LA VERDAD DEL EVANGELIO

LA PERFECCIÓN CRISTIANA

Por Charles G. Finney 

"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" --Mateo 5:48.

Dios tiene dos tipos de perfección: natural y moral. Sus perfecciones naturales constituyen su naturaleza o esencia y son su eternidad, inmutabilidad, omnipotencia, etc. Se llaman perfecciones naturales porque no tienen carácter moral. Dios no se las ha dado a él mismo porque no se creó él mismo, sino ha existido desde la eternidad con estos atributos en plena posesión. Dios posee todos estos atributos en un grado infinito.

Estas perfecciones naturales no son la perfección requerida. Los atributos de nuestra naturaleza fueron creados en nosotros, y no se nos requiere producir cualquier atributo nuevo. Sería imposible. No se requiere poseer cualesquiera de ellos en el grado que Dios los posee.

La perfección no es estar libre de tentación. Santiago dice: "cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido" (Santiago 1:14). El pecado no está en las tentaciones sino en someterse a ellas. Una persona puede ser tentada por Satanás, los apetitos, o por el mundo, y sin embargo no tener pecado. Todo pecado consiste en el consentimiento voluntario a los deseos.

La perfección requerida no es la perfección moral infinita que Dios tiene: el hombre, siendo una criatura finita, no es capaz de afecciones infinitas. Dios, siendo infinito en sí mismo, tiene que ser infinitamente perfecto, pero esto no es requerido de nosotros.

LA OBEDIENCIA DEL AMOR

La perfección cristiana es la obediencia perfecta a la ley de Dios. La ley de Dios requiere benevolencia perfecta, desinteresada, imparcial--amar a Dios y al prójimo. Requiere que seamos motivados por el mismo sentimiento y acto en los mismos principios sobre los que Dios actúa. Debemos dejar al yo fuera del asunto tan uniformemente como Dios lo hace y estar tan separados del egoísmo como él está. Tenemos que ser en nuestra medida tan perfectos como Dios es.

El cristianismo requiere que no hagamos ni más ni menos de lo que prescribe la ley de Dios. Esto es, ser moralmente tan perfectos como Dios. Todo aquí está incluido: sentir como él siente, amar como él ama, y odiar lo que él odia--por la misma razón que él ama y odia.

Dios se ama a sí mismo con el amor de la benevolencia, o considera su propio interés y felicidad como el bien supremo porque esto es el bien supremo. Nos requiere amarlo en la misma manera. Se ama a sí mismo con complacencia infinita porque sabe que es infinitamente digno y excelente; y requiere lo mismo de nosotros. También, ama a su prójimo como a él mismo de acuerdo con el valor real de ellos. Desde el ángel más alto hasta la lombriz más pequeña, considera su felicidad con amor perfecto.

Dios no puede separarse de esta regla no más que podamos sin cometer pecado. Para él, hacerlo sería mucho peor que para nosotros hacerlo porque es más grande que nosotros. La naturaleza de Dios lo ata a hacer eso. Nos ha creado a nosotros seres morales a su imagen, capaces de conformarnos a la misma regla como él mismo. Esta regla nos requiere tener el mismo carácter como él tiene--amar imparcialmente con amor perfecto y buscar el bien de otros como él lo hace. Esto, y nada menos, es perfección cristiana.

El mandamiento en el texto: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" es dado bajo el evangelio. Cristo aquí manda lo mismo que la ley requiere. El evangelio no requiere perfección como la condición de la salvación, pero ninguna parte de la obligación de la ley es liberada. El evangelio obliga a aquellos que están bajo ella la misma santidad como aquéllos bajo la ley.

Dios no puede liberarnos de la obligación para ser perfectos. Si fuera a intentarlo, nos daría licencia para pecar. Mientras seamos seres morales, no hay poder en el universo que nos libere de la obligación de ser perfectos. ¿Puede Dios liberarnos de la obligación de amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza? Eso sería decir que Dios no merece ese amor. Y si no nos libera de toda ley, no puede liberarnos de ninguna parte de ella, por la misma razón.

¿Qué tan perfectos se nos requiere que seamos? ¿Dónde encontramos una regla en la Biblia para determinar qué menos santos se nos permite bajo el evangelio de lo que serían ustedes bajo la ley? ¿Debemos dejar a cada uno juzgar por sí mismo? ¿Creen que es su deber ser más perfectos de lo que son ahora? ¿Pueden decir: "ahora soy lo suficientemente perfecto; tengo algo de pecado, pero he ido tan lejos como es deber ir en este mundo"? Mientras más santa es una persona, más fuertemente siente la obligación de ser perfecta.

CONFORMÁNDOSE A LA VOLUNTAD DE DIOS

La perfección cristiana es obtenible en esta vida. Dios nos ordena ser perfectos como él es perfecto. ¿Podemos decir que esto es imposible? Cuando Dios nos ordena algo, ¿no hay una posibilidad natural de hacer lo que ordena?

Recuerdo oír a una persona decir que predicaba el arrepentimiento a los pecadores porque Dios lo ordena, pero no predicaría que pudieran arrepentirse porque en ningún lado Dios ha dicho que es posible. ¡Qué tontería! Siempre entiéndase que cuando Dios requiere cualquier cosa de los hombres, ellos poseen las facultades para hacerlo. De otra manera, ¡Dios requiere de nosotros imposibilidades y envía a los pecadores al infierno por no hacer lo que no pueden hacer!

No puede haber ninguna duda de eso. La perfección es amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nos requiere ejercer nuestros propios poderes. La ley no va más allá de lo requiere el derecho de usar los poderes que poseemos.

Algunos pueden objetar que si hay una habilidad natural para ser perfectos, hay una inhabilidad moral, que es lo mismo. La inhabilidad es inhabilidad, llámenle como quieran. Si tenemos inhabilidad moral, somos tan incapaces como si nuestra inhabilidad fuera natural.

Primero, no hay más inhabilidad moral para ser perfectamente santo de lo que hay para ser santo de alguna otra manera. Pueden tan fácilmente ser perfectamente santos como pueden ser santos en modo alguno. La verdadera distinción entre habilidad natural y habilidad moral es ésta: la habilidad natural se relaciona con los poderes y facultades de la mente; habilidad moral se relaciona con solamente la voluntad. La inhabilidad moral no es nada más que renuencia para hacer algo.

Cuando se preguntan si tienen la habilidad moral para ser perfectos, si quieren decir, ¿"estoy dispuesto a ser perfecto?" Respondo, "no". Si estuvieran dispuestos a ser perfectos, serían perfectos, pues la perfección requerida es sólo una conformidad perfecta a la voluntad a la ley de Dios.

Si preguntan, entonces, "¿somos capaces de hacer lo correcto?", la pregunta implica una contradicción en suponer que puede haber tal cosa como un agente moral incapaz de escoger o querer. No hay tal cosa como inhabilidad moral. Cuando hablamos de inhabilidad para hacer algo, queremos decir una falta de poder. Decir, por tanto, que somos incapaces de querer, es absurdo.

La renuencia desesperada es el caso. Hay una renuencia tenaz en los pecadores para volverse cristianos y en cristianos para llegar a la perfección plena requerida tanto por la ley y el evangelio. Los pecadores podrán querer volverse cristianos e incluso hasta agonicen en oración por ella. Pueden pensar que están dispuestos a ser perfectos, pero se engañan a sí mismos.

Cuando los cristianos están verdaderamente dispuestos a rendir todo pecado y no tienen voluntad suya más que para fusionarse en la voluntad de Dios, entonces sus vínculos son rotos. Cuando se someten a la voluntad de Dios, son llenos de toda la plenitud de Dios.

LA PROMESA DE LA SANTIDAD

La pregunta es ésta: ¿Tengo derecho a esperar ser perfecto en este mundo? ¿Hay alguna razón para que yo crea que pueda ser completamente sometido y amar a Dios tanto como la ley requiere? ¿Acaso es obtenible la perfección?

Yo creo que sí lo es. Mucho se ha dicho sobre la perfección cristiana, e individuos que la han abrigado se han encontrado con muchas nociones alocadas. Parece que el diablo anticipó el movimiento de la Iglesia y creó un estado negativo de sentimiento. En el momento que la doctrina de la santificación es presentada, la gente clama: "Pues esto es Perfeccionismo" (la idea que la perfección de Jesús fue tan imputado en nosotros que no podemos pecar).

Pese a los errores en los que los perfeccionistas han caído, sí hay tal cosa enseñada en la Biblia como perfección cristiana. Todos necesitan saber eso. Rechazo completamente las peculiaridades de los perfeccionistas modernos. He leído sus publicaciones, y no puedo estar de acuerdo con sus posturas; la perfección cristiana es un deber, y estoy convencido que es obtenible en esta vida.

En 1 Tesalonicenses 4:3, se nos dice: "pues la voluntad de Dios es vuestra santificación". Si examinan la Biblia cuidadosamente, de principio a fin, encontrarán plenamente que Dios quiere la santidad de los cristianos tanto como quiere que los pecadores se arrepientan. ¿Por qué no debería razonablemente esperarla? La requiere. Ningún hombre puede mostrar, en la Biblia, que Dios no requiere santificación perfecta en este mundo o que no es obtenible como cualquier grado de santificación.

Si no han visto la Biblia con esta postura, se sorprenderán al ver cuántos muchos más pasajes hay que hablan de la liberación de la comisión del pecado de los que hay que hablan de la liberación del castigo del pecado. Los pasajes que hablan de la liberación del castigo no son nada comparados con los otros.

¿Qué es santificación? ¡Santidad! Cuando una profecía habla de la santificación de la Iglesia, ¿vamos a entender que es santificación parcial? Cuando Dios requiere santidad, ¿es santidad parcial? Seguramente no. ¡Él promete santidad! Hemos entendido por mucho las escrituras en cuanto a la manera que son las cosas que perdemos la vista del significado real, pero si vemos al lenguaje de la Biblia, desafío a cualquier hombre para probar que la promesa y las profecías de santidad significan nada menos que santificación.

La santidad es la gran bendición prometida a través de la Biblia. Pedro dice: "por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia" (2 Pedro 1:4). Si eso no es santificación perfecta, ¿qué es? Estas "preciosas y grandísimas promesas" son dadas para este objetivo, y por creer, apropiándonoslas y usándolas, podemos ser copartícipes de la naturaleza divina.

La promesa del pacto abrahámico fue que su posteridad poseería la tierra de Canaán, y que a través de él por el Mesías, todas las naciones serían benditas. El gran sello del pacto, la circuncisión, nos muestra qué intentaba la bendición principal: era la santidad. Pedro nos dice en otra parte que Jesucristo fue dado para que pudiera santificar para sí mismo una gente especial (véase 1 Pedro 2:9).

UN EVANGELIO DE PURIFICACIÓN

Todas las purificaciones y otras ceremonias del ritual mosaico significan lo mismo; apuntan al Salvador que había de venir. Estas ordenanzas de purificar el cuerpo fueron puestas, cada una de ellas, con referencia en la purificación de la mente--o santidad.

Bajo el evangelio, lo mismo es significado por el bautismo: el lavamiento del cuerpo representa la santificación de la mente.

Ezequiel 36:25-27 promete la gran bendición del evangelio: "Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra".

Es lo mismo en Jeremías 33:8: "Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron". Busquen en la Biblia y se sorprenderán de encontrar cuán uniformemente la bendición de la santificación es sostenida como la bendición principal prometida al mundo a través del Mesías.

¡El gran objetivo de la venida del Mesías era para santificar a su pueblo! Tan sólo luego de la caída fue profetizado que Satanás heriría su calcañar pero él heriría la cabeza de Satanás--Y Juan nos dice: "Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (1 Juan. 3:8).

Jesús ha puesto a Satanás bajo sus pies. Su propósito es ganar de regreso nuestra alianza con Dios, santificarnos y purificar nuestras mentes--como es dicho en Zacarías 13:1: "En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia".

En el Nuevo Testamento, se nos dice que el Salvador fue llamado "JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados". Y, "sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados" y "para deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3:5, 8).

Pablo habla de la gracia de Dios, o del evangelio, como enseñándonos a negar la impiedad: "aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2:13-14).

En Efesios, aprendemos que "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha" (Efesios 5:25-27).

Cristo vino a santificar la Iglesia a tal grado que debe ser absolutamente "santa y sin mancha". "y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos,

Cuando yo quite sus pecados" (Romanos 11:26-27).

En 1 Juan 1:9 se dice: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad".

¿Qué es "limpiarnos de toda maldad" si no es santificación perfecta? En 1 de Tesalonicenses 5:23, Pablo hace una oración extraordinaria: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo".

¿Qué significa "os santifique por completo"? ¿Significa eso santidad perfecta? El apóstol dice no sólo que toda el alma y espíritu, sino también que el cuerpo "sea guardado irreprensible". ¿Podría un apóstol inspirado hacer tal oración si no creyera posible la bendición? Continúa diciendo en el siguiente versículo: "Fiel es el que os llama, el cual también lo hará" (1 Tesalonicenses 5:24).

EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO

La santidad perfecta en los creyentes es el objetivo del Espíritu Santo. Todo el tenor de la escritura con respecto al Espíritu Santo lo prueba. Todos los mandamientos para ser santos, las promesas, las profecías, las bendiciones, los juicios, y los deberes de la religión son los medios que el Espíritu Santo emplea para santificar la Iglesia.

Si ser perfectamente santo no es práctico, entonces el diablo ha completamente logrado su plan de corromper a la humanidad que Jesucristo es culpable y no hay forma de santificar a su pueblo más que sacarlos del mundo. ¿Es posible que Satanás tenga ventaja sobre Dios? ¿Va a ser el Reino de Dios parcialmente establecido? ¿Van a pasar los santos parte de su tiempo sirviendo al diablo?

Si la santidad no es obtenible en este mundo, es ya sea por falta de motivos en el evangelio o por una falta de poder en el Espíritu de Dios. En la otra vida, podemos ser como Dios, pues le veremos tal como es, pero ¿por qué aquí no, si tenemos la fe que es "la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven"? (Hebreos 11:1 RVA). Hay una promesa para "los que tienen hambre y sed de justicia" que "serán saciados" (véase Mateo 5:6). ¿Qué es "saciado" de justicia sino ser perfectamente santos? ¿Acaso vamos a pasar por la vida hambrientos, sedientos e insatisfechos?

Si el poder del hábito puede ser ahora traspasado que un pecador impenitente pueda ser convertido, ¿por qué no puede ser absolutamente roto para que la persona convertida pueda ser totalmente santificada? La dificultad más grande es cuando el egoísmo tiene el control de la mente y los hábitos del pecado están totalmente sin romperse. Este obstáculo es grande y ningún poder más que el Espíritu Santo puede vencerlo, y en muchas instancias, Dios mismo no puede, consistente con su sabiduría, usar los medios necesarios para convertir el alma, pero luego que ha roto el poder del egoísmo, la obstinación del hábito, y de hecho convertido al individuo, ¡Dios tiene suficientes recursos para santificar el alma toda completamente!

Los hombres sienten que se han agarrado ellos mismos de los apetitos e influencias físicas que creen son imposibles de vencer por medios morales. Pablo en el séptimo capítulos a los Romanos, describe a un hombre en gran conflicto con el cuerpo, pero en el siguiente capítulo, habla de uno que ha obtenido la victoria sobre la carne. "Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" (Romanos 8:10-11). Esta vivificación del cuerpo es la influencia del Espíritu de Dios sobre el cuerpo--la santificación del cuerpo.

Preguntan ustedes, "¿Acaso el Espíritu de Dios produce un cambio físico en el cuerpo? Lo ilustraré con el caso de un alcohólico. Éste ha traído para sí un estado enfermo, una sed innatural tan fuerte que pareciera imposible que nunca pudiera ser reformado y vencer enteramente este apetito físico. He oído de casos donde a los alcohólicos se les ha hecho ver el pecado de la bebida en una luz tan fuerte que ellos aborrecen el licor y nunca más tienen el menor deseo por éste.

Conocí a una persona que era esclavo del uso del tabaco. Un día se convenció que era pecado para él usarlo. La lucha con eso finalmente lo llevó a Dios en una agonía de oración tal que obtuvo la victoria de inmediato sobre el apetito y nunca más tuvo el menor deseo por el tabaco.

No les estoy dando filosofía sino hechos. He oído de gente sobre la cual la vida de pecado tenía un dominio perfecto, pero en tiempos de avivamiento han sido sometidos y sus apetitos han muerto. La mente puede estar ocupada y absorbida con cosas más grandes, nunca dando un pensamiento a las cosas que revivan los apetitos viciosos.

Cualquier apetito del cuerpo puede ser vencido si una impresión suficiente es hecha sobre la mente para romperlo. ¿Acaso no han sabido de momentos cuando un tema absorbente ha llenado tanto su mente y controlado su alma que los apetitos del cuerpo permanecieron, por un tiempo, perfectamente neutralizados? Supongan que el estado de la mente se volviera constante. ¿Acaso todos estas dificultades físicas que se ponen en el camino de la santidad perfecta no pudieran ser vencidos? "(pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios" (Hebreos 7:19).

¿QUIÉN PONE EL MODELO?

Pablo dice: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto" (Filipenses 3:12), pero no se dice que nunca continuó así hasta su muerte o que nunca obtuvo santificación perfecta. La manera en la que habla en el resto del versículo indica que esperaba volverse perfectamente santo: "sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús" (Filipenses 3:12).

Juan habla de él mismo como si amara a Dios perfectamente, pero incluso si los apóstoles no fueran perfectos, esto no quiere decir que otros no pudieran ser. Claramente, ellos declararon la santidad para ser su deber y estaban apuntando a ella como si esperaran obtenerla en esta vida. Nos ordenaron hacer lo mismo.

¿Por qué la Iglesia no debe estar creciendo mejor? Parece ser la idea prevaleciente que la Iglesia ha de mirar hacia atrás a los primeros santos como el modelo. Pienso que lo opuesto es cierto. Debemos apuntar a un modelo mucho más elevado que el de ellos.

Creo que muchos santos han obtenido la santidad perfecta. Enoc y Elías estuvieron probablemente libres de pecado antes de que fueran arrebatados de este mundo. En diferentes épocas ha habido muchos cristianos quienes fueron rectos y no había nada contra ellos. Los hombres declaran que nadie diría que está libre de pecado por cualquier otro motivo más que por orgullo, pero ¿por qué no puede un hombre decir que está libre de pecado, si así fuera, sin ser orgulloso? ¡Puede decir que es convertido sin ser orgulloso!

¿Acaso no lo dirán los santos en el cielo para la alabanza de la gracia de Dios? Entonces, ¿por qué no deben decirlo ahora por el mismo motivo? No profeso ahora haber obtenido la santificación perfecta, pero si la hubiera obtenido--si sentí que Dios me había dado la victoria sobre el mundo, la carne, y el diablo y hecho libre de pecado--, ¿mantendría el secreto y dejaría a mis hermanos tropezarse en ignorancia de lo que la gracia de Dios puede hacer? Nunca. Les diría que podrían esperar la liberación completa si sólo se agarran de Cristo. Él vino a salvar a la gente de sus pecados.

Recientemente, he leído Una clara explicación de la perfección cristiana de Juan Wesley. Ojalá todo miembro de la Iglesia la leyera. También, recomendaría las memorias de James Brainer Taylor. Las he leído tres veces en unos meses. Es claro que creía que la perfección cristiana es un deber y que es obtenible por los creyentes en esta vida.

A veces escuchan a gente argumentar contra la perfección cristiana sobre la base que un hombre que era perfectamente santo no existiría en este mundo. La gente cree que si una persona fuera perfectamente santificada y amara a Dios perfectamente, estaría en un estado tanta de agitación que no podría permanecer en el cuerpo, comer o dormir, o hacer sus deberes de la vida, pero el Señor Jesús era un hombre, sujeto a todas las tentaciones que otros hombres. También, amaba a Dios con todo su corazón, alma y fuerza. Sin embargo, no estaba en tal estado de agitación que no podía comer, dormir o trabajar en su ocupación de carpintero.

ACEPTANDO LA GRACIA DE DIOS

Los cristianos no creen que Dios les ordena a santificarse perfectamente en este mundo. Saben que les manda a ser perfectos, como él es perfecto, pero creen que secretamente no quiere. Dicen: "¿Por qué no hace algo para hacernos perfectos?"

Los pecadores razonan de la misma forma. Dicen: "No creo que él ordene mi arrepentimiento; si así fuera, haría que me arrepintiera". Dios puede preferir su impenitencia y condenación continuas a usar otras influencias de las que usa para llevarlos al arrepentimiento.

Si Dios fuera a llevar todo el poder de su gobierno a un solo individuo, podría salvarlo, pero al mismo tiempo, trastornaría tanto su gobierno que sería un mal mayor que el que ese individuo fuera al infierno.

Del mismo modo, Dios ha suministrado a los cristianos con los medios de la santificación y les requiere que sean perfectos. Desea que hagan exactamente lo que les ordena hacer.

El hambre y la sed por la santidad no es santidad. El deseo de una cosa no es aquello deseado. Si tienen hambre y sed por la santidad, no deben darle a Dios ningún descanso hasta que cumpla su promesa que ellos serán perfectamente santos.

Los cristianos creen que van a permanecer en pecado y que todo lo que esperan es perdón y santidad en el cielo, pero todo el marco de referencia del evangelio está diseñado para romper el poder del pecado y llenar a los hombres con toda la plenitud de Dios. Si la Iglesia leyera la Biblia y se agarrara de cada promesa, las encontrarían grandes y preciosas.

Cuántos están buscando la santidad por sus propias obras y propósitos--sus ayunos, oraciones, y actividades--en vez de agarrarse de Cristo por la fe. Todo es obras cuando debe ser por la fe en "Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Corintios 1:30).

Cuando se agarren de la fortaleza de Dios, serán santificados. La fe le traerá a Cristo en el alma y los llenará con el mismo Espíritu que respira a través de él mismo. Estas obras muertas son nada. La fe tiene que santificar y purificar el corazón. La fe es la sustancia de las cosas que se esperan y lleva a Jesús al alma. La vida que vivimos aquí debe ser por la fe en el Hijo de Dios. Es por no saber o no considerar que hay tan poca santidad en la Iglesia.

En vez de tomar posturas escriturales de la dependencia de ellas para ver dónde está la fuerza de ellas y darse cuenta cuán dispuesto está Dios para dar su Espíritu Santo a ellos que piden, muchos cristianos se sientan en incredulidad y pecan por "esperar el tiempo de Dios". Le llaman a esto "depender de Dios". ¡El Espíritu Santo está ahí con poder para iluminar, dirigir, santificar, encender afectos, y llenar el alma continuamente con toda la plenitud de Dios! Rindan su alma al control de él y agárrense del brazo de Dios. ¡Su gracia es suficiente!

 

 

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