LA VERDAD DEL EVANGELIO

 LA SANTIDAD DE LOS CRISTIANOS EN LA VIDA PRESENTE

 The Oberlin Evangelist

1 de febrero de 1843

Conferencias por el profesor Finney

Reportadas por el Evangelist por el Rev. S.D. Cochran.

#3

 EGOÍSMO

 

'Israel es una frondosa viña, que da abundante fruto para sí mismo'--Os. 10:1.

 

En este pasaje el Señor se queja del egoísmo de Israel, y planeo mostrar:

I. LO QUE NO ES EGOÍSMO.

II. LO QUE ES.

III. QUE NO PUEDE COEXISTIR CON LA SANTIDAD EN LA MISMA MENTE.

IV. MENCIONAR ALGUNAS EVIDENCIAS DE EGOÍSMO.

V. QUE UNA FORMA DE ÉL ES TAN INCONSISTENTE CON LA SALVACIÓN COMO LA OTRA.

 

I. Lo que no es egoísmo.

1. No es un deseo de felicidad y desprecio a la miseria. Esto es perfectamente constitucional en todos los seres morales. Es involuntario como sabemos por la conciencia, y, por tanto, carece de todo carácter moral.

2. No es el deseo de aprobación. Este deseo, cual sea el grado que pueda existir, y así como es un mero deseo, es constitucional, involuntario y sin carácter moral.

3. Esto no consiste en el deseo de cualquier bien personal, ni en la muerte de cualquier mal personal, éstos son perfectamente naturales y no tienen carácter.

4. Tampoco consiste en un apetito, pasión o impulso constitucionales, o en lo que generalmente llamamos propensiones. Algunas personas hablan de propensiones egoístas, como si nuestras propensiones tuvieran carácter moral, y se nos culpa por ellas, pero esto es absurdo. No hay tal cosa como una propensión egoísta. Todos los apetitos, pasiones e impulsos son naturales, y son naturalmente incitados cuando vienen en correlación con los objetos adaptados para incitarlos. Son enteramente los productos de la sensibilidad, y no tienen voluntariedad, ni carácter moral acerca de ellos en tanto a ellos mismos se refieran.

5. Tampoco el egoísmo consiste en algún tipo o grado de mero deseo como se distingue de la elección o el querer. Como he dicho con frecuencia, cada quien sabe la diferencia entre deseo y querer por su propia conciencia. Por ejemplo, puedo desear ir a Europa y fuertemente lo deseo, y, sin embargo, en general, nunca iré, pues el deseo no gobierna la conducta sino la voluntad.

 

II. Lo que es egoísmo.

1. El hombre, como lo he dicho antes, posee tres facultades cardinales, llamadas inteligencia, sensibilidad y voluntad. Esto lo sabemos por la conciencia.

2. La voluntad es influida por motivos dirigidos a ella, sea a través de la sensibilidad, esto es, por los deseos e impulsos constitucionales, o a través de la inteligencia, esto es, por la verdad, y la obligación a acatarse a ella, como es percibido por el intelecto. No hay otra manera en la cual pueda ser influida, y debe por necesidad elegir entre la gratificación de los impulsos de la sensibilidad y los dictados de la inteligencia.

3. La ley de Dios es revelada e impuesta por la razón. El hombre es, en cierto sentido, su propio legislador, como Pablo lo expresa, "ley para sí mismos". Si el principio excelente de la ley de Dios no yaciera revelado en nuestra razón, nunca podríamos ser influidos por preceptos externos, y nunca podríamos percibir la obligación, simplemente porque no tendríamos ningún patrón de la verdad o moralidad. No podríamos saber si la Biblia es la palabra de Dios o una fábula, porque no tendríamos ninguna forma posible de probarla. En suma, si nuestra razón no revelara e impusiera el gran principio de la ley de Dios, toda la religión y moralidad serían para nosotros naturalmente imposibles. Todo precepto e instrucción por tanto válidos a los seres morales, sólo porque, cuando es dirigido a ellos, su razón reconoce la verdad, e impone la obligación de conformarse a ellos, y lo que la razón no reconozca como verdadero, no puede ser obligatorio. Todos los mandamientos y verdad consisten en la conformidad de la voluntad a sus requerimientos.

4. La sensibilidad siempre invita a la voluntad para buscar la gratificación de los objetos que despiertan sus susceptibilidades. Por ejemplo, el apetito por la comida es despertado por la percepción de su objeto apropiado, y cuando es despertado, y cual sea el grado, es impulsivo para la voluntad. El impulso será fuerte o débil en proporción al grado en el cual la susceptibilidad sea incitada, y en proporción a su fuerza, impulsará a la voluntad a consentir la gratificación. Lo mismo es con todos los apetitos, deseos y pasiones. Sabemos que esto es cierto por nuestras propias conciencias.

5. Hay entonces dos, y sólo dos, direcciones y ocasiones de acción humana, entre las cuales tenemos que elegir.

(1.) La ley de la razón requiere el ejercicio de la benevolencia, es decir, de amor supremo a Dios y el mismo amor a nuestro prójimo. Requiere que esto deba ser la elección máxima o decisión suprema de la voluntad.

(2.) La sensibilidad invita la gratificación sin consideración de la ley de la razón. La sensibilidad es naturalmente ciega. Impulsa hacia cada objeto que despierta sus susceptibilidades, por su propia causa, esto es, porque se da el lujo de la gratificación y por ninguna otra razón. Ahora todo hombre sabe por su propia conciencia que tales son las relaciones de su razón, y su sensibilidad a su voluntad y que está bajo la necesidad de escoger entre ellos.

El camino está preparado para establecer directamente lo que es egoísmo.

6. Consiste en querer la gratificación de la sensibilidad--en la consagración de sí misma de la mente a sus demandas en oposición a la ley de la razón. Es una disposición a gratificar al yo en vez de buscar un fin más elevado y santo. Es un estado de la voluntad como se distingue de la sensibilidad.

7. Siempre entonces debe consistir en lo que llamé en mi conferencia pasada una intención final. El fin máximo escogido por la mente es la gratificación de uno mismo. Esto, en alguna forma u otra, es preferido a lo demás. No es egoísmo tener la capacidad de la gratificación, ni es la gratificación en sí misma egoísmo. Las bestias tienen sensibilidad como los hombres, y cuando las demandas de sus susceptibilidades despiertas son suplidas ellas son gratificadas, pero no hay egoísmo en ellas, ni son capaces de egoísmo, porque ellas no tienen razón para imponer en ellas una ley más elevada que los meros impulsos de su sensibilidad. Estos impulsos son, sin embargo, regulados en ellas por instinto, pero los seres morales tienen una facultad más elevada que revela a ellos un fin más elevado de vida, e impone en ellos obligación para elegirla. Les requiere considerar toda gratificación personal como un medio, y no un fin, y por tanto para ser sostenida en subordinación perfecta a la ley impuesta por la razón. La Biblia sólo repite las demandas de la razón de cada hombre cuando dice: " Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios". Esto es, mantengan sus apetitos, deseos y pasiones con un freno firme y bajo control perfecto. Ahora, el egoísmo consiste en preferir la gratificación de uno mismo a las demandas de esta facultad más elevada; esto es, hacer el fin de la gratificación personal--el fin máximo de vida.

8. Esto es lo que la Biblia llama "designios de la carne", "andar conforme a la carne". Esto es, la mente carnal consiste en la elección de la mente a la gratificación de la sensibilidad como un fin de búsqueda. Ya le he dicho, que cada objeto de deseo es deseado por su propia causa, es decir, porque es darse el lujo de gratificarse. El egoísmo por tanto consiste en escoger los objetos deseados porque son deseados; o gratificar al yo, y no como un medio para la gloria de Dios.

III. El egoísmo ya la santidad no pueden coexistir en la misma mente.

1. En la conferencia anterior, mostré que la santidad, o la virtud verdadera, consiste enteramente en benevolencia desinteresada, esto es, en querer cada interés de acuerdo con su valor relativo percibido. La benevolencia debe ser una elección suprema, o intención máxima, pues si se quiere cada interés según su valor percibido, no hay nada más en el universo que pueda querer. Si todo bien es decidido por su propia causa según su valor percibido, es naturalmente imposible querer cualquier cosa más allá de eso, o además de eso. Decir que uno puede es una contradicción. Es lo mismo como decir que uno escoge todo interés según su valor percibido, y no lo escoge al mismo tiempo.

2. Ahora, ¿qué es egoísmo? Como ya hemos visto, en la sección anterior, es también una intención máxima. En otras palabras, es la preferencia de la gratificación de uno mismo en vez de la ley de la razón, es decir, la benevolencia. En vez de querer todo bien según su valor percibido, es querer un bien más que los otros. Cuando un individuo prefiere su propia gratificación a las demandas de su propia razón, lo hace pese a la ley y en desafío a su autoridad.

3. Pero éstos, evidentemente en sí, son elecciones opuestas y por tanto no pueden coexistir en la misma mente. ¿Es posible que haya al mismo tiempo dos elecciones contrarias, supremas y máximas en ejercicio por la misma mente? Esto no puede ser.

Y puedo añadir que la benevolencia y el egoísmo consideran y tratan cada interés percibido en el universo en un orden exactamente opuesto del uno al otro. La benevolencia considera primero los intereses de Dios, y apunta a su gloria como el bien supremo, y le sigue el bienestar del universo, luego el de este mundo, luego el de su propia nación, luego el de su propia comunidad, y luego el de su propia familia, y por último el de sí mismo. Ahora el egoísmo exactamente invierte todo esto. El hombre egoísta pone primero el yo, y considera su propio interés como supremo, luego considera el interés de su familia y sus amistades especiales, pero sólo en tanto lo mueva la devoción a sí mismo en todo, luego considera su propia comunidad o ciudad en oposición a todas las comunidades y ciudades, cuando sus intereses chocan, luego considera su propia nación, y es lo que los hombres llaman muy patriótico, y sacrificaría los intereses de todas las otras naciones, en tanto no interfieran con el suyo, y así progresa, hasta que finalmente se encuentran Dios y sus intereses en el último lugar de sus consideraciones. El que sea así es un hecho simple como todos saben, y ¿cómo es entonces posible que estas dos elecciones opuestas deban coexistir en la misma mente? Créanme, quién puede.

 

IV. Varias evidencias de egoísmo.

1. Una falta de fervor por los intereses de Dios. Los hombres siempre son fervorosos por aquello que supremamente escogen, y si no lo son por el honor de Dios, prueba que no es el objeto de su consideración suprema. Negar eso es absurdo.

2. La ausencia de dolor e indignación cuando sus intereses no se consideran. Si estuvieran dispuestos al bien supremo, sería imposible testificar sus mandamientos y autoridad puestos a nada sin el sentido más agudo de dolor e indignación.

3. Más fervor y labor en promover el interés propio que el interés de Dios es una evidencia de egoísmo. Prueba una demostración que sus intereses se prefieren a los de él. Los hombres universalmente manifiestan fervor por aquello en que están más interesados.

4. Si, por tanto, las personas creen que tienen piedad, mientras sean más fervorosos en promover el interés propia que el interés de Dios, están engañados, y probablemente están equivocando un mero deseo por religión. Permítanme recordarles que la voluntad necesariamente gobierna la conducta, mientras los deseos no. Puedo fuertemente desear ir a Ohio, y nunca ir, pero si de veras quiero ir, voy por necesidad a menos que mi volición sea vencida por una fuerza superior. Entonces, si un hombre es de verdad benevolente, prefiere el interés de Dios y su universo que el suyo, y manifiesta el fervor correspondiente.

5. Es una evidencia que son egoístas donde las personas ponen más atención a sus intereses personales que a los intereses de otros. Ciertamente no están considerando las cosas según su valor relativo.

6. La ausencia de un espíritu de oración es una evidencia de egoísmo. En un mundo como éste la oración es el aliento de la benevolencia. ¿Cómo un hombre benevolente camina por las calles y se mezcla con la sociedad sin que su sea espíritu se agitado dentro de él y se desahogue en oración sincera? No puede ser. ¡Qué! ¡Miles alrededor de nosotros empujándonos a cada paso, en todos sus pecados, ya sufriendo muchos males de las consecuencias de la transgresión, expuestos a muerte eterna! ¿Quién que cree que hay ayuda en Dios por ellos que puede evitar la oración? Ciertamente nadie excepto aquellos que son supremamente egoístas.

7. Otra evidencia de egoísmo es el epicureísmo espiritual. Hay una cierta clase de personas que siempre están queriendo algo para hacerlos felices, y cuales sean las medidas o predicación no aseguran este resultado, desde luego se rechazan. Ahora, ¿qué estado de la voluntad indica esto? Pues, seguro que un estado egoísta. No quieren que sus mentes sean iluminadas, y su deber sea indicado porque esto los haría infelices, pero se deleitan sentarse y tener sus emociones avivadas hasta que su sensibilidad está encendida, y la predicación que hace eso es para ellos el único evangelio. Ahora, esto es nada más que egoísmo refinado.

8. Es una evidencia de egoísmo donde las personas son más fervorosas para defender su propia reputación y carácter que la causa y honor de Dios. Hay muchísimos incluso profesantes de religión, que, si los hombres dijeran algo en contra de su carácter, o si de alguna forma, su reputación estuviera apunto de sufrir, serían arrojados hacia una agonía, en vela toda la noche, y mojarían su almohada con lágrimas, pero si oyeren a un infiel vulgar clamar contra Dios, y cubrieran su carácter con reproches infames, apenas lo notarían. Ahora, ¿por qué es esto? Evidentemente porque aprecian su propio carácter más que el honor de Dios, y son supremamente egoístas.

9. La indisponibilidad de hacer sacrificios personales para promover un bien superior es otra evidencia de egoísmo. Esto no necesita ilustración.

10. Otra evidencia de egoísmo es el dominio de cualquier apetito o pasión sobre la voluntad. Hay algunos que fingen ser religiosos, quienes habitualmente gratifican ciertos apetitos y pasiones que admiten que están mal. Pregúntenles si no creen que están mal, y dicen que sí, pero no lo pueden vencer. Y escúchenme, éste es un egoísta. Eso es la mera definición de egoísmo. Es preferir la gratificación de uno mismo a la voluntad conocida de Dios. Es lo que el Apóstol quiere decir por "andar conforme a la carne".

11. Una falta de interés en la prosperidad de otros es otra evidencia. Los egoístas no saben lo que se pierden al descuidar interesarse ellos mismos en el bien de otros. El hombre benevolente disfruta la felicidad de otros y así todo el bienestar del universo, del cual él es el espectador, contribuye a su propio disfrute. Innumerables ríos de felicidad se derraman en su regazo. ¿Por qué? Porque la prosperidad de otros es aquello en el cual su corazón está puesto, y es una contradicción decir que no será gratificado en testificar la realización de eso que supremamente escoge. Cuando, por tanto, un individuo manifiesta una falta de interés en la felicidad de otros, prueba que realmente no la quiere, y es por tanto supremamente egoísta.

12. Otra evidencia es una disposición a envidiar y murmurar, si otros poseen lo que ustedes no poseen. ¿Qué estado de mente es ese? No pueden soportar ver a alguien vivir en una casa mejor, mejores comodidades, dones superiores, o un carruaje mejor. En vez de regocijarse en su bien, se quejan de que no están a nivel consigo mismos. Dicen que nadie más que yo. Ahora esto debe ser egoísmo supremo. ¿Cómo la benevolencia se siente y habla? Evidentemente, se regocijarían en su bien y su lenguaje sería "Doy gracias a Dios que otros poseen estos bienes si yo no".

13. Un espíritu de especulación es otra evidencia de egoísmo. Por esto quiero decir una disposición a hacer tratos por otros. Ahora, ¿representaría la benevolencia el artículo por encima de su valor real--atentaría hacerse rica al sacar ventaja de otros? Me ha sorprendido cuando he pensado de la manía perfecta, que ha arrasado como una epidemia por lo ancho y lo largo del país desde hace unos años. Fue un gran objeto de hacer dinero por especulación. Los cristianos, e incluso ministros, se apresuraron hacia la desbandada tras el dinero. Cuando se les preguntó por qué lo hicieron, contestaron que querían hacer dinero para Dios, esto es, en inglés sencillo, querían promover la gloria de Dios, al pisotear su ley. Pues, el principio es tan absurdo como volverse un pirata para conseguir dinero y darlo a la Sociedad Bíblica. Supongan que un hombre deba volverse pirata, surcar los mares para saquear y destruir navíos que se le crucen bajo la pretensión de conseguir dinero para la Sociedad Bíblica. Y cuando se le reclame, supongan que urgiera la importancia de enviar al extranjero la Biblia, y que podría hacer más dinero con la piratería a fin de lograr su objetivo en vez de alguna otra manera. ¿Quién le daría crédito por eso? Lo mismo el intentar justificar la especulación sobre la base de adquirir bienes por ella, para propagar el evangelio, es poner una cara insolente y bautizar la rebelión contra Dios con el nombre de santidad. ¡Robar al prójimo para darle a Dios!

14. El despilfarro de tiempo y dinero para gratificar apetitos artificiales es otra evidencia de egoísmo. Hay ciertos apetitos que deben gratificarse; esto es, las cosas deseadas son necesarias para nuestras existencia y utilidad, y donde la gratificación bajo circunstancias es apropiada. Gastar dinero para la gratificación de éstos es hacer un uso apropiado de ello, en tanto sea hecho en concordancia con los dictados de la razón. Tales son apetitos constitucionales, pero cuando no son naturales, sino artificiales, su gratificación no puede ser otra cosa más que egoísmo. Para ilustrar, tómese el apetito por el licor, tabaco u otros estimulantes innaturales.

15. Una indisposición para hacer su parte en mejoras públicas es otra evidencia de egoísmo. Supongan que caminos se van a hacer, o iglesias se van a construir, o cualquier cosa que se haga que sea esencial para el bien público, ¿qué más puede ser más que egoísmo echarse para atrás hacer su parte en la labor y gasto necesario para hacerlo? A veces he visto casos de ese tipo: Una iglesia se ha endeudado mucho, y algunas personas parece que quieren dejarla. Manifiestan una ansiedad particular para cambiar sus relaciones, cuando es tan manifiesto como puede ser, que su única razón es que desean evitar hacer su parte para el pago de la deuda.

16. Es evidencia de egoísmo cuando se debe apelar al interés propio con el fin de incitar la acción. Cuando un hombre es benevolente, todo lo que es necesario es mover los cimientos profundos de su ser moral, poner delante de él un bien real a lograr. Es suficiente para él tener iluminada su inteligencia, pero en vano es intentar mover al egoísta por apelaciones a su benevolencia. Si quieren moverlo, tienen que exhibir una clase totalmente diferente de motivos, como tocar su sensibilidad. Si es profesante de religión, quizá es imposible moverlo hasta que agiten su esperanza. El deber tiene que ser traído, con tales personas, a una relación tal para que parezca el menos de dos males, uno o el otro del cual la persona debe soportar, y entonces su mismo egoísmo los llevará a realizarlo. O tiene que estar puesto ante ellos como aquella realización que beneficiará sus propios intereses especiales. Por ejemplo, supongan una iglesia va a ser construida. Ahora si están obligados ustedes ir con un hombre y decirle cuánto aumentará el valor de su propiedad, o de alguna manera promover sus propios intereses peculiares, puede depender de eso, ese hombre es supremamente egoísta. Es lo mismo con esa clase de personas en lo que respecta a sus intereses eternales. Nada los moverá tan eficazmente a cualquier tipo de esfuerzo religioso como una representación de bien personal que acumule en el mundo futuro. En suma, la única manera en la que pueden influir a tales hombres es al apelar sus esperanzas o temores.

17. Aumentar los gastos mientras el ingreso aumenta en vez de hacer más bien. Durante la gran especulación, era mi destino hablar con hombres muy seguido sobre los principios por los que ellos estaban movidos en ir tras la riqueza. Todos decían que estaban buscando hacer bien con ella, pero observé que en pocas excepciones aumentaban sus gastos y carruajes, caballos y muebles finos, en la medida que aumentaban sus medios; entonces, no podían hacer el bien como antes. Sería lo mismo si su riqueza fuera aumentada a miles, y este resultado uniforme prueba que el principio que adoptaron estaba radicalmente mal. La verdad es como hablar de robar por Dios como especular por él. Uno es tan consistente como el otro.

18. Una disposición para sospechar del egoísmo de otros. Esto casi es una característica universal de mentes egoístas, y nunca de una mente benevolente. Es por esta razón que los egoístas generalmente niegan que no hay tal cosa como benevolencia desinteresada. La humanidad está dispuesta a considerar otros a la luz de su propio carácter. Esto puede ilustrarse en el caso de Satanás y Job. Job era un hombre recto y servía a Dios desinteresadamente, pero Satanás, siendo supremamente egoísta, no lo creía. Decía: "¿Acaso teme Job a Dios de balde?", sugiriendo que la única razón de la aparente obediencia de Job era las ventajas personales que obtendría de eso, e incluso cuando lo había despojado, con el permiso de Dios, de casi todo que él consideraba querido, Job permaneció inmovible, aún sugiere que la única razón de hacerlo era egoísta. "Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia". La verdad es, un hombre benevolente naturalmente no sospecha--"no guarda rencor", pero muéstrenme a un suspicaz, uno que siempre atribuye los peores motivos a otros, y les mostraré a un hombre que es supremamente egoísta.

19.Una indisposición para hacer como se debería es otra evidencia de egoísmo. Hay personas en una de nuestras ciudades que se ofendieron no hace mucho por el siguiente pensamiento. Supongan que ustedes y su familia van a disfrutar de las bendiciones de la libertad. Supongan que tienen una esposa que aman mucho, y sus hijos, sobre los cuales han centrado los afectos de su corazón, pero en un día terrible, son ellos arrebatados de sus brazos y son arrojados a la esclavitud. ¿Cómo se sentirían? ¿Cómo hablarían? ¿Dirían que no tienen nada que ver con la esclavitud? ¡Nada que ver con ella! ¿Dirían que no es nada para mí? ¡Nada para mí! Pueden estar seguros en ese caso no llevarían ninguna súplica de la delicadeza del tema como una excusa de rehusar de interesarse ustedes mismos de parte de ellos y condenar el sistema horrible por el que fueron oprimidos. De esta forma todos pueden aprender su deber hacia aquellos que fueron esclavizados en esta nación. Pónganse ustedes y su familia en el lugar de ellos y pregunten cómo desearían ustedes que otros consideraran la condición de ustedes y actuaran en referencia a eso. Ahora, escuchen, eso mismo que juzgarían ser su deber en las supuestas circunstancias es de ustedes en las presentes circunstancias. Supongan que fuera ahora, como fue hace años, que los argelinos estaban esclavizando a sus conciudadanos--¿cómo sería considerado por esta nación? Sería una señal de guerra inmediata. Miles se apresuraron en la obra de venganza sobre los opresores, y si no pudieran de otra forma lograr el rescate de aquellos en servidumbre, pasarían por un mar de sangre y desolarían con fuego y matanza todo su territorio, pero ¡ay!, los vientos del cielo pueden venir del sur, cargados de quejidos de miles de nuestros semejantes, diariamente sufriendo los males de la esclavitud, en sus peores formas, y con miles apenas un sentimiento se enlista a su favor. ¿Acaso es eso amar a su prójimo como a sí mismo? ¿Acaso es la religión de Jesucristo? ¡En su consejo no entre mi alma con una religión como esa! Y aún más extraño, multitudes incluso intentan hacer la aprobación de la Biblia y autorizar este sistema maldito. Dicen que la Biblia la ha realmente autorizado como una institución. Pero ¿quién puede creerlo? ¡Qué! El mismo Dios que pronunció la ley ardiente, que requiere al hombre amar a su prójimo como a sí mismo, y que denuncia la muerte sobre todos quienes no acaten el requerimiento, autorizar y aprobar un sistema que pisotea esa ley a cada paso, por el que un hombre se apropia de su hermano.

"Lo encadenan y lo abruman,

Y exigen su sudor con azotes esa misericordia,

Con un corazón ensangrentado, llora cuando ve infligido en una bestia."

Quién no considera tal suposición, cuando es justamente establecida, como una absoluta blasfemia y quién no rechaza la Biblia como una imposición vulgar, si realmente de ese modo se contradice a sí misma y cree a su supuesto autor.

20. Otra prueba de egoísmo es la codicia. Algunos no pueden soportar ver a otros tener lo que ellos no tienen sin codiciarlo, y seguido a tal grado que apenas pueden tener sus manos lejos de eso. Ahora donde este espíritu exista es egoísmo supremo.

21. Una disposición para tener el mejor asiento en la iglesia o el lugar prominente en asambleas. Por ejemplo, en las iglesias donde venden todos sus asientos, los verán esforzándose por tener el mejor asiento y el mejor cojín, y el lugar más conveniente, y si fallan en eso, se angustian más que si se perdiera un alma. Así, a menudo, cuando las iglesias se forman en vez de tratar de asegurar una casa bien adaptada al servicio de Dios, y en vez de tratar de promover la conversión de pecadores, se disponen a conseguir la mejor casa, y el mejor órgano y el mejor coro, y el mejor ministro, y luego se sientan para que se les predique el cielo, pero ¿cómo un ministro les predica? Fallará totalmente en hacerle algún bien y salvarlos de la muerte, si no pone su dedo en sus ojos y reprende su horrible egoísmo.

V. Una forma de egoísmo es tan inconsistente con la salvación como otra.

Recuerden que el egoísmo consiste en obedecer las propensiones, apetitos, pasiones y deseos. Esa devoción a la gratificación de uno mismo se desarrolla en una gran variedad de maneras sin cambiar su carácter. Con una, una propensión predomina, con otro, otra. Otra por ejemplo es un epicúreo. Su deseo por platillos agradables predomina sobre cualquier otra cosa, y no valora dinero sólo en tanto contribuya a su gratificación. Otra es un tacaño, y es enteramente muy devoto al deseo de riqueza para ser un epicúreo. En efecto, piensa que su pasión gobernante es despreciable. Otra es afecto al vestido, y valora el dinero sólo en tanto contribuya a la gratificación de ese deseo. Ésta es su forma de egoísmo. Piensa en eso todo el año y labora con su ojo en la gratificación de uno mismo en esa forma. Contrario a esa, otra es afecto al poder o influencia a tal grado como para preguntarse cómo cualquiera puede ser afecto a una gratificación tan insignificante como el vestido, pero está tan esclavizado por su deseo de poder como el otro por su devoción al vestido, y es igualmente egoísta. De nuevo, algunos son muy afectos a la reputación, como para hacer cualquier cosa que requiera el sentimiento público en vez de fallar en popularidad. Ésta es su forma de egoísmo. Su reputación es preferida al bienestar del universo, pero otros tienen un desarrollo tan grande de algún apetito o pasión para sacrificar la reputación por eso. Por ejemplo, el ebrio. Considera su apetito por bebidas embriagantes sobre todo lo demás, y su carácter no pesa ni una paja que compita con eso. Ahora bien, cada una de estas formas de egoísmo es una violación a la ley de Dios. Una tanto como la otra. Todos se enseñorean sobre la voluntad. Y sin embargo aquellos devotos a alguna forma se atribuyen el mérito para ellos mismos porque no son devotos a las otras. La verdad es en todos los casos el pecado yace en la indulgencia de cualquier apetito, deseo, o propensión en oposición a la ley del amor.

OBSERVACIONES.

1. No importa cuál de las propensiones prevalece sobre la voluntad a fin de constituir el egoísmo. Ninguna de ellas tiene carácter moral en sí misma. El preferir la indulgencia de cualquiera de ellas a intereses más altos es lo que constituye el pecado. Es ir tras la carne. Es enemistad contra Dios.

2. Si se nos pregunta ¿por qué tenemos estas propensiones si no se van a gratificar? Respondo: (1.) Aquellas que son naturales son dadas para servir y no para gobernarnos. Por ejemplo, el apetito por la comida. Sin el apetito por la comida no deberíamos comerla, pero es esencial para nuestra existencia, y por tanto el apetito sirve para asegurar la vida. Lo mismo el deseo por el conocimiento. Si no hubiera un deseo constitucional por el conocimiento, ¿quién lo buscaría? Pero el conocimiento es esencial para nuestro bien más alto. El deseo por él por tanto sirve para asegurar esto esencial para nuestro bienestar. (2.) Más aún, estas propensiones no son sólo dadas para servirnos, sino para proporcionar gratificación. La benevolencia de Dios nos dio propensiones constitucionales para que pudiéramos encontrar placer en aquello que es para nuestro bienestar. Si fuésemos destituidos de apetitos, deseos, pasiones y susceptibilidades, deberíamos ser incapaces de placer o dolor, gratificación o felicidad, como una estatua de mármol. Si la raza humana hubiera permanecido inocente, la gratificación de estas susceptibilidades sin duda hubiera proporcionado placer exquisito. Que las poseemos, por tanto, tienen que ser consideradas como una prueba de la benevolencia divina hacia nosotros, pese al hecho que nos da varias tentaciones fuertes. (3.) Muchas de las propensiones que son las más tiránicas, Dios nunca las dio. Son totalmente artificiales, y son producidas por una perversión voluntaria de aquellas que son naturales. Por ejemplo, el uso de bebidas embriagantes o tabaco y varios narcóticos.

3. La indulgencia en cualquier forma de egoísmo es completamente inconsistente con la salvación. Es pecado y la Biblia declara que sin la santidad "nadie verá al Señor"

4. Un hombre que es egoísta en su negocio no puede ir al cielo como tampoco un pirata. ¿Cómo pudiera? Ambos están viviendo por el mismo fin, la gratificación de sí mismos, bajo formas diferentes, y ambos están por tanto directamente opuestos a la voluntad de Dios.

5. Un hombre o mujer vanidosos no pueden ser salvos como tampoco un hombre o mujer libertinos. Prefieren la gratificación de su vanidad al fin de la vida que la ley de Dios requiere, mientras un hombre o mujer libertinos prefieren la gratificación de sí mismos que les da, en esta forma más vulgar, para el mismo fin.

6. Hay tan poca discriminación en cuanto a la naturaleza del pecado que prevalecen engaños. Por ejemplo, mientras se sabe que el alcoholismo, desenfreno, robo, asesinato, etc., son completamente inconsistentes con la salvación, varias otras formas de pecado son consideradas como consistentes con una profesión de religión, pero la verdad es, como he dicho antes, un hombre que es egoísta en sus negocios, o que practica el egoísmo en alguna otra forma, pese a lo leve que pueda ser, no puede ir al cielo como tampoco un borracho. ¿Por qué un borracho no puede ser salvo, o el libertino, o el ladrón? Porque son egoístas. Así debe ser con cualquier otro hombre egoísta, cual sea el tipo en el que ha puesto su egoísmo. Si uno fuera borracho una vez a la semana, sería expulsado por perdido y sin remedio, pero puede ser habitualmente avaricioso, vanidoso o epicúreo, y ser considerado un buen cristiano en la estimación de la iglesia. Si en cualquier iglesia siguiera el borracho, traería sobre sí el fruncimiento del ceño de cristianos universalmente, y sin embargo las personas que son indulgentes en varias formas de egoísmo van a ser encontradas en casi cada iglesia y consideradas como verdaderos cristianos. Cualquiera sospecharía que no son salvos. Ahora, debe ser esto un engaño, pero ¿por qué es un error? Porque hay muy poca discriminación con respecto a la naturaleza del pecado. La verdad es, si cualquier apetito, deseo o propensión, gobierna sobre la voluntad, no importa cuál sea, el hombre está en camino a la muerte.

7. Suponer que la religión consiste en obedecer cualquier sentimiento, meramente como sentimiento, es el error más ruin. Y sin embargo multitudes no conocen otra religión más que ésta, y generalmente hacen como sienten, sin considerar las demandas de su razón. Ahora estas personas nunca han aprehendido todavía la idea verdadera de religión, concretamente que consiste en la consagración entera de la voluntad a la ley de Dios, como es considerada e impuesta por la razón. El sentimiento no es aquello al cual la voluntad se incline, pues es ciego, pero la razón, como percibe la ley de Dios con su ojo intuitivo, debe ser escuchada en el susurro más débil con respecto a la aplicación de esa ley.

8. El egoísmo fue el primer pecado del hombre; es decir, su primer pecado consistió en preferir su propia gratificación a la voluntad de Dios. Ahora, vean si he dado la definición correcta del pecado. La primera pareja fue puesta en el huerto en el que había muchos árboles dando abundancia para suplir sus necesidades, pero en medio estaba uno en el que Dios puso una prohibición. Es una pregunta importante por qué Dios puso esta restricción. Es una pregunta que se hace con frecuencia, y es importante que recibamos una respuesta correcta. El plan, sin duda, era enseñarles que debían controlar su sensibilidad--que mantuvieran sus apetitos, deseos, pasiones en sujeción a la ley de la razón. Esta lección era de suma importancia que aprendieran muy pronto antes que su sensibilidad tuviera un desarrollo tal; es decir, antes que sus apetitos, deseos y pasiones adquirieran tal fuerza, durante la ignorancia de la tendencia a gratificarlas, para estar seguros de que nunca se negarían ellos mismos de su gratificación cuando llegaran a ver su tendencia. Por esta razón, Dios les prohíbe comer el fruto de ese árbol en particular. Ahora Satanás se entromete, y estando consciente de la relación de la sensibilidad con la voluntad, y de ambas con la razón, sugirió a nuestra madre Eva que Dios era egoísta en poner restricción en las propensiones constitucionales, y entonces presenta tales consideraciones ante la mente de ella que despierta dos de las más fuertes de ellas, el apetito por la comida y el deseo por el conocimiento. Esto colocó en oposición las demandas de la razón de ella que recordaron la prohibición de Dios y la demanda de los deseos constitucionales de ella. Entre éstas, su voluntad fue llevada a escoger. Y en esa hora infame, ella prefirió la gratificación de esos apetitos a la voluntad de Dios y así trajo muerte al mundo y nuestros males.

Éste fue el primer pecado. Observen ahora, estos apetitos constitucionales eran perfectamente inocentes en sí mismos, pero el pecado consistió en el consentimiento de su gratificación en oposición al requerimiento de Dios.

9. El egoísmo es el primer pecado de todo ser humano. Los niños llegan al mundo en ignorancia perfecta de la ley de Dios y la tendencia de su sensibilidad. Ahora, ¿cuál es el proceso por el que pecan? Vean a un pequeño. Primero, apenas puede voltear su cabeza o abrir sus ojos. Apenas está consciente de cualquier cosa. Pronto, su sensibilidad empieza a desarrollarse, principalmente su apetito por la comida. Tan pronto le dan cualquier cosa, no importa qué, lo pone directamente en su boca. Gradualmente, otros apetitos se despiertan, constitucionales igualmente, y por tanto sin carácter moral. No sabemos a qué edad su razón empieza a desarrollarse, pero sin duda es muy temprano. Pero tan pronto se desarrolla y afirma la obligación, y entonces es el primer acto moral. De ahí los apetitos, deseos y propensiones de su sensibilidad que se han previamente desarrollado, y su percepción de la obligación es puesta ante su voluntad, y prefiere lo primero a lo segundo. Éste es su primer pecado, y éste es el primer pecado de cada ser humano, pero ¿por qué siempre se escoge mal? Porque previamente al desarrollo de su razón, su voluntad ha estado constantemente bajo el control de sus apetitos, y ha adquirido el hábito de consentirlos. Al contrario, las primeras afirmaciones de su razón son necesariamente débiles. Por tanto, elige la gratificación de sí mismo en oposición a ella.

10. El egoísmo constituye pecado en cada instancia. Es fácil mostrar aquello que debe ser sí.

11. Podemos ver lo que es la regeneración. Es volver del egoísmo a la benevolencia. Es el acto de la voluntad que prefiere el bienestar del universo a la gratificación de uno mismo a la que siempre ha previamente consentido.

12. Es fácil ver la necesidad de la regeneración. ¿Quién no sabe que los hombres sin regenerar son universalmente egoístas? ¿Y quién no sabe que los egoístas nunca podrán ser felices? Seguido me he preguntado qué quieren esas personas que niegan la necesidad de la regeneración. La verdad es evidente en sí misma.

13. Podemos ver por qué se les ordena a los hombres que se regeneren ellos mismos. Si la regeneración es un acto de la voluntad, nada puede ser más racional que su requerimiento. Es de necesidad su propio acto.

14. Vean por qué se necesita el espíritu de Dios en la regeneración. Los hombres se han habituado tanto a gratificarse ellos mismos, y su atención tan absorbida con esto, que el Espíritu de Dios se necesita para desarrollar su razón, y arrojar luz del cielo a su ojo para que pueda ver de una vez la naturaleza y belleza de la religión en contraste con la naturaleza y deformidad del pecado. Esto es convicción. Entonces, el pecador necesita ser alejado de su egoísmo por las aprehensiones correctas del carácter de Dios y el amor de Cristo. Éste es el oficio del Espíritu para efectuar.

15.Finalmente podemos ver lo qué quiere decir el Apóstol cuando habla tan seguido de ser guiado por la carne y por el espíritu. Un individuo es llevado por la carne cuando su voluntad está sujeción a la sensibilidad. Ésta es la mente carnal. Al contrario, un individuo es llevado por el Espíritu cuando voluntad está en sujeción a la ley de la razón, que es desarrollada y aplicada por el Espíritu de Dios.

Y ahora, amados, ¿dónde están? ¿Son llevados por la carne o por el Espíritu? ¿Son egoístas o benevolentes? ¿Qué dirían si se les llamara para comparecer ante el trono de Dios esta noche? ¿Podrían decir "sé que soy llevado por el Espíritu de Dios y por tanto soy un hijo de Dios"? ¡Oh, amados, escudríñense, no sea que estén engañados!

 

 

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