Santo, sino expresa sólo la actividad del sujeto. Con ellos, el Espíritu Santo regenera o cambia el corazón luego del cual el pecador se vuelve o se convierte él mismo de modo que Dios y el individuo trabajan cada uno sucesivamente. Dios primero cambia el corazón, como una consecuencia, el sujeto después se convierte él mismo o se vuelve a Dios. Así el sujeto está pasivo en la regeneración, pero activo en la conversión.

Cuando lleguemos al análisis de las teorías filosóficas de la regeneración, veremos que estos puntos de vista de estos teólogos con respecto a la regeneración resultan natural y necesariamente de sostener el dogma constitucional de la depravación moral, el cual hemos analizado recientemente. Hasta que se corrijan estas consideraciones sobre el tema, ningún cambio puede esperarse en estas opiniones sobre este asunto.

II. Las razones que se asignan para esta diferencia.

1. El término original plenamente expresa e implica la agencia del sujeto.

2. Necesitamos y debemos adoptar un término que exprese la agencia Divina.

3. La regeneración está expresamente adscrita al Espíritu Santo.

4. La conversión, como implica y expresa la actividad y el volverse, no incluye e implica ninguna agencia Divina, y por tanto, no implica o expresa lo que se intenta por la regeneración.

5. Como dos agencias de hecho se emplean en la regeneración y en la conversión de un pecador, es necesario adoptar términos que claramente enseñen este hecho, y claramente distingan entre la agencia de Dios y la de la criatura.

6. Los términos de regeneración y conversión expresan aptamente esta distinción, y por consiguiente, deben ser utilizados teológicamente.

III. Objeciones a esta diferencia

1. El término original yavvaw con sus derivados puede ser: (1.) Engendrar. (2.) Dar a luz. (3.) Ser engendrado. (4.) Ser nacido.

2. Regeneración es, en la Biblia, lo mismo que nuevo nacimiento.

3. Nacer de nuevo es el mismo uso en La biblia del término que el de tener un corazón nuevo, ser una nueva criatura, pasar de muerte a vida. En otras palabras, ser nacido de nuevo es tener un carácter moral nuevo, volverse santo. Regenerar es hacer santo. Ser nacido de Dios, sin duda expresa e incluye la agencia Divina, pero también incluye y expresa eso que la agencia Divina es empleada en efectuar, a saber, hacer santo al pecador. Ciertamente, un pecador no está regenerado cuyo carácter moral está sin cambiar. Si así fuera, ¿cómo podría decirse verdaderamente que quien nace de Dios ha vencido al mundo, que no peca, que no puede pecar, etc.? Si la regeneración no implica e incluye un cambio de carácter moral en el sujeto, ¿cómo es que puede hacerse la regeneración la condición de la salvación? El hecho es que el término regeneración, o el ser nacido de Dios, está diseñado para expresar primordial y principalmente aquello hecho, es decir, el hacer santo al pecador, y expresar además el hecho de que la agencia de Dios induce el cambio. Quítense la idea de lo que es hecho; es decir, el cambio de carácter moral en el sujeto, y no será nacido de nuevo, no será regenerado, y no podría decirse verdaderamente, en tal caso, que Dios lo ha regenerado.

Se ha objetado que el término realmente significa sólo la agencia Divina, y sólo por manera de implicación, abraza la idea de un cambio de carácter moral y desde luego de actividad en el sujeto.

A esto respondo:

(1.) Que si realmente expresa sólo la agencia Divina, deja afuera de la vista aquello efectuado por la agencia Divina.

(2.) Que realmente expresa no sólo la agencia Divina, sino también aquello que logra esta agencia.

(3.) Aquello que la agencia de Dios acontece es un nacimiento nuevo o espiritual, una resurrección de muerte espiritual, la inducción de una vida nueva y santa. Aquello hecho es la idea prominente o que se intenta por el término.

(4.) Aquello hecho implica el giro o la actividad del sujeto. Es absurdo afirmar que su carácter moral es cambiado sin ninguna actividad o agencia suya. La santidad pasiva es imposible. La santidad es la obediencia a la ley de Dios, la ley del amor, y desde luego consiste en la actividad de la criatura.

(5.) Hemos dicho que la regeneración es sinónimo en la Biblia de un corazón nuevo, pero a los pecadores se les requiere hacer ellos mismos un nuevo corazón, que no podrían hacer si no fueran activos en este cambio. Si la obra es una obra de Dios, en tal sentido, que Él debe primero regenerar el corazón y el alma antes de que la agencia del pecador empiece, sería absurdo e injusto requerirle hacer por él mismo un corazón nuevo hasta que él primero sea regenerado.

La regeneración está adscrita al hombre en el evangelio que podría ser si el término fuera designado para expresar sólo la agencia del Espíritu Santo. "Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio" (1 Co. 4:15).

(6.) La conversión se habla en la Biblia como el trabajo de otro en vez del sujeto de ella, y no puede por tanto haber sido diseñada para expresar sólo la actividad del sujeto de ella.

(i.) Está adscrita a la palabra de Dios: "La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo" (Sal. 19:7).

(ii.) Al hombre: "Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados" (Stg. 5:19-20).

La conversión y la regeneración son a veces adscritas en la Biblia a Dios, a veces al hombre, y a veces al sujeto lo que muestra claramente que la distinción bajo este análisis es arbitrario y teológico en vez de bíblico.

El hecho es que ambos términos implican el ejercicio simultáneo de la agencia humana y Divina. El hecho de que un corazón nuevo es aquello hecho demuestra la actividad del sujeto y la palabra regeneración, o la expresión nacido del Espíritu Santo" reafirma la agencia Divina. Lo mismo es cierto de la conversión, o el giro del pecador hacia Dios. Se dice que Dios lo cambia y se dice de él que cambia él mismo. Dios lo atrae y él lo sigue. En ambos igual, Dios y el hombre son activos, y su actividad es simultánea. Dios obra o atrae y el pecador se rinde o se da la vuelta, o lo que es lo mismo, cambia su corazón, o en otras palabras, es nacido de nuevo. El pecador está muerto en ofensas y pecados. Dios lo llama: "Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo" (Ef. 5:14). Dios llama. El pecador oye y responde, "aquí estoy." Dios dice "levántate de entre los muertos." El pecador ejerce su actividad y Dios lo lleva a vida, o más bien, Dios lo atrae, y el pecador viene a vida.

(7.) La distinción hecha no sólo es reconocida en la Biblia, sino es plenamente la tendencia más injuriosa por dos razones:

(i). Supone e inculca una filosofía falsa de depravación y regeneración.

(ii.) Lleva al pecador a esperar ser regenerado antes de que se arrepienta y se vuelva a Dios. Es la tendencia más fatal para representar al pecador como que está bajo una necesidad de esperar para ser pasivamente regenerado antes de que se dé él mismo a Dios.

Como la distinción no es sólo arbitraria, sino anti escritural e injuriosa, y porque se funda y está diseñada para enseñar una filosofía falsa y perniciosa sobre el sujeto de depravación y regeneración, dejaré y descartaré la distinción, y en nuestras indagaciones de aquí en adelante entiéndase que uso regeneración y conversión como términos sinónimos.

IV. Lo que no es regeneración

No es un cambio en la sustancia del alma o del cuerpo. Si así fuera, a los pecadores no se les requeriría llevarlo a cabo. Tal cambio no constituiría un cambio en el carácter moral. Ningún cambio se necesita puesto que el pecador tiene todas las facultades y los atributos naturales requeridos para rendir obediencia perfecta a Dios. Todo lo que necesita es ser inducido a usar estos poderes y atributos como se debe. Las palabras conversión y regeneración no implican ningún cambio en la sustancia, sino sólo un cambio de estado moral o de carácter moral. Los términos no se usan para expresar un cambio físico sino moral, la regeneración no expresa o implica la creación de nuevas facultades o atributos de la naturaleza, ni ningún cambio en la constitución de la mente o el cuerpo. Enfatizaré más sobre este punto cuando lleguemos al análisis de las teorías filosóficas de la regeneración.

V. Lo que es regeneración

Se ha dicho que la regeneración y un cambio de corazón son idénticos. Es importante escudriñar el uso escritural del término corazón. El término, como muchos otros, es usado en la Biblia en varios sentidos. Se habla a menudo del corazón en la Biblia no sólo como que posee carácter moral, sino como la fuente de la acción moral, o la fuente de la cual fluye el bien y el mal, y desde luego, como que constituye la fuente de la santidad o del pecado, o en otras palabras, como que comprende, estrictamente hablando, el todo del carácter moral. "Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias" (Mt. 15:18-19). "¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas (Mt. 12:34-35). Cuando el corazón es representado así como que posee carácter moral, y como la fuente del bien y del mal, no puede significar:

1. El órgano corporal que bombea la sangre.

2. No puede significar la sustancia del alma o de la mente: la sustancia no puede poseer en sí misma carácter moral.

3. No es una facultad o atributo natural.

4. No puede consistir en ningún sentido el gusto, o apetito constitucional porque éstos no pueden tener en sí mismos carácter moral.

5. No es la facultad de la sensibilidad o del sentimiento de la mente porque hemos visto que el carácter moral no se afirma sobre eso. Es cierto, y entiéndase, que el término corazón se usa en la Biblia en estos sentidos, pero no cuando se habla del corazón como la fuente de acción moral. Cuando se representa al corazón como que posee carácter moral, la palabra no puede significar para designar cualquier estado involuntario de la mente, puesto que ninguna sustancia del alma o del cuerpo, ni cualquier estado involuntario de la mente pueden, en ningún momento, poseer carácter moral en sí mismo. La simple idea de carácter moral implica y sugiere la idea de una acción libre o intención. Negar esto es negar una primera verdad.

6. El término corazón, cuando se aplica a la mente, es figurado y significa algo en la mente que tiene un punto de semejanza al órgano corporal de ese nombre, y una consideración de la función del órgano corporal sugerirá la verdadera idea del corazón de la mente. El corazón del cuerpo propulsa la corriente vital y sostiene la vida orgánica. Es la fuente de la cual la vida o la muerte pueden fluir de acuerdo con el estado de la sangre. La mente como también el cuerpo tiene un corazón que, como hemos visto, se representa como una fuente, o como una influencia eficiente que propulsa, de la que fluye el bien y el mal según el corazón bueno o malo. El corazón es representado, no sólo como la fuente del bien y del mal, sino como bueno o malo en sí mismo, como que constituye el carácter del hombre y no meramente como que es capaz de carácter moral.

También se representa como algo sobre el cual tiene control, por el cual somos responsables, y que, en caso de que sea malvado, estamos obligados al cambio en dolor de muerte. De nuevo: el corazón, en el sentido que estamos considerándolo, es eso, el cambio radical del cual constituye un cambio radical de carácter moral. Esto es claro en Mt.12: 34-35 y 15: 18-19, como ya vimos.

7. Nuestra propia conciencia, entonces, debe informarnos que el corazón de la mente que posee estas características no puede ser más que la intención suprema y soberana del alma. La regeneración está representada en la Biblia como la constitución de un cambio radical de carácter, como la resurrección de una muerte en pecado, como el comienzo de una nueva vida espiritual, como la constitución de una nueva criatura, como una nueva creación, no una creación física, sino moral, como conversión, o volverse a Dios, entregar el corazón a Dios, como Dios amoroso con todo nuestro corazón, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Ahora hemos visto abundantemente que el carácter moral pertenece, o es un atributo, de la elección soberana o intención del alma.

La regeneración entonces es un cambio radical de la intención soberana y, desde luego, del fin del objeto de vida. Hemos visto que la elección de un fin es eficiente en producir voliciones ejecutivas, o el uso de los medios para obtener su fin. Una elección egoísta y soberana es, por tanto, un corazón malvado del cual fluye todo el mal, y una elección soberana benevolente es un corazón bueno del cual fluye toda obra buena y encomiable.

La regeneración, para tener las características adscritas a ella en la Biblia, debe consistir en un cambio en la actitud de la voluntad, o un cambio en su elección soberana, intención o preferencia; un cambio de egoísmo a benevolencia; de elegir la gratificación de uno mismo como el fin supremo soberano de vida, a la elección suprema y soberana del bienestar más elevado de Dios y del universo; de un estado de consagración entera al interés de uno mismo, y como el fin supremo de vida, a un estado de consagración entera a Dios y a los intereses de su reino como el fin supremo y soberano de vida.

VI. La necesidad universal de regeneración

1. La necesidad de regeneración como una condición de la salvación debe ser co-extensiva con la depravación moral. Esto ha sido mostrado que es universal entre los agentes morales sin regenerar de nuestra raza. Seguramente es imposible que un mundo o un universo de seres egoístas profanos deban ser felices. Es imposible que el cielo deba estar formado de seres egoístas. Es intuitivamente seguro que sin la benevolencia o la santidad ningún ser moral puede ser feliz. Sin la regeneración, un alma egoísta no puede caber de ningún modo en los empleos o los disfrutes del cielo.

2. Las escrituras expresamente enseñan la necesidad universal de la regeneración. "Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Jn. 3:3). "Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación" (Gá. 6:15).

VII. Las agencias empleadas en la regeneración.

1. Las escrituras con frecuencia atribuyen la regeneración al Espíritu de Dios. "Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Jn. 3:5-6). "Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Jn. 1:13).

2. Hemos visto que el sujeto está activo en la regeneración, que ésta consiste en el cambio del pecado en su elección soberana, intención, preferencia, en cambiar de egoísmo a amor o benevolencia, o en otras palabras, en volverse de la elección suprema de gratificación de uno mismo al amor supremo de Dios y el mismo amor a su prójimo. Desde luego, el sujeto de la regeneración debe ser un agente en la obra.

3. Hay generalmente otros agentes, uno o más seres humanos preocupados por persuadir al pecador que se vuelva. La Biblia reconoce tanto al sujeto como al predicador como agentes en la obra. Así Pablo dice: "yo os engendré por medio del evangelio" (1 Co. 4:15). He aquí la misma palabra se usa y que se usa en otro caso donde la regeneración está adscrita a Dios.

De nuevo: otro apóstol dice: "Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad" (1 P. 1:22). He aquí la obra adscrita al sujeto. Hay entonces siempre dos, y generalmente más de dos agentes empleados en llevar a cabo la obra. Varios teólogos han sostenido que la regeneración es obra del Espíritu Santo solo. Como prueba de esto citan pasajes que lo atribuyen a Dios, pero yo puedo lícitamente insistir para sostener mi posición que es la obra del hombre solo, y citar aquellos pasajes que lo atribuyen al hombre. O puedo afirmar que es la obra sola del sujeto, y como prueba de esta posición cito aquellos pasajes que lo atribuyen al sujeto. O de nuevo, puedo afirmar que se lleva a cabo por la verdad sola, y citar tales pasajes como el siguiente para apoyar mi posición: "El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas" (Stg. 1:18). "Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre" (1 P. 1:23).

Ha sido común considerar la tercera persona como un mero instrumento en la obra, pero el hecho es que él es un agente dispuesto, diseñador y responsable, tan real como Dios o el sujeto.

Si se indaga cómo la Biblia puede consistentemente atribuir la regeneración en un tiempo con Dios, y en otro al sujeto y en otro a la verdad, y en otro a la tercera persona; la respuesta debe buscarse en la naturaleza de la obra. Lograda ésta es un cambio de elección con respecto a un fin o el fin de vida. El pecador cuya elección es cambiada debe desde luego actuar. El fin a ser escogido debe clara y forzosamente ser presentado; ésta es la obra de la tercera persona, y del Espíritu Santo. El Espíritu toma de las cosas de Cristo y las muestra al alma. La verdad se emplea, o es la verdad la que debe ser necesariamente utilizada como un instrumento para inducir un cambio de elección.

VIII. Instrumentaciones utilizadas en la obra

1. Verdad. Esto debe ser, por la naturaleza de la regeneración, utilizada en efectuarla, porque la regeneración no es más que la voluntad siendo influenciada por la verdad.

2. Puede haber, y seguido es, muchas providencias preocupadas en iluminar la mente y en inducir la regeneración. Éstos son instrumentaciones. Son instrumentos para presentar la verdad. Misericordias, juicios, hombres, medidas, y en suma, todas esas cosas que conducen a iluminar la mente, son instrumentaciones empleadas para efectuarla.

Quienes se apoyan en la depravación moral física o constitucional deben sostenerse, desde luego, en la regeneración constitucional, y por supuesto, la consistencia los obliga a mantener que hay más que un agente empleado en la regeneración y que es el Espíritu Santo, y que ningún otro instrumento más se emplea porque la obra es, según ellos, un acto de poder creativo, que la misma naturaleza es cambiada y, desde luego, ningún instrumento puede utilizarse, ni más que en la creación del mundo. Estos teólogos han afirmado, una y otra vez, que la regeneración es un milagro, de que no hay tendencia alguna en el evangelio, no obstante presentado, sea por Dios o el hombre, para regenerar el corazón. El doctor Griffin, en sus cátedras en la calle Park, mantiene que el evangelio, en su tendencia natural y necesaria, crea y perpetúa sólo la oposición y el odio de Dios hasta que el corazón es cambiado por el Espíritu Santo. Él entiende que la mente carnal no es un estado voluntario, no tras la carne, sino la misma naturaleza y constitución de la mente; y que la enemistad contra Dios es una parte, atributo, o apetito de la naturaleza en sí misma. Consecuentemente, debe negar la adaptabilidad del evangelio para regenerar el alma. Se ha proclamado por esta clase de teólogos, un sinfín de veces, que no hay conexión filosófica entre el predicar el evangelio y la regeneración de los pecadores, ninguna adaptación en el evangelio para producir ese resultado, sino, al contrario, que se adapta para producir un resultado opuesto. Las ilustraciones favoritas de sus percepciones han sido Ezequiel que profetiza a los huesos secos, y a Cristo que restaura la vista al ciego al poner lodo en sus ojos. Ellos dicen que la profecía de Ezequiel a los huesos secos no tiene tendencia para avivarlos. Y el lodo usado por el Salvador fue calculado en vez de destruir que restaurar la vista. Esto muestra cuán fácil para los hombres es adoptar una filosofía perniciosa y absurda y luego creer encontrarla apoyada por la Biblia. ¿Cuál debe ser el efecto de inculcar un dogma que el evangelio no tiene nada que ver con regenerar al pecador? ¡En lugar de decirle que la regeneración no es más que abrazar el evangelio, decirle que debe esperar, y primero tener recreada su constitución antes de que posiblemente pueda hacer algo más que oponerse a Dios! Es decirle la falsedad más grande, abominable y ruin. Es burlarse de su inteligencia. ¡Qué! ¡Pedirle, en el dolor de la muerte eterna, que crea, que abrace el evangelio, que ame a Dios con todo su corazón, y al mismo tiempo representarlo como totalmente inútil y constitucionalmente enemigo de Dios y del evangelio, y como estar bajo la necesidad de esperar a Dios que regenere su naturaleza, antes de que sea posible para que él haga otra cosa que odiar a Dios con todo su corazón!

IX. En la regeneración el sujeto es tanto pasiva como activa

1. El que él sea activo es claro por lo que se ha dicho, y por la misma naturaleza del cambio.

2. El que él sea, al mismo tiempo, pasivo, es claro por el hecho que actúa sólo cuando y mientras él sea actuado. Esto es que está pasivo en la percepción de la verdad presentada por el Espíritu Santo. Sé que esta percepción no es parte de la regeneración, pero es simultánea con la regeneración. Induce la regeneración. Es la condición y la ocasión de la regeneración. Por tanto, el sujeto de la regeneración debe ser un recipiente pasivo, perceptivo de la verdad presentada por el Espíritu Santo en el momento y durante el acto de la regeneración. El Espíritu Santo actúa en él a través o por la verdad: hasta ahora él está pasivo. Él concuerda con la verdad: hasta ahora él está activo. ¡En qué error han caído aquellos teólogos quienes representan el sujeto como totalmente pasivo en la regeneración! Esto libra al pecador de una vez de la convicción de cualquier deber o responsabilidad al respecto. Es de maravillarse que tal tontería se haya mantenido por tanto tiempo en la iglesia. Pero mientras se mantiene con razón los pecadores no se convierten a Dios. Mientras el pecador crea eso, es imposible, si lo tiene presente, que no va a ser regenerado. Él está de pie y espera que Dios haga lo que Dios le requiere hacer, y que nadie pueda hacer por él. Ni Dios, ni cualquier otro ser puede regenerarlo, si no se vuelve. Si no cambia su elección, es imposible que pueda ser cambiado. A los pecadores que nunca se les ha enseñado así y han creído lo que se les ha enseñado nunca habrían sido regenerados si el Espíritu Santo no hubiera apartado su atención de ese error, y antes de que se dieran cuenta, inducirlos a acercarse con la oferta de vida.

X. Lo que se implica en la regeneración

1. La naturaleza del cambio muestra que debe ser instantánea. Es un cambio de elección o intención. Esto debe ser instantáneo. El trabajo preparatorio de convicción e iluminación pudo haber sido gradual y progresivo. Pero cuando ocurre la regeneración, debe ser instantánea.

2. Implica un cambio total y presente del carácter moral, es decir, un cambio de pecaminosidad total a santidad total. Hemos visto que consiste en un cambio de egoísmo a benevolencia. También hemos visto que el egoísmo y la benevolencia no pueden coexistir en la misma mente; que el egoísmo es un estado de consagración suprema y total al yo; que la benevolencia es un estado de consagración suprema y total a Dios y al bien del universo. La regeneración, entonces, seguramente, implica un cambio total del carácter moral.

De nuevo: la Biblia representa a la regeneración como morir al pecado y volverse a vida con Dios. La muerte en pecado es depravación total. Esto es generalmente admitido. La muerte al pecado y volver a la vida con Dios debe implicar santidad presente y total.

3. Las escrituras representan a la regeneración como la condición de la salvación en un sentido tal que si el sujeto debe morir inmediatamente después de la regeneración y sin ningún cambio posterior se va inmediatamente al cielo.

De nuevo: las escrituras requieren sólo perseverancia en el primer amor mientras la condición de salvación en caso de que alma regenerada deba vivir más en el mundo subsecuentemente a la regeneración.

4. Cuando las escrituras nos requieren crecer en gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo, esto no implica que hay aún pecado que permanece en el corazón regenerado que se nos requiera quitar por grados, sino el espíritu del requerimiento debe ser que debemos adquirir tanto conocimiento como podamos de nuestras relaciones morales y seguir conformándonos a la verdad tan rápido como lo sepamos. Esto y nada más está implícito en permanecer en el nuestro primer amor en Cristo, vivir y caminar en el Espíritu.

 

 

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