LA VERDAD DEL EVANGELIO

 LA SANTIDAD DE LOS CRISTIANOS EN LA VIDA PRESENTE

The Oberlin Evangelist

4 de enero de 1843

Conferencia del profesor Finney.

Predicada en la ciudad de Nueva York,

y reportada para el Evangelist por el Rev. S.D. Cochran

 #1

 EXAMINADLO TODO

 

TEXTO.--Examinadlo todo; retened lo bueno.-- 1 Ts. 5:21.

 

Al hablar de este texto, observo:

1. Que ordena el deber de la indagación fundamental y exhaustiva sobre temas religiosos. Nos requiere saber la razón de nuestra fe y práctica, que nuestra piedad no sea superstición, sino el resultado de la convicción inteligente que surge de la investigación.

2. A fin de cumplir este requerimiento, la mente debe ser libre de prejuicios sobre temas religiosos. Mientras los prejuicios existan en la mente, es imposible que deba examinar opiniones religiosas con cualquier espíritu así que admita la obediencia a este precepto. Todas sus posturas serán pervertidas en proporción a ser prejuicioso y sin candidez.

3. Este precepto supone el hecho de nuestra habilidad para examinar todas las cosas. La habilidad de acatar cualquier requerimiento está siempre implícita en el requerimiento. De otra forma, la orden es injusta.

4. Este precepto implica la necesidad de información correcta en temas religiosos. El sentimiento que es inmaterial a lo que son nuestras opiniones parece prevalecer extensivamente entre los hombres, pero es plenamente un error. Se espera que los hombres puedan permanecer enraizados y fundamentados en la verdad no más que sus opiniones sean ciertas. Toda observación y experiencia prueban eso, y tal es la representación frecuente de la Biblia.

5. Este mandamiento es dado a todos y no solamente a ministros, sino a laicos y mujeres. A cada uno se le requiere examinar para sí mismo, y no llamar a ningún hombre maestro, como para recibir su "ipse dixit"* como autoridad. Requiere a cada uno saber por sí mismo las razones de su fe.

6. A la gran mayoría de la humanidad no le gusta pensar detenidamente. Prefieren hacer cualquier otra cosa. Son como niños de escuela que rechazan la labor de estudio y que van a ser enseñados sin haber estudiado su lección. Olvidan lo que se les dice antes de la siguiente clase.

7. Me dirigiré a mí mismo, en esta conferencia, a aquellos, y sólo a aquellos, que estarán en aprietos para pensar. Dirigirse a otros sería una pérdida de tiempo y esfuerzo. Aquellos que no piensan no pueden ser salvos.

8. Tampoco perderé mi tiempo, ni pondré en riesgo sus almas, por exhortación y apelación al azahar, sino me esforzaré en seguir el espíritu del texto.

9. Mi objetivo no es la controversia. Espero enteramente evitar su espíritu, y en lo posible, su forma. Por el contrario, mi objetivo en lo posible será prevenir lo que honestamente creo que es verdad para la consideración de la honestidad y amor a la verdad.

10. Hay poca obediencia al requerimiento en el texto, y como consecuencia prevalece gran ignorancia y error sobre muchas preguntas de importancia fundamental. Hay muy pocos que pueden dar algún recuento racional de lo que constituye el pecado y la santidad, la obligación moral y la responsabilidad humana.

11. Los términos que representan los atributos del carácter cristiano, o lo que son comúnmente llamados las gracias cristianas, casi nunca son correctamente definidos. Las definiciones que son dadas casi nunca representan la idea correcta, por ejemplo, de amor, fe, arrepentimiento, negación de uno mismo, y humildad. Es manifiesto que pocos saben cómo definirlos. ¿Por qué? Porque no se han acatado al requerimiento del texto, y porque estos atributos de santidad no son correctamente definidos, son malentendidos, y el resultado es que no se exhiben en las vidas de los cristianos. Vemos un retrato hecho en la Biblia y uno muy distinto en la vida real. El primero es hermoso y glorioso, el otro está tristemente deformado. ¿Por qué? Porque la mayoría se equivoca como resultado de posturas incorrectas con respecto a la naturaleza de la piedad verdadera.

12. La distinción entre teología natural y revelada debe entenderse y apreciarse. En efecto, es fundamental para un entendimiento de la Biblia, pues ella asume las verdades de la teología natural, y que las entendemos; por ejemplo, que existimos, la existencia de Dios, nuestra agencia moral, la habilidad natural, la distinción entre lo bueno y malo, etc. Por tanto, no entendemos y no podemos entender correctamente la Biblia a menos que entendamos las verdades fundamentales de la teología natural, que son dadas por hecho en la Biblia.

13. La teología natural consiste en aquellas verdades que podemos aprender del libro de la naturaleza. Dios nos ha presentado dos libros--el de la naturaleza y el de la revelación, y son igualmente auténticos y mutuamente confirmatorios del uno al otro.

14. La Biblia no solo da por hecho, y en varias maneras confirma las verdades de la teología natural, mas añade verdades no descubribles sin ayuda de la razón, sino que se reconocen como verdades tan pronto se sugieren.

15. Muchos yerran en suponer eso porque una verdad es vista para ser tal a la luz de su propia evidencia, cuando se sugiere, por tanto, puede haber sido descubierta sin inspiración. Hay plenamente muchas verdades reveladas en la Biblia, que los hombres no hubieran descubierto de otra forma, pero que, ahora que son descubiertas, se ven perfectamente razonables. Una cosa es aprehender y reconocer la verdad, cuando se da a conocer, pero otra es descubrirla.

Les pido sus oraciones y atención mientras procedo en demostrar:

I. CÓMO SABEMOS CUALQUIER COSA.

II. CÓMO SABEMOS TODO LO QUE SABEMOS.

III. ALGUNAS COSAS QUE SABEMOS ACERCA DE NOSOTROS MISMOS, LA VERDAD, Y NUESTRO CONOCIMIENTO DEL CUAL SE DA POR HECHO POR INSPIRACIÓN.

 I. Cómo sabemos cualquier cosa.

1. La conciencia es una condición de todo conocimiento. Es el reconocimiento de la mente de su propia existencia, elección, pensamientos y sentimientos. Es un conocimiento de nosotros mismos en los fenómenos de nuestras mentes. La mente no observa primero sus fenómenos, y entonces infiere su propia existencia, pues intentar probar esto sería asumir como dudoso aquello que es absolutamente una certeza, y que tiene que ser tan considerado a fin de intentar pruebas o inferencias, pero absolutamente afirma su propia existencia y la conciencia testifica esta afirmación, diciendo: "Existo, pienso, siento, haré". La conciencia da tanto al yo como a sus fenómenos, esto es, sus elecciones pensamientos y sentimientos, junto con su libertad o necesidad. Sin conciencia, sería imposible el conocimiento, pues no hay otra forma de obtener conocimiento. ¿Cómo y qué podemos saber, sin saber que él sabe? ¿Y qué conocimiento sería ese, del cual no se tiene ningún conocimiento?

II. Cómo sabemos todo lo que sabemos.

1. Como nuestra existencia, y todos los actos y estados mentales son dados por la conciencia, es claro que sabemos por la conciencia todo lo que sabemos. Por ejemplo, supongan que tengo una sensación: ¿Cómo sé que la tengo? Por la conciencia. Entonces, es con nuestras emociones, deseos, elecciones, juicios, afirmaciones, negaciones, esperanzas, temores, dudas, alegrías y tristezas. Todos son dados por la conciencia. Ahora, estoy hablando de lo que todo hombre sabe que es cierto.

2. Nada sin nosotros se sabe sólo que haga impresión en nuestras mentes que ésta sea revelada a nosotros por la conciencia.

3. Lo que sabemos por la conciencia lo sabemos con certeza, esto es, sabemos que nuestra existencia, hechos, pensamientos y sentimientos son realidades.

4. La conciencia es por tanto la evidencia más elevada posible. Confiamos, y no podemos más que confiar en ella como concluyente. Si pienso, siento o actúo, sé que pienso, siento o actúo, y lo sé absolutamente. Es imposible por nuestra constitución dudar su testimonio.

5. Pero debemos distinguir cuidadosamente entre lo que realmente es revelado a nosotros por nuestra conciencia y las inferencias sacadas de tales revelaciones. Podemos errar la causa de una sensación, pero no la sensación. Cuando Dios habló a Cristo desde cielo, la gente que oyó estaba consciente de la sensación en el nervio auditivo. Ahí no había equivocación, pero interpretaron mal su causa. Dijeron que había sido un trueno. Entonces, al formar varios juicios y opiniones podemos equivocarnos, pero cuando la conciencia testifica eso que juzgamos o formamos una opinión, en esto no podemos estar equivocados.

III. Algunas cosas que sabemos sobre nosotros mismos, la verdad y nuestro conocimiento, de los cuales se da por hecho por inspiración.

1. Sabemos que existimos, y lo sabemos tan ciertamente que pedir evidencia es absurdo. Es suponer eso como dudoso que debe asumirse como absolutamente cierto a fin de probar cualquier cosa cierta.

2. Sabemos que realizamos ciertos actos mentales, y son los sujetos de ciertos estados mentales. Por ejemplo, sabemos que originamos elecciones y voliciones y son sujetos de pensamiento y sentimiento.

3. De ahí, sabemos que poseemos ciertas facultades y capacidades, esto es, somos capaces de actos, pensamientos y sentimientos.

4. Sabemos que esas facultades, como también sus productos, son capaces de ser clasificadas. Todos los hombres naturalmente las clasifican. Nunca confunden el pensamiento con el sentimiento, el sentimiento con el querer, ni el querer con ninguno de ellos. Ningún niño hace eso, ni tampoco confunden el poder de pensamiento, o sentimiento con el de querer o con uno y otro.

5. De ahí, todos los hombres, aunque no entiendan los términos empleados por filósofos para representar las facultades naturales, plenamente entienden aquello que se intenta por esos términos. Saben ellos mismos poseer esas facultades que llamamos inteligencia, sensibilidad y libre albedrío. Pensamos, sentimos, y queremos, por tanto, sabemos que tenemos las facultades de pensar, sentir y querer, y la filosofía mental no es nada más que un análisis de lo que los hombres están conscientes. Bajo el término general de inteligencia incluimos la conciencia, la razón y el entendimiento. Todos los pensamientos, las afirmaciones, las intuiciones, los juicios y las inferencias son producto de la inteligencia.

6. Estamos conscientes de nuestra propia libertad en el sentido de tener la habilidad de elegir en cualquier dirección en vista de los motivos--elegir o rehusar cualquier objeto de elección. Sabemos esto con absoluta certeza. Esto es una intuición de la razón revelada por la conciencia, y sin embargo los hombres pueden negar su propia libertad, en teoría, pero siempre actúan sobre la suposición que la humanidad es libre.

7. Estamos conscientes que podemos voluntariamente controlar algunas de nuestras capacidades, y algunas no podemos; por ejemplo, los músculos voluntarios e involuntarios. Si quiero mover mi brazo, se mueve en obediencia a mi voluntad, pero si quiero que mi corazón deje de latir, seguirá latiendo totalmente pese a mi voluntad. Del mismo modo, sabemos que algunas de nuestras capacidades están directamente bajo el control de la voluntad, y algunas indirectamente.

8. Sabemos por la conciencia que la acción muscular está directamente obligada por nuestra voluntad--que hay una conexión necesaria entre las voliciones y la acción externa. Algunos han hecho que la libertad consista en hacer lo que queramos, o como queramos, pero no hay libertad en eso, todos saben, pues cuando yo trato de mover mi brazo, o realizar una acción externa, la acción toma lugar por una necesidad natural. Mientras que mi volición exista, la acción externa tiene que ser.

9. También, sabemos por la conciencia que el pensamiento y sentimiento están sólo indirectamente sujetos a la voluntad. Supongan, por ejemplo, que desean transferir sus pensamientos de un objeto a otro. No pueden hacer eso directamente, y sin embargo están conscientes que pueden indirectamente a través de la atención. De ahí, por dirigir la atención a cualquier objeto dado sobre el cual desean pensar, el pensamiento es el resultado necesario. Entonces, si abstraen la atención de un objeto sobre el cual no desean pensar, ustedes por tanto indirectamente abstraen los pensamientos de él. Incluso los niños saben esto con absoluta certeza. Lo mismo es con el sentimiento de todo tipo. Estamos conscientes que no podemos, por voluntad directa, crear estos sentimientos, o incluso modificarlos. Sin embargo, estamos conscientes que podemos indirectamente regular los sentimientos a un grado mayor. Por ejemplo, si deseo experimentar las emociones producidas por la hermosura, ponemos nuestra atención en un objeto hermoso, y las emociones surgen desde luego. Al contrario, al poner nuestra atención en un objeto ofensivo, podemos indirectamente producir emociones desagradables en nuestras mentes. La misma ley opera con respecto a los sentimientos religiosos. Pueden a un grado mayor ser regulados indirectamente por la voluntad a través de la atención, pero nunca directamente.

10. Sabemos por la conciencia que lo que podemos hacer podemos hacer al querer, y que cualquier acto o estado no conectado con la acción de nuestra voluntad es imposible para nosotros por una necesidad natural. Supongan, por ejemplo, que quiero moverme, pero de repente los nervios del movimiento voluntario se paralizan para no obedecer mi voluntad. Entonces, el moverse se vuelve imposible para mí. Lo mismo es cierto de los pensamientos y sentimientos. Si no saco ciertos pensamientos y sentimientos de mi mente, para producir otros, abstraigo mi atención de estos objetos en los que descansa y la dirijo a otros objetos. Este curso cambiará universalmente los pensamientos y sentimientos existentes, pero si no, entonces cambiarlos es imposible para mí. Lo mismo para todo lo demás. Lo que no podamos lograr por querer, no podemos lograrlo para nada. Esto es experiencia universal.

11. Estamos conscientes de poseer en nuestra inteligencia una facultad llamada razón, o la facultad intuitiva, por la cual percibimos y afirmamos absolutamente ciertas verdades que llevan consigo su propia evidencia. Esta facultad nos da, cuando ciertas condiciones se cumplen, todas las verdades necesarias, absolutas y universales. Es tan infalible y uniforme en sus afirmaciones que cuando los términos de una proposición se entienden, como dos más dos es igual a cuatro, o las cosas que son iguales a la misma cosa son iguales para una y otra. Estas afirmaciones son tan absolutas que la mente no puede dudarlas.

12. Entre estas verdades evidentes por sí mismas están todos los primeros principios morales, tales como: (1) Que hay tal cosa como bueno y malo, y que la diferencia entre éstas es fundamental. (2) Que la existencia de éstas implica ley moral. (3) Que los hombres tienen carácter moral. (4) Que el carácter moral implica obligación moral. (5). Que la obligación moral implica ley moral y agencia moral. (6). Que la agencia moral implica habilidad natural. (7) Que la habilidad natural implica saber, sentir, y querer. La mente no pide prueba de estas cosas, pero las afirma como veracidades absolutas, y la Biblia por tanto las da por hecho como ciertas. Da por hecho que los agentes morales en realidad saben, sienten y quieren. (8). Que el carácter moral no pertenece y no puede pertenecer a la constitución de cuerpo o mente, ya que es imposible que un agente moral deba ser loable o censurable por su constitución, sino el carácter moral es necesariamente loable o censurable. No puede de este modo pertenecer a la constitución. (9) Que los apetitos constitucionales, deseos y pasiones no pueden tener carácter moral en sí mismos, ya que son en sí mismos involuntarios. Por ejemplo, el apetito por el alimento. Supongan que tienen hambre y en la presencia de alimento. El apetito naturalmente lo demandará por la misma constitución, y por tanto no tendrá carácter moral. Lo mismo es cierto de deseos y pasiones cuando están en la presencia de objetos adaptados para despertarlos. (10) Esta facultad intuitiva afirma en el consentimiento de la voluntad que hay pecado para gratificar estos apetitos, deseos o pasiones. Por ejemplo, cuando Eva al ver el fruto, a su apetito naturalmente se le antojó. En esto no había nada malo, pero cuando consintió gratificar su apetito pese a que estaba prohibido, esto fue egoísmo supremo. Si no hubiera estado prohibida la gratificación hubiera sido apropiada, pero siendo prohibida, fue pecado. Es lo mismo con respecto a gratificar cualquier deseo o pasión. (11) Esta facultad intuitiva afirma que el carácter moral no puede pertenecer a cualquier acto involuntario o estado de la mente, ni a cualquier acción externa. Si apuñalo a un hombre, el carácter moral del acto no pertenece al puñal, ni a la mano que lo sostuvo, ni a los músculos del brazo, ni a la volición que obligó al brazo, sino en la intención. (12) También, afirma que el carácter moral no pertenece a los estados de la sensibilidad, esto es, a las emociones o sentimientos, pues éstos son necesarios; ni a los estados de la inteligencia. No hay virtud en la percepción de la verdad. Los demonios y malvados, tanto como los buenos, perciben la verdad, y sin duda piensan correctamente en muchos asuntos, y su razón afirma verdades morales, pero no hay virtud en eso. (13) También, afirma que el carácter moral no puede pertenecer a voliciones como se distingue de las elecciones, pues la elección o intuición necesita la volición por el momento. (14) Pero afirma que el carácter moral pertenece a la intención principal de la mente. La intención es la elección de un fin. La intención principal es el último fin escogido--aquello que todo lo demás es escogido o hecho. Ilustraré la diferencia entre intención principal e intención próxima. Supongan que un joven que trabaja, y preguntan en qué trabaja. Él dice "para ganar dinero". Éste es un fin, pero le preguntan de nuevo, "¿qué quieres del dinero?" Él dice que para comprar libros. Éste es otro fin. Preguntan de nuevo, "¿para qué quieres libros?" Dice que para obtener conocimiento. Éste es otro fin, pero siguen las preguntas: "¿para qué quieres conocimiento?" Dice que para predicar el evangelio. Éste es otro fin--la intención principal, y todos los fines anteriores son sólo medios para eso, o lo que llamamos fines próximos, pero en este caso todo el carácter moral de todo el proceso pertenece plenamente a la intención principal. En esto, concuerdan todos los filósofos de ética, digno de observar en nuestros días. Es clara la doctrina de la Biblia, y entonces la Biblia y la teología natural son una precisamente. La verdad está incluso en los niños que entienden que el carácter consiste en la intención principal. "Papá," dic el niño en justificación de sí mismo, "no fue mi intención hacerlo", y la pregunta entre el niño y el padre es sobre la intención. Lo mismo es en los tribunales de justicia. Siempre indagan por el "quo animo" o la intención. En suma, todos los hombres, cual sea su teoría, entienden y actúan sobre la verdad de esta doctrina. Si un médico da medicina para curar, sería absuelto de culpa, aunque en lugar de curar la enfermedad, tomó la vida del paciente. De hecho, esta doctrina es tan cierta que la Biblia no se podría creer si se estuviera en desacuerdo con ella.

*Aceptar una declaración arbitraria o dogmática sin razón.  

 

 

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